Vasco Núñez de Balboa (1475-1519), descubridor del Océano Pacífico
Fue Vasco Núñez de Balboa un hidalgo extremeño de familia modesta, nacido en la población de Jerez de los Caballeros en 1475, que pertenecía a la Orden de Santiago. Aprendió a leer y escribir, y también el arte de la esgrima.
En 1501 se embarcó en la expedición de Rodrigo de Bastida, que había participado en el segundo viaje de Colón (1500). Conoció así, algo al menos, Panamá, Venezuela y Colombia, hasta que el viaje terminó en La Española. Con lo ganado en esa expedición, adquirió allí una finca, en la que durante varios años trabajó como agricultor y ganadero. Pero por diversas circunstancias no le fue bien, y huyendo de sus deudas, se embarcó de nuevo.
En 1508, en tierras hoy de Venezuela, Colombia, se habían formado dos gobernaciones, que entre sí tenían como límite el golfo de Urabá: Nueva Andalucía, confiada a Alonso de Ojeda, y Veragua, al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa. Embarcó Balboa como polizonte en una expedición de Fernández de Enciso, que iba en apoyo del gobernador Ojeda, limitado porque había sido herido. Enciso descubrió a Balboa y no lo abandonó en una isla desierta como era normal en tales casos, por la intercesión de los marinos, y porque había explorado aquella zona ocho años antes en la expedición de Bastida.
Fundador de Santa María la Antigua
Poco después de su desembarco, hubieron de enfrentar los españoles el ataque del cacique Cémaco, con 500 guerreros, y siendo pocos los españoles, hicieron voto ante la Virgen Antigua de Sevilla de fundar una población a su nombre si les daba la victoria. Obtenida ésta de modo sorprendente, porque eran pocos los españoles, los soldados saquearon las casas indias, consiguiendo sobre todo alhajas de oro. En cambio, Balboa, recordando el voto, logró que se fundara en diciembre de 1510 Santa María la Antigua, primera de las poblaciones establecidas en tierra firme americana.
Quedaba ésta en territorio gobernado por Nicuesa, en Veragua, y para el gobierno de la nueva ciudad fueron elegidos Martín Zamudio y Núñez de Balboa. La población rechazó a Nicuesa por avaro y cruel, y embarcado a la fuerza con otros 17 en un vieja nave, desapareció en el mar. Núñez de Balboa quedó como gobernador de hecho de Veragua, obteniendo posteriormente de la Corona el nombramiento de «gobernador y capitán» (1511).
Gobernó Balboa con mano prudente desde Santa María de La Antigua. Y usando un mínimo de fuerza, en contraste con la dureza de sus predecesores, pudo establecer con los indios unas relaciones amistosas, respetando sus estructuras tribales, y llegando a ser árbitro entre tribus enfrentadas. En 1513 escribió al rey de España una extensa carta, describiendo la tierra firme que había conocido, y solicitando hombres y medios. Y en 1515 le escribió otra en la que recomendaba su política conciliadora con los indios, aconsejando en cambio duros castigos para las tribus obstinadas en el canibalismo. El descubrimiento del Océano Pacífico
Pronto Balboa fue dando muestras de su vocación para navegar y descubrir, conquistar, poblar y gobernar. Atravesó ríos y montañas, sometió alguna tribu, logró que sus soldados fueran armonizando su condición de combatientes con la de descubridores y pobladores. Promovió la siembra del maíz, iniciando su enorme extensión en América. Estableció alianzas con algunos caciques, como Caoiba, Careta, Ponca, Comagre. Estando en la comarca de Comagre, oyó por primera vez de su hijo mayor, Panquiaco, que al otro lado de las montañas, a orillas de otro mar, había al sur un reino grande y rico [el imperio Inca], que no podría ser tomado con menos de mil hombres.
Desde la colombiana población de Santa María partieron expediciones a la búsqueda del nuevo mar. La Corona denegó la petición de hombres y medios. Y Núñez de Balboa, con limitados recursos –190 españoles, algunos guías indígenas, un número considerable de indios–, en un pequeño bergantín y diez canoas indígenas, partió el 1 de septiembre de 1513 a la búsqueda de un reino nuevo, al otro lado de las montañas, al sur, junto un mar desconocido. Como en otras ocasiones, apoyó no poco su expedición en la ayuda de los indios, conocedores de las rutas de la selva, así como de los modos de hacer fuego y de conseguir el agua.
