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SAN JUAN CRISÓSTOMO (347-407)


Doctor de la Iglesia, nació en Antioquía, aprox. 347, y murió en Comana en Ponto el 14 de septiembre de 407.

El nombre

El sobrenombre “Crisóstomo” aparece por primera vez en la “Constitución” del papa Vigilio en el año 553. Es reconocido como el más grande predicador cristiano y doctor de la iglesia griega. Chrisostomos “boca de oro” llamado así debido a su elocuencia; chrysós, ‘oro’ y stomos, ‘boca’.

Contexto histórico

Crisóstomo nació en Antioquía, la segunda ciudad más importante del Imperio Romano de Oriente después de Constantinopla. En el siglo IV se produjeron varias disputas religiosas que perturbaron la paz del imperio. Antioquia padeció los conflictos entre maniqueos, gnósticos, arrianos, apolinaristas, judíos, paganos.

Niñez y educación

Su padre, Segundo, era un oficial de alto rango en el ejército sirio. Murió poco después del nacimiento de Juan, y Antusa, su mujer, se hizo cargo de sus dos hijos: Juan y una hermana mayor. Antusa era una mujer de inteligencia y carácter. Educó a su hijo en la piedad y lo envió a las mejores escuelas de Antioquía.

Crisóstomo fue alumno de Libanio, famoso orador y defensor del paganismo de Roma. Libanio quedó maravillado con la elocuencia de su discípulo y previó para su pupilo una brillante carrera como estadista o legislador.

Encuentro con el obispo Melecio

Un encuentro con el obispo Melecio (367) resultó decisivo en la vida de Juan, quien comenzó a estudiar teología con Diodoro de Tarso (uno de los líderes de la escuela de Antioquía) mientras mantenía un ascetismo extremo.

Crisóstomo estudió las Sagradas Escrituras y escuchó los sermones de Melecio con gran devoción. Tres años después recibió el Bautismo y fue ordenado lector.

Atraído por el deseo de una vida más perfecta entró en una de las sociedades ascéticas bajo la dirección espiritual de Carterio y Diodoro, que sería obispo de Tarso. La oración, el trabajo manual y el estudio de las Escrituras eran sus ocupaciones. Sus primeros escritos tratan temas de ascetismo y monaquismo.

Cuatro años después, Crisóstomo decidió irse a vivir a una de las cuevas cercanas a Antioquía como anacoreta. Allí estuvo dos años, pero su salud se deterioró y tuvo que regresar a Antioquia, donde continuó su oficio de lector en la Iglesia.

Diácono (381) y sacerdote (386)

A comienzos de 381, fue ordenado diácono por Melecio antes de que se desplazara a Constantinopla para presidir del II Concilio Ecuménico. Allí le sorprendió la muerte al obispo Melecio. Su sucesor fue san Flaviano, a quien Crisóstomo asistió como diácono en las funciones litúrgicas, cuidó a enfermos y pobres, y enseñó a los catecúmenos.

Uno de los hechos más curiosos de su vida es su huida para no ser ordenado sacerdote, a lo cual debemos su tratado Sobre el Sacerdocio. Crisóstomo fue ordenado sacerdote por san Flaviano en el 386. Su principal tarea durante los siguientes doce años fue la de predicar. La prédica usual de Crisóstomo consistía en explicaciones de las Escrituras.

En la Pascua de 387 mostró la eficacia de su oratoria con sus sermones “Sobre las Estatuas”. El pueblo de Antioquia, enfadado por la recaudación de nuevos impuestos, había volteado las estatuas del emperador Teodosio. Crisóstomo ofreció veinte sermones consoladores y exhortativos, hasta que el obispo Flaviano trajo desde Constantinopla el perdón del emperador.

OBISPO DE CONSTANTINOPLA (398)

Crisóstomo debía ser el sucesor de Flaviano en Antioquia pero el 27 de septiembre de 397 murió Nectario, Obispo de Constantinopla. Había rivalidad en la capital por la sede vacante. El emperador Arcadio, por sugerencia de su ministro Eutropio, envió a Juan Crisóstomo a Constantinopla. Crisóstomo fue ordenado Obispo de Constantinopla el 26 de Febrero de 398 en una gran asamblea de obispos, por Teófilo, Patriarca de Alejandría, quien había sido obligado a renunciar a su propio candidato.

