top of page

Rito de la Paz

 

La paz, expresada por el término hebreo shalom, tiene en sentido bíblico, una riqueza enorme. Simboliza el conjunto de todos los bienes. El pecado separa al hombre de Dios, divide la humanidad en partes contra-puestas, e introduce también en el corazón del hombre un sinnúmero de contradicciones y ansiedades. 

 

Por eso, la paz era esperada como uno de los frutos y de las señales de la venida del Mesías, que vencería el pecado y restauraría el orden querido por Dios. El Mesías es anunciado por Isaías como “Príncipe de la paz: su soberanía será grande y traerá una paz sin fin para el trono de David y para su reino” (Is. 9,5-6). Sólo él será capaz de devolver a la humanidad la paz perdida por el pecado (Ez. 34,25; Joel 4,17ss; Am. 9,9-21).

 

Reconocemos en Jesús al Mesías anunciado. En su nacimiento, los ángeles, anuncian que el Niño trae en la tierra “paz a los hombres amados por Dios” (Lc 2,14). A través de su misterio pascual, el Señor Jesús ha realizado la reconciliación de los hombres con el “Dios de la paz” (Rom. 15, 33), “pacificando por la sangre de su cruz, todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo” (Col. 1,20).

 

La existencia de un rito de la paz dentro de la celebración eucarística está atestiguada desde los primeros siglos tanto en Oriente como en Occidente. Durante los siglos IV-V, en Roma el gesto tenía lugar inmediatamente después de la plegaria eucarística y estaba relacionado con ella. Más tarde se vinculó a la petición de perdón en el Padrenuestro, quedando convertida en un rito de preparación para la Comunión. 

 

Con el rito de la paz, “la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de comulgar en el Sacramento” (OGMR, 72).

 

En la celebración actual, el rito de la paz consta de tres partes:

 

- Oración por la paz: se dirige a Cristo pidiendo en nombre de la asamblea que conceda a la Iglesia la paz y la unidad que entregó a los Apóstoles. 

 

- Anuncio de la paz: “la paz del Señor esté siempre con vosotros”. El anuncio de la paz lleva ya implícita su comunicación. El pueblo responde: “y con tu espíritu”. Se acepta y se devuelve la paz.

 

- El signo de la paz: primitivamente el intercambio de la paz se hacía entre todos los fieles. Más tarde, partía del altar y se realizaba según un orden jerárquico. Cristo se la comunicaba al sacerdote (a través del gesto del beso al altar), el sacerdote al diácono y éste al subdiácono. La liturgia actual prevé que el intercambio se realice entre los fieles. Debe ser siempre un gesto religioso, debe estar penetrado de sacralidad. “Conviene «que cada uno dé la paz, sobriamente, sólo a los más cercanos a él" (Redemptionis sacramentum, 72).

 

La paz es un don, fruto de la Pascua de Cristo. Es significativo que después de la renovación del memorial del misterio pascual de Cristo en el altar, Él mismo en la persona del sacerdote nos ofrece su paz. Sabemos que Cristo resucitado, cuando se aparecía a los apóstoles, les saludaba dándoles la paz: «La paz con vosotros» (Jn. 20,19.26). En realidad, la herencia que el Señor deja en la Última Cena a sus discípulos es precisamente la paz: «La paz os dejo, mi paz os doy; pero no como la da el mundo» (Jn. 14,27).

 

La paz no es algo meramente exterior. Se encuentra fundamentalmente en el corazón del hombre que se ha abierto al perdón de Dios. El que ha sido perdonado, debe aprender a perdonar y a pedir perdón. La paz es reconciliación en Dios, en la sangre de Cristo. De este modo, la asidua participación en la Eucaristía va haciendo de los cristianos hombres de paz, pues en la misa reciben una y otra vez la paz de Cristo, y por eso mismo son cada vez más capaces de comunicar a los hermanos la paz que de Dios han recibido. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt. 5,9).

 

Fuente: P. Félix López, S.H.M.

hogardelamadre.com

bottom of page