La expedición desembarcó en Acla, Panamá, territorio del cacique Comagre, que aceptó el bautismo. Vencieron al cacique Torecha, y también a Poncas, con el que firmó después una alianza amistosa. Y decidió seguir adelante con un destacamento de 67 españoles y un cierto número de indios. Ascendieron hacia la cima de las montañas actualmente llamadas Urrucallala, pues los indígenas les habían dicho que desde allí podía verse el mar. Balboa se adelantó en la ascensión y antes del mediodía alcanzó a ver desde una cima en el horizonte las aguas del mar. El capellán de la expedición, don Andrés de Vera, entonó el Te Deum laudamus, los soldados marcaron con sus espadas en los árboles el signo de la cruz, erigieron pirámides de piedras, y todos estaban llenos de gozo y de agradecimiento a Dios. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) cuenta el acontecimiento:
«Un martes, veinte y cinco de septiembre de aquel año de mil quinientos y trece, a las diez horas del día, yendo el capitán Vasco Núñez en la delantera de todos los que llevaba por un monte raso arriba, vio desde encima de la cumbre dél la Mar del Sur, antes que ninguno de los cristianos compañeros que allí iban; y volvióse incontinente [in continenti, latín: pronto, en seguida] la cara hacia la gente, muy alegre, alzando las manos y los ojos al cielo, alabando a Jesucristo y a su gloriosa Madre la Virgen Nuestra Señora; y luego hincó ambas rodillas en tierra y dio muchas gracias a Dios por la merced que le había hecho en le dejar descubrir aquella mar… Y mandó a todos los que con él iban que asimismo se hincasen de rodillas y diesen las mismas gracias a Dios… Todos lo hicieron así muy de grado y gozosos, y incontinente hizo el capitán cortar un hermoso árbol, de que se hizo una cruz alta, que se hincó e fijó en aquel mismo lugar… Y porque lo primero que se vio fue un golfo o ancón que entra en la tierra, mandóle llamar Vasco Núñez golfo de San Miguel, porque era la fiesta de aquel arcángel desde a cuatro días» (Historia gral. XXIX,2 y 3).
Al modo de Colón y de otros, alzó Balboa una gran cruz y dió nombre cristiano a aquellos lugares. Más tarde se produjo una escena que pasó a la historia. En aquellos parajes bellísimos, «llenos de arboleda», ante 26 hombres de armas, uno de ellos Francisco Pizarro, y cuando el sol iniciaba su caída en el horizonte, Balboa «llegó a la rivera a la hora de víspera, y el agua era menguante». Esperó a la pleamar, y «estando así creció la mar a vista de todos mucho y con gran ímpetu». Sólo entonces fue cuando Balboa, con la bandera real de Castilla y León, «con una espada desnuda y una rodela [escudo pequeño] en la mano entró en el agua de la mar salada, hasta que le dio en las rodillas», y tomó posesión del Océano Pacífico en el nombre de Dios y de los Reyes Católicos.
Balboa dió al golfo del descubrimiento el nombre de San Miguel, cuya fiesta litúrgica era el 29 de septiembre. Quiso Dios conceder a este pequeño grupo de cristianos, a quienes había dado el inicial conocimiento de América, descubrir el inmenso Océano Pacífico, de unos 15.000 kilómetros de extensión, el mayor de los mares de la tierra. Por él se alcanzaba, y se alcanzaron, otros mundos nuevos, distintos al de América, de grandes islas –Australia, Filipinas, Indonesia y tantas otras–, que daban acceso al este del gran continente de China y de la India. Para comunicar a los Reyes estas importantes noticias mandó Balboa a Pedro de Arbolancha, con el que envió para la Corona el quinto de las riquezas obtenidas, tal como esteblecían las leyes. Muerte de Balboa
Balboa y los suyos regresaron a Santa María en enero de 1514, llevando no solamente un gran botín en oro, perlas y algodón, sino también la gran noticia del descubrimiento del Océano Pacífico. Acusaciones de Enciso contra Balboa en el Consejo de Indias habían conseguido que un nuevo gobernador, Pedro Arias de Ávila (Pedrarias Dávila), sustituyera a Balboa. En septiembre de 1514 fue éste nombrado por la Corona adelantado del Mar del Sur y gobernados de Panamá y Coiba, subordinado, sin embargo, al nuevo gobernador, al que se ordenaba que dejase libertad a Balboa en sus diversas iniciativas. Los campos y competencias del uno y del otro quedaron un tanto ambiguas.