Reformas de Crisóstomo:

La nueva posición de Crisóstomo no era fácil pero Constantinopla comenzó a sentir el impulso de una nueva vida eclesiástica. La necesidad de reforma era innegable. Crisóstomo comenzó “barriendo las escaleras desde arriba”:

Reformas en la casa episcopal:

- Ordenó reducir los gastos del mantenimiento de la sede episcopal.

- Puso fin a los frecuentes banquetes

- Vivió con la sencillez que había cultivado como sacerdote y monje.

- Construyó un hospital con el dinero ahorrado de sus gastos domésticos.

Reformas en el clero:

Con relación al clero, prohibió en las casas del clero a las mujeres que habían hecho votos de virginidad y atendían a los sacerdotes. También procedió contra quienes, por avaricia o lujuria, habían producido escándalo.

Reformas en los monjes:

A los monjes, muy numerosos en Constantinopla, los confinó en sus monasterios, sobre todo a quienes preferían vagar sin disciplina ni rumbo.

Reformas en los laicos consagrados:

También reformó a las viudas eclesiásticas. Algunas vivían de manera mundana. Las obligó a casarse nuevamente o a observar las reglas exigidas por su estado.

Constantinopla, capital de la caridad cristiana en el Oriente:

Crisóstomo predicó contra las extravagancias y las vanidades de los ricos. Las clases altas de Constantinopla no estaban acostumbradas a su lenguaje pero el pueblo apreciaba sus sermones y lo aplaudían en la iglesia.

Organizó la ayuda a los necesitados. Se establecieron refugios para los pobres, horfanatos, hospitales. En adelante, Constantinopla sirvió de modelo para la organización de ayudas en otras ciudades.

Uno de los recursos de Crisóstomo fue el mover los corazones de grandes damas y caballeros de la alta nobleza. La palabra de Crisóstomo movió, entre otros, al prefecto de la ciudad, Nebridius, que dedicó el sueldo de un año entero a ayudar a los pobres. Incluso más generosa fue su esposa Olympias, quien al enviudar dedicó su inmensa fortuna a los monasterios y hospitales. Su aspiración desde entonces fue socorrer a los presos, desterrados, pobres y a todo el que sufría alguna clase de necesidad.

Intrigas entre la nobleza:

En la Corte estaba Brison, primer acompañante de la emperatriz Eudoxia, quien también se hizo amiga de Crisóstomo. Sin embargo, esta amistad no duró mucho. Eutropio, ministro y cónsul, abusó de su influencia y persiguió a sus adversarios privando a algunas personas ricas de sus propiedades. Crisóstomo fue a advertirle de los resultados de sus propios actos.

La emperatriz Eudoxia fue indispuesta contra Crisóstomo. Ella misma cometió una injusticia privando a una viuda de su viñedo. Crisóstomo intercedió por la viuda y la emperatriz se ofendió. Desde entonces hubo una rivalidad entre la corte imperial y el palacio episcopal. El período de alienación comenzó alrededor del año 401.

En el 399, Eutropio cayó en desgracia y huyó a la iglesia. Como él mismo había intentado abolir la inmunidad del asilo eclesiástico, la gente estaba en contra suya. Crisóstomo calmó los ánimos con su famoso sermón sobre Eutropio. El ministro caído en desgracia se salvó por el momento, pero intentó de escapar durante la noche y fue capturado y exiliado.

Inmediatamente ocurrió otro suceso más peligroso: Gainas, uno de los generales imperiales, fue enviado a someter a Tribigild. Pero en el verano de 399 Gainas se alió con Tribigild y para restaurar la paz el emperador Arcadio tuvo que someterse a humillantes condiciones. Gainas fue nombrado comandante en jefe del ejército imperial. Le tuvieron que ser entregados Aureliano y Saturnino, dos hombres del más alto rango en Constantinopla. Crisóstomo aceptó una misión ante Gainas que se saldó con la liberación de Aureliano y Saturnino.

