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Joaquín Aragonés Araagonés (1918-1978) sacerdote



Nacimiento: ROQUETES (Tarragona). 24-6-1918

Inicio noticiado: REUS. 12-10-1946

Primera profesión: REUS. 13-10-1947

Profesión perpetua: LES CORTS. 14-10-1950

Ordenación sacerdotal: BARCELONA. 12-6-1954

Defunción: BOGOTA. 17-8-1978



Joaquín Aragonés, hijo de Buenaventura y de Josefa, era natural de Roquetes (Tarragona) y había nacido el 24 de junio de 1918. Fue bautizado el día 15 de agosto del mismo año y confirmado por el obispo de Tortosa, Pedro Rocamora, en fecha no precisada. Es hermano del P. Javier, de nuestro Instituto y de otras dos hermanas religiosas de la Consolación.


Pasó la infancia y primera juventud en su casa, ocupado en las tareas del campo propias de la familia. Cumplió el servicio militar en 1939 y después ingresó en la orden del Carmen, en donde vistió y profesó como hermano coadjutor debido a su edad. Pero no se había resignado a renunciar a la gran aspiración de su vida: el sacerdocio, y así lo pedía constantemente a la Virgen María.


En 1945 entró en contacto con la Congregación que le abrió las puertas también para el sacerdocio. Obtenida la dispensa de votos y los permisos oportunos, ingresó en el colegio Jesús, María y José, de Sant Andreu, en calidad de aspirante al sacerdocio el 29 de julio de aquel mismo año. En el colegio Nazareno, de Reus, vistió el hábito el 12 de octubre de 1946 y profesó el 13 de octubre de 1947. Se estrenaba el colegio como casa noviciado, trasladada desde Begues. Eran connovicios del P. Joaquín, los PP. Buenaventura Sans, José Batlle y Antonio Facerías, entre otros. El P. Casimiro Roca era el maestro de novicios. En el seminario Sagrada Familia, de Les Corts, hizo los votos perpetuos el 14 de octubre de 1950.


El hermano Aragonés puso a prueba toda su fuerza de voluntad para superar los estudios de humanidades, latín, filosofía y teología que realizó con la ayuda de los mismos compañeros y la comprensión de los superiores y profesores. En vigilias de su promoción a las órdenes sagradas, escribía al P. Casimiro Roca: «Escríbame y oriénteme, Padre: V. R. conoce mi carácter, mis estudios ven puertas del sacerdocio, quisiera tener una orientación para desplegar mis pobres actividades dentro de la vida sacerdotal, pues, como ya le dije antes, quisiera aprovechar los días que me restan de vida, trabajando por mi propia salvación y ayudando en lo que fuera capaz a las almas».


El día 21 de diciembre de 1951 recibió la tonsura y el 19 de diciembre de 1952 y el 15 de abril de 1953, las órdenes menores; fue promovido al subdiaconado el 13 de marzo de 1954 y al diaconado el 25 de abril del mismo año. Recibió la ordenación sacerdotal en el santuario de Nuestra Señora de Pompeya, de Barcelona, el día 12 de junio de 1954. Celebró la primera misa solemne en la capilla del noviciado de las Religiosas de Nuestra Señora de la Consolación, de Tortosa.


Durante los años de formación, el hermano Aragonés aprovechaba las vacaciones de verano para dedicarse a la promoción de las vocaciones en las provincias de Burgos y, especialmente, de Castellón y Tarragona. Ya sacerdote, fue destinado al colegio San Luis, de Begues, como ecónomo (1955).


Desde 1956 a 1962 formó parte de la delegación norteamericana y trabajó como asistente, consultor y secretario en Santa Cruz, Chimayó y Greeley; fue también pro-superior de la residencia de Firebaugh (California). Regresado a España. en enero de 1963, fue vicario del colegio Santa María, de Blanes, y después del capítulo general de 1964, fue sucesivamente ecónomo del colegio Jesús, María y José, de Sant Andreu (1964), consultor y ecónomo del colegio Nazareno, de Reus (1967), ecónomo del colegio San Miguel, de Molins de Rei (1969), administrador del colegio San Ramón, de Vilafranca del Penedés (1974) y consultor del colegio Nuestra Señora del Rosario, de Reus (1975).


