ANTONIO FAJAS BUIRA (1894-1961)
Coadjutor
Nacimiento: BARCELONA, 17-1-1894
Inicio noviciado: BLANES. 3-6-1909
Primera profesión: BLANES, 4-6-1910
Profesión perpetua: SANT ANDREU. 22-10-1916
Defunción: TRES ARROYOS. 29-1-1961
El día 17 de enero de 1894 nació en Barcelona Antonio Fajas, hijo de Enrique y María. Era sobrino del hermano Antonio Buira y siendo niño aún fue presentado al Padre Manyanet en los brazos de su madre para que lo bendijese. El Padre Manyanet dirigiéndose a la madre le dijo que Antonio sería religioso de la Congregación. La profecía empezó a cumplirse el 21 de junio de 1907 cuando ingresó como aspirante a la vida religiosa en la casa de Sant Andreu de Palomar.
El día 3 de junio de 1909 inició el noviciado en el colegio Nazareno de Blanes, profesando el 4 de junio del año siguiente. El 22 de octubre de 1916, después de la restauración teatina, profesó perpetuamente en Sant Andreu en manos del P. Luis Tallada. Durante los primeros años estuvo dedicado a los servicios domésticos en las comunidades en donde residió, pero presto los superiores se percataron de sus buenas cualidades y dotes personales para el trato de los alumnos internos y así fue sucesivamente enfermero, ropero, prefecto de disciplina, director de los actos religiosos, animador de juegos, etc. de los pensionados. Su carácter alegre y jovial le hacían el mejor amigo de todos.
Durante la restauración teatina, el hermano Fajas fue destinado a la casa de Sant´ Andrea della Valle, de Roma, pero regresó a España el 6 de junio de 1915 con el P. Jaime Mir y los estudiantes Fidel Fons, Ramón Gimo y José Fabré cuando ya se trabajaba activamente por la restauración del Instituto. No se sabe exactamente en qué momento llegó el hermano Fajas a Roma, pero en seguida se puso al lado del P. Tallada para alentarle en su labor restauradora. Es probable que hubiese ido a suplir la vacante que dejó el hermano Quingles. Luego estuvo sucesivamente en Sant Julià (1916-1925), según resulta de un permiso militar concedido por el Capitán de la IV Región Militar el 27 de abril de 1917; en el colegio San Pedro Apóstol, de Reus (1926-1933); de nuevo en Sant Julià en donde le sorprendió la revolución de 1936 y en el Seminario de Les Corts (1949-1953).
Precisamente estando en Reus, tuvo la satisfacción de poder celebrar el 75 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Era el 8 de diciembre de 1929. Hubo Oficio solemne con sermón del P. Juan Franquesa, y por la tarde «tuvo lugar en el gran salón del colegio un acto literario musical que adquirió gran relieve por las autoridades que presidieron la velada, por la concurrencia enorme y por el feliz desarrollo de un nutrido y selecto programa en que el arte, la religión y el patriotismo fueron exaltados por los distinguidos alumnos y demás que tomaron parte en dicha sesión, cuyo éxito fue muy celebrado por las distinguidas personalidades y por todo el numeroso público».
En todos los colegios por donde pasó —dice La Sagrada Familia—, dejó luminosa estela de actividad y de una vida consagrada por entero a la formación de los niños confiados a su cuidado...
Religioso observante y piadoso, adherido a la autoridad y acérrimo defensor de la misma, se constituía en el brazo derecho del superior contra todo viento y marea que pudiera surgir en la comunidad. Viendo rezar uno al hermano Fajas quedaba uno edificado; y en la dirección de los rezos de los niños, se distinguía por la claridad de la expresión y las pausas tan marcadas, que uno se llevaba la impresión de que los niños rezaban con devoción y fervor y no como papagayos que repiten palabras sin sentido».
El hermano Fajas solía vestir de seglar, menos en los actos de comunidad, debido a la misión que tenía encomendada: chófer, compra en mercados, etc. Durante los años que estuvo en Sant Julià fue director de la sección avícola de la Granja. En el recién inaugurado Seminario de Les Corts era el despensero y el cocinero. Una estampa característica del hermano Fajas era la de verle realizar cada año, al aproximarse la fiesta de Reyes, la matanza del puerco para llenar la despensa del colegio de Huérfanos. Para Sant Julià fueron más difíciles los años de posguerra que los de la misma guerra, pues la Generalitat se había hecho cargo del colegio durante la misma. En cambio después hubo que reducir el numero de internos hasta 25 en el año 1940 y a 32 el 1941. A pesar de que los miembros del Patronato buscaban la solución para esta crisis, era el hermano Fajas con los demás miembros de la comunidad quiénes sufrían al no poder alimentar debidamente a aquellos muchachos. A partir de 1945, gracias a un acuerdo con la Diputación de Barcelona, mejoró notablemente la situación y los alumnos llegaron hasta 85.