La autoridad de Crisóstomo se había fortalecido por la firmeza de carácter que había demostrado en estos conflictos. Sin embargo, aumentaron los celos de quienes gobernaban el imperio: una camarilla de cortesanos con la emperatriz Eudoxia al frente. A éstos se les unieron algunos obispos provinciales: Severiano de Gabala, Antíoco de Ptolemais y Acacio de Beroea, quienes preferían las atracciones de la capital a residir en sus propias ciudades. El más intrigante era Severiano, quien pretendía ser el rival de Crisóstomo en elocuencia.

En el primer mes de 401, Crisóstomo fue a Éfeso, donde designó un nuevo arzobispo y con el consentimiento de la asamblea de obispos depuso a seis obispos por simonía. Mientras tanto habían ocurrido en Constantinopla desagradables sucesos. El obispo Severiano había entrado en abierta enemistad con Serapión, el archidiácono y oeconomus de la catedral y del palacio episcopal. Crisóstomo halló el caso tan serio que invitó a Severiano a regresar a su propia sede. La reconciliación que siguió no fue sincera, al menos de parte de Severiano.

Teófilo, Patriarca de Alejandría, hacia el fin del año 402 fue convocado por el emperador para disculparse ante el sínodo de Constantinopla que presidía Crisóstomo por varios cargos que habían sido presentados en su contra por monjes Egipcios. El patriarca los había perseguido por origenistas. Teófilo tenía agentes y amigos en Constantinopla y conocía el estado de las cosas en la corte.

En ese tiempo Crisóstomo pronunció un sermón contra la vana lujuria de la mujer. La emperatriz se lo tomó como si ella fuera la aludida. El terreno estaba preparado. Teófilo apareció en Constantinopla en Junio de 403 con veintinueve de sus obispos sufragantes, con una buena cantidad de dinero y todo tipo de regalos. Tomó alojamiento en uno de los palacios imperiales y se entrevistó con los adversarios de Crisóstomo.

Una lista de ridículas acusaciones fueron vertidas contra Crisóstomo, quien con cuarenta y dos obispos reunidos para juzgar a Teófilo de acuerdo con las órdenes de emperador Arcadio, fue convocado a presentarse él mismo y disculparse. Crisóstomo rehusó reconocer la legalidad del sínodo.

Tras ser citado tres veces y con el consentimiento del emperador, Crisóstomo fue depuesto de su sede. Para evitar derramamiento de sangre, se rindió a los soldados que lo esperaban. Las amenazas del pueblo en rebelión atemorizaron a la emperatriz y temiendo algún castigo del cielo por el exilio de Crisóstomo ordenó su restauración. Crisóstomo entró en la capital ante el regocijo del pueblo y Teófilo y sus partidarios huyeron de Constantinopla. El retorno de Crisóstomo fue una derrota para Eudoxia y revivió su rencor.

Dos meses después, una estatua de plata de la emperatriz fue descubierta en la plaza frente a la catedral. Las celebraciones, que duraron varios días, molestaron los oficios en la iglesia. Crisóstomo se quejó al prefecto de la ciudad, quien informó a Eudoxia que el obispo se había quejado de su estatua. Esto bastó para que la emperatriz llamara a Teófilo y a los otros obispos para que depusieran a Crisóstomo nuevamente. Sin embargo, Teófilo no deseaba correr el mismo riesgo por una segunda vez y escribió a Constantinopla que Crisóstomo debía ser condenado por haber reentrado a su sede en oposición a un artículo del Sínodo de Antioquía mantenido en el año 341 (un sínodo Arriano).

Los demás obispos no tenían ni la autoridad ni el coraje para enjuiciarle pero urgieron al emperador a que firmara un nuevo decreto de exilio. Un doble atentado contra la vida de Crisóstomo fracasó. En Vísperas de Pascua de 404, cuando todos los catecúmenos iban a recibir el bautismo, los soldados imperiales entraron en el baptisterio y dispersaron a la congregación. Arcadio firmó el decreto y el 24 de junio de 404 los soldados condujeron a Crisóstomo al exilio.

