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JOSE VILANOVA MIR (1850-1932) Coadjutor

JOSE VILANOVA MIR (1850-1932)

Coadjutor



Nacimiento: FIGUEROLA D´ORCAU (Lleida), 7-11-1850

Inicio noviciado: BARCELONA, 30-11-1872

Primera profesión: TREMP, 19-3-1875

Defunción: LES CORTS, 25-2-1932



José Vilanova, hijo de Juan y Magdalena, nació el día 7 de noviembre de 1850 en Figuerola d’Orcau (Lleida). Su vocación a la Congregación —dice el BOC— fue como la de los apóstoles. El Padre Manyanet le encontró el día 1 de noviembre de 1872 en Barcelona y aun cuando apenas le conocía, preguntóle que cuando pensaba alistarse en la sociedad que se iba formando. Mediaron unos ejercicios espirituales y otras consultas, y el 30 del mismo mes y año pasó a vivir en la calle de les Beates, número 2, 2º, en donde residía la pequeña comunidad formada por el Padre Manyanet, Miguel Lledós, Buenaventura Mullol y el joven Vázquez.


Cuál era el clima de aquella comunidad lo expresa este fragmento de carta que el Padre Manyanet escribía al P. Juan Barber, de Tremp, el 27 de febrero de 1873: «El P. Miguel (Lledós), como siempre; Ventura (Mullol), más fervoroso y sólido; Vázquez, obediente, bien que algo distraído, pero siempre sencillo; por último, José (Vilanova), creo llegará a ser santo. Está lleno de fervor y es muy humilde, desempeñando su cometido con la mayor precisión que puede».


El hermano José profesó en el Instituto el 19 de marzo de 1875, en Tremp. A partir de esta fecha acompañó al Padre Manyanet en sus idas y venidas de Tremp a Barcelona y en los inicios de las nuevas casas. Así, en diciembre de 1875, cuando el Instituto se hizo cargo de las escuelas de las calles Ponent y Sant Ferran, el hermano José cuidaba a otros alumnos de Tremp y de Barcelona que vivían en la misma residencia de la comunidad de la calle Elisabets, a pupilaje.


De allí pasó, en 1877, a la residencia de la Casa Salí, en la calle Tramontana de Sant Andreu de Palomar, y luego a la calle Sant Sebastià, 55, sede definitiva del colegio Jesús, María y José. Desde aquí, el hermano José vivió toda la epopeya fundacional del Padre Manyanet tanto respecto al Instituto masculino como, y de un modo particular, al femenino. Las referencias al hermano José en el epistolario del Padre Fundador son abundantísimas. Se conservan incluso algunas cartas dirigidas a él y otras escritas por él a religiosos o religiosas de ambos Institutos.


«El Hno. José —decía el Padre Manyanet en una carta del 31 marzo 1881 al P. Mullol— no será jamás infiel, sólo que de tiempo en tiempo se amohína y casi se exalta... Ahora ya está calmado, hasta nueva prueba, y así unos y otros nos vamos ejercitando».


El Hno. José residió en Tremp desde 1878 hasta 1885, momento en que descubrió la gravedad de las contusiones que sufría el Padre Manyanet. Estuvo en Santa Coloma de Farners y, durante la convalecencia del Padre Fundador, en Sant Andreu. En 1887 acompañó al P. Juan Gregori a la nueva fundación de Cambrils. La figura del Hno. José significó allí, en los primeros años, la continuidad de la labor del Instituto. Tuvo que aguantar el cambio de tres superiores en tres años. Hasta llegó a resentirse su salud, por lo que tuvo que pasar largas temporadas en Santa Coloma de Farners para rehacerse. El Hno. José siguió en Cambrils con los novicios, a partir de 1891 hasta que en 1892 el Instituto se hizo cargo del colegio-taller Niño Jesús, de Les Corts. El fue el primer superior y director del centro por espacio de cinco años, durante los cuales el colegio prosperó en todos los sentidos.


En 1897, el Hno. José dejó la dirección de Les Corts para acompañar al P. Miguel Campanyà en la nueva fundación de Sant Julià de Vilatorta, pero en abril de 1900, se hizo cargo nuevamente del colegio de Les Corts. Como superior de esta casa, que albergaba entonces a 120 alumnos internos, el Hno. José asistió al solemne acto en que el Padre Manyanet recibió los últimos sacramentos en diciembre de 1901 y al funeral y entierro de sus restos mortales el 18 del mismo mes. Más tarde, en julio de 1902, participó en el segundo capítulo general que eligió al sucesor del Padre Fundador. Desde esta fecha, en que dejó la dirección del colegio, hasta su muerte, el H. José permaneció en el colegio de Les Corts, convertido sucesivamente en aspirantado, noviciado y escolasticado y más tarde en casa general de la Congregación.


