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ANTONIO BUIRA MASCARÓ (1867-1939)

ANTONIO BUIRA MASCARÓ (1867-1939)

Coadjutor


Nacimiento: ALBELDA (Huesca), 28-2-1867

Inicio noviciado: SANT ANDREU, 3-6-1888

Prinicraprofesión: SANTA COLOMA DE FARNERS, 15-8-1889

Profesión perpetua: SANT ANDREU, 23-9-1900

Defunción: LES LLOSSES (Girona), 22-1-1939



Antonio Buira era natural de Albelda (Huesca) e hijo de José y Josefa. Había nacido el 28 de febrero de 1867. Tanto la familia Buira como la familia Mascaró han dado varios hijos e hijas a los Institutos del Padre Manyanet. El mismo hermano cuenta en las actas del proceso informativo que ingresó en el Instituto el día 13 de agosto de 1887 y que, tras haber estado 9 meses en el colegio de Sant Andreu, fue destinado sucesivamente a otras casas, hasta 1896 en que pasó a residir en la calle Elisabets con el Padre Fundador.


El primer destino del hermano Antonio fue Santa Coloma de Farners, a donde llegó a primeros de junio de 1888, tras haber vestido el hábito del Instituto el día 3 del mismo mes. En Santa Coloma hizo la primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1889 y la perpetua en Sant Andreu el 23 de septiembre de 1900.


El Hermano Buira estaba al frente de la cocina, tanto en Sant Andreu como en Santa Coloma, y a este quehacer se refieren las varias citas del epistolario del Padre Manyanet. «El dador, hermano Antonio —escribía al P. Buenaventura Mullol el 4 de junio de 1888 —viene a ésa destinado a fin de que pueda cuidar más de la cocina y quedar el hermano Ramón (Juvany) algo más libre, pero sin que le deje la dirección, etc., puesto que Antonio no es del todo tan económico y algún tanto descuidado, aunque tenga buena voluntad. Sabe bastante de guisar y si con prudencia no se le deja, dará buen resultado». Pero estuvo apenas un año, ya que en octubre del 89 regresó a Sant Andreu, pues «es preciso se venga luego el Hno. Antonio».


El servicio de la cocina y la estancia en Sant Andreu, le permitieron conocer bastante bien al Padre Fundador y captar ciertos detalles muy edificantes de su vida. «Yo puedo jurar —declaró bajo juramento— que jamás observé (en el Padre Manyanet) una imperfección y, en cambio, recogí ejemplos de virtud heroica. Era muy abnegado y mortificado en la comida y alguna vez que llegaba a casa pasada la hora de la comida de la comunidad, se contentaba con la comida sobrante que encontraba en los platos de los que habían comido ya. No permitía que otros cuidasen de su aposento».


En 1896, después del capítulo general, acompañó al Padre Manyanet en la nueva residencia de la calle Elisabets, de Barcelona. Allí estaba al cuidado del Siervo de Dios, a quien diariamente curaba las llagas que tenía abiertas desde 1885, atendía a un grupito de jóvenes pensionistas y empezó a trabajar en la administración de la revista La Sagrada Familia que nació, en 1899, precisamente en la residencia de la calle Elisabets. En 1897, durante un breve paréntesis, había formado parte de la comunidad del colegio de Huérfanos de Sant Julia de Vilatorta.


«Durante los seis últimos años de la vida del Siervo de Dios —declaró— yo estuve a su cuidado en calidad de hermano coadjutor y pude observar en él el ejercicio constante de todas las virtudes: era muy mortificado en los alimentos rehusando los alivios que necesitaba para su salud; era muy amable en el trato con el prójimo, como resultado del gran dominio de sí mismo; era muy fervoroso, sobre todo en la Santa Misa que yo le ayudaba; no se perdonaba los actos de comunidad y todos los días era puntual en levantarse, no obstante pasar muchas noches sin dormir a causa de su enfermedad habitual: tenía mucho celo para el provecho espiritual de sus hijos, y así yo recibí muchas correcciones que aceptaba muy agradecido porque veía en él un gran santo...»