Exilio

Al salir de Constantinopla, una explosión destruyó la catedral, el senado y otros edificios por lo que los seguidores de Crisóstomo fueron acusados del crimen y perseguidos. Arsacio, un anciano, fue designado apresuradamente sucesor de Crisóstomo pero pronto le sucedió Ático. Los oponentes del nuevo obispo eran castigados con la confiscación de su propiedad y el exilio.

Crisóstomo fue exiliado en Cucuso, en la frontera este de Armenia. Mantenía correspondencia con sus amigos y no abandonó la esperanza de volver a Constantinopla. Cuando se supo de su exilio en occidente, el Papa y los obispos italianos se declararon en su favor. El emperador Honorio y el Papa Inocencio I convocaron un nuevo sínodo pero sus delegados fueron apresados y enviados a casa. Las esperanzas de Crisóstomo se desvanecieron.

Muerte

En el verano de 407 se dio la orden de llevarlo a Pithyo, un lugar en la frontera del imperio cerca del Cáucaso. Fue forzado a hacer largas marchas expuesto al sol, a las lluvias y el frío de las noches. Su cuerpo, debilitado por las enfermedades, se resintió. El 14 de septiembre el grupo estaba en Comana en Ponto. Crisóstomo había pedido descansar pero fue forzado a continuar su marcha. Pronto se sintió tan débil que tuvieron que volver a Comana. Algunas horas después Crisóstomo murió. Sus últimas palabras fueron: "Doxa to theo panton eneken" ("Gloria a Dios por todas las cosas").

Fue enterrado en Comana. El 27 de enero de 438, su cuerpo fue trasladado a Constantinopla con gran pompa y puesto en una tumba en la iglesia de los apóstoles donde Eudoxia había sido enterrada en el año 404.

OBRA DE SAN JUAN CRISÓSTOMO

Crisóstomo merece un lugar en la historia eclesiástica, no solo como Obispo sino como doctor de la Iglesia. Sus escritos se clasifican en “opúsculos”, “homilías” y “cartas”.

1. Tratados:

1.1. Exhortación a Teodoro lapso y Contra los enemigos de la vida monástica:

Estas dos breves obras están dedicadas a defender la vida monástica. La primera está escrita con ocasión del abandono del monasterio por parte de su amigo Teodoro de Mopsuestia. Se trata, pues, de una exhortación para que vuelva a practicar la vida eremítica. La segunda, en cambio, está destinada a combatir los prejuicios de los paganos –e incluso de los cristianos– contra la vida monástica. Ambas obras son anteriores a su ordenación sacerdotal.

1.2. Sobre el sacerdocio (373):

Entre los tratados, el más famoso es sin duda el que versa Sobre el sacerdocio, en el que diserta sobre los deberes del sacerdote siguiendo la pauta que le daba la "Apología de fuga" de San Gregorio de Nacianzo.

Es la obra del Crisóstomo más leída y traducida. Su influencia aún dura en nuestros días. Escrita posiblemente en torno al 373, adopta la forma de un diálogo entre él y su amigo Basilio. El motivo del diálogo es el comportamiento que deben seguir en caso de una eventual ordenación sacerdotal.

La obra expone la excelencia del sacerdocio y las cualidades y virtudes que el sacerdote debe poseer: santidad, paciencia, sabiduría, prudencia... Señala también el estilo de vida que ha de practicar el sacerdote y a qué tareas se ha de dedicar primordialmente. Entre éstas hace hincapié en la predicación: edificar la Iglesia, corregir a los descaminados, combatir a los herejes. Es, por tanto, un tratado de carácter fundamentalmente práctico.

1.3. Sobre la virginidad y la viudez:

Sobre la virginidad y la viudez, temas por los que muestra predilección, al igual que lo habían hecho los Padres Capadocios.

1.4. Sobre la educación de los hijos:

Su obra acerca de la educación de los hijos tiene un especial interés tanto por lo que nos muestra de la situación real de la educación en Antioquía como por el énfasis que pone en que el tema se aborde con responsabilidad.