En 1953, tras un intento fallido de entrar en los Estados Unidos, fue destinado al colegio Jesús Adolescente, de Tres Arroyos, en donde permaneció hasta su muerte. El hermano Fajas fue el encargado de los pupilos o pensionistas. «Tengo —escribía recién llegado al P. Honesto Tatjer en abril de 1953— en todo y por todo el cuidado, vigilancias, estudios y dormitorio de los pupilos mayores, o sea los nacionales, como llaman acá. Como se comprende —explicaba— hay de todos los cursos, o sea, pequeños, medianos y mayores, dos cumplen el servicio militar; en el colegio solamente comen, duermen y estudian; para las clases van al Instituto o Nacional, como llaman ellos. Esto quiere decir que están más fuera que dentro, y que para obligarles a una disciplina, se necesita una delicada táctica y mucha pupila... Como tengo muchos ratos libres, los empleo en trabajos manuales, sobre todo en la confección de confituras, mermeladas, jaleas, membrillos... Dentro de poco empezaremos la matanza de los cerdos y también quiero lucir mis habilidades, les enseñaré como se hacen las butifarras catalanas...»
El hermano Fajas tuvo una sensibilidad especial hacia las casas de formación, los seminarios menores de un modo particular. En Sant Julia y en Tres Arroyos se propuso como meta el contagio vocacional, y lo consiguió incluso en Argentina: «Vuestra Paternidad Reverendísima —escribía al padre general en marzo de 1960— nos dice que hagamos leña de nuestro propio bosque. Por mi parte, le repito lo que le dije en la visita canónica, que si hubiéramos tenido personal disponible para atenderlos, dos vocaciones, que tal vez hubiesen sido las primicias, se fueron al seminario... Yo me pregunto: ¿cómo podremos trabajar, si en vez de darnos facilidades, nos quitan fas herramientas? Perdone y disculpe si me he traspasado en algo, ya me conoce de tiempo y sólo me mueve el celo y el cariño por el colegio y, como he dicho antes, la mayor gloria de nuestra amada Congregación».
En todas partes el Hermano dejó el testimonio de su ejemplaridad en la observancia regular, en la vida de piedad personal y comunitaria, en la laboriosidad y en la alegría y buen humor. Era muy devoto de la Eucaristía y de la Virgen María, propagador de la comunión diaria entre los alumnos. Favoreció todas las iniciativas para procurar inculcarles una devoción filial a la Santísima Virgen, especialmente en el mes de mayo y en la novena de la Inmaculada.
El día 29 de enero de 1961 falleció en el colegio Jesús Adolescente víctima de cáncer de vejiga. Contaba 67 años de edad y 51 de vida religiosa. Fue enterrado en el cementerio de Tres Arroyos.
Uno de los pupilos del colegio, Ernesto Rizzi, lo recordaba así: «El Hermano atraía a los alumnos porque era un hombre santo. El vivía la santidad en cada cosa, aún las más mínimas, porque ponía el alma en lo que hacía, así fuera lavar platos... Lo tengo muy presente y todavía se me hace un calambre en el corazón cuando le evoco midiendo a grandes pasos la capilla grande y futura que él soñaba. Lo escucho a distancia cuando me hablaba de las vocaciones con que él había enriquecido a la Congregación. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando en la memoria lo encuentro, con su gran sonrisa y su enorme delantal negro, entregado a la limpieza de las mesas del comedor de los pupilos... El murió como había vivido: entregado por completo a la voluntad de ese Dios al que era imposible no reconocer en cada una de sus expresiones y actitudes... Por los rincones ha dejado el aroma y la señal de sus oraciones hechas obras en su ora et labora, que él realizó magistralmente.»
Fuentes: Expediente personal y correspondencia.
BOC 1 (1917, 3) 5; (1961, 3-4) 58.
La Sagrada Familia 32 (1930) 23; 1961; VI, 13.
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