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17 de abril: SAN ANICETO, PAPA Y MÁRTIR († 166)


San Aniceto, papa, gobernó la Iglesia a mediados del siglo II, 150-161. Tuvo que combatir el gnosticismo entonces en su apogeo. Sus líderes —Valentín, Marción y Apeles— habían hecho de Roma el centro de su propaganda.

El papa Aniceto se esforzó por convencer a los líderes de las comunidades orientales de que la Pascua debía celebrarse según el uso romano, aunque ésta es una cuestión que no logró ver solucionada. Murió mártir poco después de la muerte del emperador Antonino Pío.

¿Quién fue San Aniceto?

Pocas noticias nos ofrece la historia de este Papa. Fue el duodécimo sucesor de san Pedro y gobernó la Iglesia once años, desde 155 a 166, entre san Pío I y san Sotero. Era originario de Emesa, en Siria.

En el siglo II la comunidad cristiana de Roma muestra una fuerte influencia helena, su lengua oficial no es el latín, sino el griego. En griego vulgar se celebraba la liturgia, se predicaba, se hacían las inscripciones de los mártires en las catacumbas. Hasta un siglo después la lengua latina no suplantaría a la griega. Esto explica los nombres griegos de la mayoría de los primeros papas. Estos papas debían de ser libertos o de familias más bien humildes. Sus nombres revelan cualidades o rasgos, los que les caracterizaron antes de la manumisión: Aniceto, Sotero, Calixto…. el Invencible, el Salvador, el Hermoso...

Hasta comienzos del siglo IV los papas dieron su vida por la fe. Ascender al pontificado significaba convertirse en candidato al martirio. La situación legal del cristianismo era muy precaria. Aun con buenos emperadores, como los Antoninos, que se preocuparon del bienestar de sus súbditos, la Iglesia continuó teniendo sus mártires.

Con Marco Aurelio (161-180), el emperador filósofo, no hay cambios sensibles. Ni parece verosímil que la apología de san Justino influyera en la inteligencia de este estoico frío y orgulloso, que más que hallar puntos de contacto entre el cristianismo y su doctrina vio en aquél un rival, sin impresionarle las virtudes de los mártires, cuya paciencia tomó por fanatismo.

A la vez que el Imperio desenvaina la espada contra la Iglesia, los escritores la atacan con la pluma. Frontón de Cirta, Luciano de Samosata y Celso recurren a la sátira y a la calumnia para combatir al cristianismo. Pero la resistencia del Imperio romano no era tan peligrosa para la Iglesia como la lucha interna que tuvo que sostener contra las incipientes herejías, agrupadas bajo el nombre común de gnosticismo. Toda la literatura del siglo II nos da la impresión de que los cristianos viven en una atmósfera de batalla, ya sean apologetas o controversistas.

A los escritores paganos no les faltaron objetantes cristianos. San Justino, Atenágoras, Minucio Félix, Taciano, Apolinar y Orígenes deshicieron las calumnias y expusieron la belleza de la nueva religión. Los apologistas fueron buenos controversistas.

En esta atmósfera cargada se desenvolvía el pontificado de Aniceto. Contemporáneos suyos, y en Roma, vivieron san Justino y Hegesipo, un judío converso que recorrió el Imperio para comprobar la uniformidad de su fe cristiana frente a las nacientes heterodoxias.

También vivió en Roma en tales fechas el hereje Marción, un gnóstico que, enriquecido con negocios de empresas navieras, hacía estragos entre los fieles por sus espléndidas limosnas y su austero rigorismo. Pero nunca pudo engañar a los auténticos representantes de la jerarquía.

El problema de la fecha de la Pascua

Policarpo llegó a la capital del Imperio para tratar con Aniceto el problema de la fecha de la Pascua. Trataron ambos prelados sobre el modo de conciliar las fechas de celebración de la primera festividad cristiana; pero no lograron ponerse de acuerdo. El obispo de Esmirna, con más de ochenta y cinco años, seguía la tradición legada por san Juan, al que había conocido y de quien se había proclamado su heredero; mientras que en Roma se seguía la tradición de san Pedro. No se encontró solución al grave asunto, que, en realidad, no sería resuelto hasta el concilio de Nicea.

Pero ambos santos se mantuvieron unidos, y, como señal de la caridad no rota, Aniceto invitó a Policarpo a celebrar la eucaristía en presencia de la comunidad romana.

Martirio

La expresión de que se sirve el Liber Pontificalis resulta insólita: dice obiit martyr (murió mártir), en vez de martyrio coronatus (coronado con el martirio).

La tradición de los martirológios habla del martirio y suele señalar como fecha el 17 de abril, y en cuanto al lugar de su enterramiento, si alguno habla del Vaticano, también es fuerte la tradición de haber sido inhumado en el que después se llamaría cementerio de Calixto, panteón normal de los primeros papas. De aquí, sus reliquias pasaron a la capilla del Palazzo Altemps en 1604. Sin embargo, la cabeza fue entregada el año 1590 para su veneración al arzobispo de Munich, Minucio, quien la colocó en la iglesia de los padres jesuitas de aquella ciudad.

Fuente: primeroscristianos.com


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