Dirigido a los padres, consta de dos partes: la primera –sobre la vanagloria– está destinada a combatir el principal vicio de la Antioquía de su tiempo, o sea, el lujo y el libertinaje. La segunda parte es una exhortación llena de consejos prácticos sobre la formación moral de los hijos: la principal función de los padres –enseña– no es proporcionar a sus hijos bienestar y riquezas, sino una sólida formación cristiana en cuanto a la fe y a la moral.

1.5. Sobre el sufrimiento y contra los paganos y judíos:

Otros tratados tocan el tema del sufrimiento, o están destinados a refutar impugnaciones de paganos y judíos.

2. Homilias:

Juan Crisóstomo puede ser considerado como el mejor orador de toda la antigüedad cristiana. Sus sermones son numerosísimos –predicaba todos los días–, y se han conservado un buen número de ellos. Muchos de los sermones eran revisados por Juan Crisóstomo antes de la publicación; otros, sin embargo, no fueron revisados; hay algunos de los que conservamos dos versiones: una revisada por él, y otra no.

Crisóstomo preparaba sus discursos con gran cuidado, mirando sobre todo el bien de sus oyentes, que jamás se cansaban de oírle, aunque los sermones frecuentemente duraban un par de horas. Es más, en no pocas ocasiones interrumpían el discurso con aplausos.

2.1. Sobre los pobres:

En sus homilias encontramos vibrantes descripciones sobre las necesidades de los pobres, a quienes presenta medio desnudos, arrastrando sus miserias físicas y morales por las calles y plazas de la ciudad. Todo esto encaminado a mover el corazón de los ricos. Por su parte, Crisóstomo, predicaba con el ejemplo, socorriendo a muchas viudas, huérfanos, enfermos y necesitados.

2.2. Homilias exegéticas:

El mayor número de homilías que conservamos –varios centenares– son comentarios sistemáticos a libros del Antiguo y Nuevo Testamento. El método utilizado por el Crisóstomo es el propio de la escuela: exégesis literal de carácter moral.

2.2.1. Sobre el Antiguo Testamento:

Los principales comentarios sobre el Antiguo Testamento son las sesenta y siete homilías “Sobre el Génesis”, cincuenta y nueve homilías “Sobre los Salmos”, un comentario sobre los primeros capítulos de "Isaías". Los fragmentos de Job son espurios; la autenticidad de los fragmentos sobre Proverbios, sobre Jeremias y Daniel, y la Sinopsis del Viejo y Nuevo Testamento es dudosa.

2.2.2. Sobre el Nuevo Testamento:

Sus noventa homilias sobre el Evangelio de San Mateo son el comentario más antiguo que tenemos sobre este evangelio (alrededor del año 390). Su exégesis es de carácter moral, de acuerdo con el método propio de la Escuela antioquena. San Juan Crisóstomo mueve a la conversión a quienes, siendo cristianos de palabra, no lo son con sus obras.

Ochenta y ocho homilías sobre el Evangelio de San Juan, cincuenta y cinco homilías sobre Los Hechos de los Apóstoles, y homilías sobre todas las Epístolas de San Pablo: Carta a los Romanos (32 homilias), Carta a los Corintios 1 y 2 (77 homilias), Carta a los Efesios (24 homilias), Carta a los Filipenses (15 homilias), Carta a los Colosenese (12 homilias), Carta a los Tesalonicenses 1 y 2 (11 homilias), Carta a Timoteo, Tito y Filemón (37 homilias), Carta a los Hebreos (34 homilias).

2.3. Homilías dogmáticas:

Otra serie de homilías del Crisóstomo está dedicada a temas dogmáticos. Contra Eunomio, que sostenía que se puede conocer perfectamente a Dios en esta vida, San Juan predicó 12 sermones Sobre la naturaleza incomprensible de Dios, en los que explica que el hombre no sólo no llega a comprender la esencia divina, sino tampoco todas las manifestaciones de su omnipotencia.

Recientemente se han descubierto ocho Homilías bautismales, predicadas en Antioquía para instruir a los catecúmenos; tienen especial importancia porque dan a conocer la liturgia bautismal de finales de siglo IV.

2.4. Homilías morales:

Aunque toda la predicación de Juan Crisóstomo es de fondo moral, no obstante, tiene algunas homilías cuya finalidad inmediata era combatir los vicios de sus oyentes y procurar su mejoramiento moral. Entre éstas destacan dos homilías Contra los juegos circenses y una Sobre la limosna.