Pedrarias cambió la política pacífica de Balboa con los indios por otra inclinada a la guerra y al saqueo. En 1515 escribió Balboa al rey quejándose de las atrocidades cometidas a veces por Pedrarias. Las tensiones entre uno y otro se suavizaron cuando en abril de 1516 Balboa casó por poderes con la hija de Pedrarias, María de Peñalosa, que estaba en España; y nunca llegaron a conocerse.
Balboa quiso continuar sus exploraciones por el Mar del Sur, para lo que, con el consentimiento de Pedrarias, fundó la empresa «Compañía del Mar del Sur», que Pedrarias consintió de mala gana. Y entre 1517 y 1518 viajó Balboa con 300 hombres hasta Acla, donde se daba la mejor madera para la construcción naval. Construyó cuatro naves y realizó varias navegaciones de exploración.
Después de aventuras diversas, intrigas y complejos sucesos, Balboa fue acusado de rebelarse contra Pedrarias, buscando crear una gobernación aparte en el Mar del Sur. Abierto contra él un proceso, fue condenado a muerte el 15 de enero de 1519, con otros cuatro de los suyos. Ya en el patíbulo proclamó el pregonero:
«Ésta es la justicia que el Rey y su teniente Pedro Arias De Ávila mandan hacer contra este hombre por traidor y usurpador de los territorios de la Corona». Núñez de Balboa le respondió con estas últimas palabras: «Mentira. Nunca halló cabida en mí semejante crimen. He servido al Rey como leal, sin pensar sino en acrecentar su dominios».
Pedrarias había apresado a Balboa después de citarlo engañosamente en una afectuosa carta. Entre el grupo de los soldados que se la hicieron llegar estaba Francisco Pizarro, que más tarde, por encargo de Pedrarias, dirigió la expedición que logró el descubrimiento del Perú y la conquista del imperio Inca. Sólo la Corona tenía autoridad sobre América
Pedrarias logró la muerte de Balboa invocando criminalmente un principio muy importante que debemos conocer. La Corona española, a medida en que iba conociendo la inmensidad de los territorios que el Papa le había confiado, fue cobrando conciencia cada vez más firme de que era absolutamente necesario evitar las expediciones, descubrimientos y conquistas realizadas por iniciativas privadas, ajenas al impulso y autorización de la misma Corona.
Podrían, si no, haberse formado en América sin orden ni concierto, quizá por obra de comerciantes buscadores únicamente de riquezas, o incluso de bandas organizadas de prófugos de la justicia, diversos reinos y gobernaciones al margen de la autoridad de los Reyes españoles, dando lugar a grandes males, sobre todo en perjuicio de los indios.
Por eso los Reyes, ya desde el principio, mandaron con máximo empeño en diversas ordenanzas, lo que en 1680 recogió la Recopilación de las leyes de Indias (libro IV, ley IV: De los descubrimientos).
«Que ninguna persona haga por su autoridad nuevo descubrimiento, entrada, población o ranchería. Establecemos y mandamos que ningun persona, de cualquier estado y condición que sea, haga por propia autoridad nuevo descubrimiento por mar, o tierra, ni entrada, nueva población, o ranchería en lo descubierto, o por descubrir de nuestras Indias sin licencia, provisión nuestra, o de quien tuviere nuestro poder para concederla, pena de muerte, y perdimiento de todos sus bienes para nuestra cámara. Y mandamos a los virreyes, audiencias, gobernadores y otras justicias, que no den licencia para hacer nuevos descubrimientos, sin consultarnos, y tener licencia nuestra», etc. En virtud de este justo y necesario principio, aplicado criminalmente por Pedrarias, fue asesinado Vasco Núñez de Balboa. Resurrección de Balboa
La mayoría de las cartas de Balboa, quizá por maniobra de Pedraria y sus colaboradores se perdieron. Pero su vida y sus servicios a la Corona fueron recogidos por el cronista Fernández de Oviedo y por Bartolomé de las Casas. Los dos se apoyaban en las informaciones dadas por el Obispo Quevedo, que, como testigo presencial, realzaba a Balboa frente a un Pedrarias cruel, envidioso y codicioso.
La verdad sobre Balboa fue con esa base recuperada en el siglo XIX por sus biógrafos, el español Manuel José Quintana, y el estadouniense Washington Irvign. Su memoria positiva se ha reafirmado en las naciones.
En Panamá especialmente se mantiene el recuerdo de este gran descubridor y conquistador de América. Le dedica monumentos, y da su nombre a calles, plazas a instituciones. También la moneda nacional se llama balboa, y la Orden de Vasco Núñez de Balboa, establecida en 1933, es la máxima condecoración panameña.