Sobre la fundación de California había escrito al Padre General en 1961: “Es muy triste, Padre, que por circunstancias económicas y demás, no podamos vivir en nuestra casa ni hacer vida religiosa, cuando realmente sentimos esta necesidad y es la vida que hemos profesado y a la que nosotros nos sentimos llamados. No quisiera que de ninguna manera tomara estas palabras como motivo de queja o protesta, es sólo una necesidad que siente mi espíritu y necesita mi vocación. Estaré aquí o a dónde me manden mientras tenga salud y me quede algo de vida, pero no dejo de reconocer que la situación de este lugar es muy triste v lamentable.


En enero de 1976 fue destinado a la nueva fundación de Colombia, residiendo en el centro Fe y Alegría, de San Juan de Luz. de Medellín, y desde 1978, en la nueva parroquia Santa Catalina de Siena, de Bogotá, de la que era vicario cooperador y en donde le sorprendió la muerte. Había sido también consultor de la delegación del Instituto en Colombia”.


El P. Aragonés vio con satisfacción la apertura de la Congregación hacia Colombia, precisamente porque llevaba una característica tan marcadamente vocacional. Por eso, a pesar de sus casi 60 años, se prestó generoso para trabajar allí. «Nuestras cosas de por aquí —decía en marzo de 1976—, yo creo que siguen su curso normal. Quizás no tan acertadas y triunfantes como todos deseamos, pero sí con mayor visión de seguridad y triunfo. Y, sobre todo, recordando siempre que las cosas de Dios, para que sean verdaderas y fecundas, deben llevar siempre sus dificultades y problemas». Y añade al final de la misma: «Quería decirle también que yo. por mi parte, estoy muy bien y me gusta trabajar en este país» (15/III/1976).


Las constantes de la vida del P. Joaquín han sido, particularmente, dos: su amor al sacerdocio y a la congregación. Su fuerza de voluntad, su indómita constancia le merecieron el sacerdocio que él quiso participar a otros en la misma Congregación. La eucaristía, la liturgia de las horas, la meditación y el santo rosario eran el alimento cotidiano que el P. Aragonés nunca negó a su vida religiosa y sacerdotal. Siguió siempre dedicado a la promoción vocacional, también en Colombia entre los monaguillos, y en 1965 había sido nombrado representante del Instituto ante el secretariado de vocaciones de la CONFER.


El amor a la Congregación lo demostró sobradamente con la fidelidad a sus oficios, la disponibilidad y la dedicación constante a los trabajos propios y a la conservación de los edificios. El trabajo era el hobby del P. Aragonés. La pintura, pequeños trabajos de albañilería y carpintería, la huerta y el jardín, ocupaban los ratos libres y los días de vacación.


En los últimos años de apostolado, en Colombia, se dedicó especialmente a los más pobres y desheredados. La gente le quería por su sencillez y la alegría de su entrega religiosa y sacerdotal. En el seminario de Medellín gozaba plantando árboles y cuidando el jardín, y en la parroquia de Bogotá pasaba largas horas en el confesionario y recorría con gusto las casas para visitar a los enfermos y ancianos.


El día 13 de agosto de 1978, mientras celebraba la misa, fue víctima de un ataque de apoplejía. Trasladado rápidamente, en estado inconsciente, a una clínica de urgencia, fue internado después en el Instituto Neurológico Colombiano de Bogotá en donde se le detectó un edema cerebral, mal funcionamiento del riñón y fallos del corazón. El lunes día 14, persistiendo la gravedad, se le administraron los últimos sacramentos. El martes 15 se le notó una mejoría y los médicos pensaron operarle para extraerle el edema. Lo intentaron el día 17, pero el corazón del P. Joaquín no lo resistió y dejó de latir a las siete y media de la tarde del mismo día. Contaba 60 años de edad y 31 de profesión religiosa en nuestro Instituto. Sus restos mortales descansan en los Jardines de Paz de Bogotá.


En medio del dolor cupo la satisfacción del afecto de los fieles, religiosos, religiosas, sacerdotes y autoridades eclesiásticas de Bogotá, y la esperanza de que el sacrificio del P. Joaquín, primer religioso fallecido en Colombia va a ser la semilla que fecundará los sacrificios y trabajos de la Congregación en aquel país, particularmente en las vocaciones.




Fuentes: Expediente personal y correspondencia.

BOC 31 (1947, 2) 31; 62 (1978) 145.

La Sagrada Familia, 1978, XII/14.

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