2.5. Homilías de circunstancias:

Otras muchas homilías fueron predicadas por diversos motivos: en fiestas litúrgicas –Navidad, Epifanía, etc.–, en la festividad de algún santo o con motivo de algún acontecimiento notable. Entre éstas últimas son célebres las 21 homilías por las estatuas. El motivo fue el motín del pueblo de Antioquía que llevó a derribar las estatuas del emperador, porque había decretado una subida de impuestos. El pueblo, temiendo las represalias del emperador, se reunía en la iglesia, y Juan les confortaba y animaba a su mejoramiento moral. Estas homilías consagraron a Juan como gran orador.

3. Cartas:

El epistolario de Juan Crisóstomo, sin ser muy abundante –236 cartas–, es de calidad. Todas están escritas desde su destierro, y generalmente son breves y dirigidas a personas muy diversas. Las cartas dan a conocer la impresionante personalidad de su autor: su celo apostólico, su humanidad y santidad de vida, su entereza de ánimo ante la situación adversa...

Las cartas más importantes son dos dirigidas al Papa Inocencio. En la primera le informa de lo que había ocurrido desde su llegada a Constantinopla hasta su deposición; la segunda está escrita a finales del 406. En ellas San Juan reconoce la supremacía de la sede romana, pues su situación le hacía ver con evidencia que un simple patriarca no puede ser garantía suficiente de la unidad de la Iglesia.

Orador

El éxito de Crisóstomo predicando se debe a su gran facilidad de palabra, a la forma popular de presentar sus pensamientos y a la convicción con que comunicaba el mensaje, el cual sentía le había sido entregado a él. Las explicaciones especulativas no le atraían, ni se hubieran adecuado al gusto de sus oyentes. Prefería temas morales y pocas veces seguía un plan regular. Su oratoria provocaba los aplausos de su congregación.

Escuela de Antioquía:

Crisóstomo es el principal representante de la Escuela de Antioquía. Diodoro de Tarso lo había iniciado en el método gramático-histórico de esa escuela, en oposición a la interpretación alegórica y mística de Orígenes y la escuela alejandrina. Pero Crisóstomo no excluyó las explicaciones alegóricas o místicas aunque las confinó a casos en los cuales el propio autor inspirado sugería este significado.

Teólogo dogmático

Crisóstomo no era una mente especulativa, ni estuvo involucrado en grandes controversias dogmáticas. Desde sus comienzos fue considerado por los griegos y los latinos como un testigo de la fe.

En el Concilio de Éfeso (431) san Cirilo y los antioquenos lo citaban en favor de sus opiniones. En el VII Concilio Ecuménico, cuando un pasaje de Crisóstomo fue leído en favor de la veneración de imágenes, el obispo Pedro de Nicomedia exclamó: “Si Juan Crisóstomo habla de ese modo de las imágenes, ¿quién se atreverá a hablar contra ellas?”

En la Iglesia Latina, Crisóstomo fue citado aún antes. El primer escritor que lo citó fue Pelagio, cuando escribió su perdido libro "De Naturæ" contra San Agustín (c. 415). Agustín, poco tiempo después (421), empleó la enseñanza de Crisóstomo en su controversia con Julián de Eclana.

Durante la Reforma, hubo ácidas discusiones sobre si Crisóstomo era protestante o católico. Las polémicas no han cesado. Es cierto que Crisóstomo tiene algunos pasajes que parecen ignorar la confesión privada a un sacerdote y que no tiene pasajes en favor de la primacía del Papa, pero reconoce la tradición de la Iglesia como una regla de fe. Esta Iglesia, dice, es sólo una, por la unidad de su doctrina; está esparcida por todo el mundo, es la única Novia de Cristo.

Con relación a la Cristología, afirma que Cristo es Dios y hombre en una persona, pero no ahonda en el modo de esta unión. Con relación a la Eucaristía enseña la presencia real y sus expresiones sobre el cambio forjado por las palabras del sacerdote son equivalentes a la doctrina de la transubstanciación.


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