En 1904, desde Les Corts, escribe al P. Ramón Altimiras, superior de Sant Julià, para agradecerle la felicitación de San José y le dice: «Carísimo y Reverendo Padre: observancia, caridad y salud en Jesús,. María y José, nuestra esperanza y amor». Y refiriéndose a una recomendación, le hace este comentario: «Como los del mundo aunque buenos, son pocos los que comprenden que a un religioso le está mejor repartir sus sudores entre todos, que no consagrarlo a unos pocos de afecto particular, por eso le escribo para que le pueda decir que ya he cumplido, y no por exigirle nuevas cargas y sacrificios, que harto graves son los que gravitan sobre las espaldas de un Superior que quiera cumplir cual le piden las Reglas que profesó». Durante el verano del mismo 1904, residió una temporada en Aiguafreda «con el fin de reparar mi decantada salud, si es la voluntad de Dios; cuyo beneficio les deseo como para mí». El día 2 de enero de 1910, en plena efervescencia teatina, el hermano José hizo los votos solemnes, pero en 1915 «firmó las preces porque quería seguir perteneciendo a la Sagrada Familia». En este momento residía en el colegio Nazareno, de Blanes, en compañía del P. Buenaventura Mullol.


Es fácil suponer que el hermano José fuese un buen apoyo para el P. Mullol en aquellos delicados momentos en que, desde la atalaya de la Peña de Blanes, contemplaba, impotente, la progresiva destrucción del Instituto, la obra del Padre Fundador, a quien los dos precisamente habían seguido tan de cerca durante tantos años y le habían prometido una secreta fidelidad personal que, conscientemente, nunca traicionaron. Después de haber hablado claro con quienes debían, no les quedaba otro remedio que esperar con la oración y la confianza en Dios, en la hora de la Providencia. Ambos recordarían los largos años de anonimato de las religiosas y la entereza y obediencia del Padre Fundador durante los mismos, y les animaría a no desconfiar. El hermano José fue uno de los que entendió, ya entonces, la difícil situación personal del P. Mullol que, oficialmente, aparecía comprometido y responsable de aquel estado de cosas, y le hizo todo el costado que pudo.


Después de la restauración del Instituto, el hermano José acompañó al P. Buenaventura Mullol, nombrado superior de Les Corts, con la alegría que es de suponer. Al curso siguiente, 1917-18, el hermano José siguió en la casa de Les Corts, convertido en Escolasticado y Noviciado de la Congregación, de la que prácticamente ya no se movió hasta el final de sus días. Se ocupó mientras pudo de las tareas domésticas y del huerto y, sobre todo, era una crónica viviente de la tradición del Instituto y un testimonio esclarecido de fidelidad religiosa y comunitaria para los jóvenes formandos.


El hermano José fue también el testigo 5.° del Proceso Informativo para la Beatificación del Padre Fundador y refirió detalles muy personales acerca de su vida y santidad. «Le tengo afecto especial y devoción al Siervo de Dios tan grande que no sé cómo expresarlo y siempre digo a los Hijos de la Sagrada Familia que si quieren alcanzar alguna gracia de Dios que la pidan por intercesión del Siervo de Dios. Yo me encomiendo siempre a su intercesión. Deseo ardientemente su Beatificación y hago todo lo que puedo para conseguir este fin». «Puedo decir —añadió más adelante— que jamás vi desmentidas en el Siervo de Dios las virtudes de la fe, esperanza y caridad, aunque él se ocultaba de las miradas humanas, pero yo pude observar que estaba en la Iglesia todos los ratos que podía; que cuando otros tenían recreación él se quedaba en su aposento rezando; que su confianza en la Providencia era completa...»


En el colegio Sagrada Familia, de Les Corts, el 25 de febrero de 1932, falleció el Hno. José Vilanova a consecuencia de arteriosclerosis, a los 82 años de edad y 60 de vida religiosa, «habiendo sido su muerte piadosa y ejemplarísima —según decía la carta circular del P. Ramón Oromí—, como había sido toda su vida».


Era la «crónica viviente de la Congregación». «Siempre laborioso, intensamente piadoso y fidelísimo a toda prueba, afirma el BOC. La paciencia, la moderación y la prudencia resplandecían en el venerable hermano con fulgores de santidad y perfección».


Sus restos mortales descansan en el cementerio de Sant Andreu de Palomar.



Fuentes: Album de Familia, Documenta 2

Expediente personal y correspondencia.

BOC 11 (1931, 1) 18; 16 (1932, 2) 11.

La Sagrada Familia 5 (1903) 6; 34 (1932) 144.

Epistolario del Padre Fundador (1873-1901)

Positio super virtutibus (Roma 1980) pp. 58-67.

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