«Un año antes de morir —recordaba— me dijo el Siervo de Dios: “Yo he de morir pronto, pero antes quiero ver tres cosas: volver a residir en el colegio de Sant Andreu (cuando me decía esto vivía en la Residencia de la calle Elisabets), ver aprobada la Congregación y la reapertura del colegio de Tremp”. En efecto, se cumplieron estos deseos del Siervo de Dios».


El hermano Antonio asistió en los últimos momentos al Padre Manyanet y le veló durante la noche del 17 al 18 de diciembre de 1901. «Mi devoción —confesó ante el Tribunal eclesiástico —me indujo a cortarle mechones de cabellos y trozos de sotana como reliquia». «Profeso especialísimo afecto y devoción (al Siervo de Dios), añadió; me encomiendo con frecuencia a su intercesión, deseo su Beatificación y trabajo para conseguirla dando a conocer sus virtudes». Estas y otras afirmaciones hizo el hermano Antonio en el proceso informativo, del que fue el testigo XIV. Sus declaraciones ocupan 9 páginas de la Positio super virtutibus, en donde han sido transcritas íntegramente.


Después de la muerte del Padre Fundador, el hermano Antonet —como se firmaba él—, siguió residiendo en la curia general, en Sant Andreu hasta 1916 y después en Les Corts hasta 1936, ocupado principalmente en la administración de la revista y de la VMD de la Sagrada Familia. Ya en 1904 había escrito al P. Ramón Altimiras, a la sazón superior de Sant Julia: «Vayan a recoger a la agencia una cesta llena de plantel de tomates que es lo que me pedía el Hno. Ramón (Juvany) por conducto del P. (Manuel) Cazador. Son de nuestro plantel, así es que no hay que pensar en pagarlos. Pidan todo cuanto en ello pueda servirles, puesto que estoy dispuesto a hacer todo cuanto de mí dependa para así corresponder en alguna manera a lo mucho que V. R. trabaja para propagar la devoción a la Sagrada Familia. Adelante sin retroceder / que a los que con celo trabajan / al maligno espíritu atajan / y así llegan a vencer. Por consiguiente ánimo y a no acobardarse, que de cobardes no se escribe nada» (10/V/1904). En otra del mes de julio le adjuntaba una larga lista de suscriptores de La Sagrada Familia, de la Plana de Vic, pendientes de pago de la suscripción. En 1912, publicó en la revista una gracia singular que la Sagrada Familia había concedido a una religiosa «fervorosa devota de la Sagrada Familia cuyo sagrado Grupo honraba su modesta celda, que siempre se había distinguido por su celo en propagar la devoción, proporcionando lectores a la revista y en organizar coros de la VMD... ¡Gracias sean dadas a Jesús, María y José!.»


Durante la restauración teatina estaba en Sant Andreu y tras haber firmado las preces declaró ante el visitador que lo había hecho «porque esperaba que al separarse reviviría otra vez en la Congregación la antigua paz y alegría perdida; que si bien deseaba pertenecer a la Sagrada Familia, acataría lo que Roma decida porque desea permanecer siempre religioso».


Por su condición de hermano, los jóvenes religiosos de la Congregación veían en el hermano Antonio el ideal de un alma consagrada en el Instituto. Opinaban de él, lo mismo que el Padre Fundador opinaba de él: que era un religioso observante y amante por demás de la vida religiosa, del Instituto, de la Sagrada Familia, del Padre Fundador, como tuvo oportunidad de manifestarlo en las frecuentes conversaciones informales que mantenía con los novicios y escolares de Les Corts. A pesar de estar ocupado en las cosas materiales, irradiaba siempre buen humor y el tenor de sus conversaciones era siempre espiritual. Fue siempre muy observante de los votos, particularmente del de pobreza, que fue el que más ejercitó por sus ocupaciones y encargos. Esperaba serenamente la muerte y hasta con alegría, en cualquier momento que se le presentase.


La revolución de 1936 le sorprendió en Les Corts, pudiendo refugiarse en Les Llosses (Girona). Allí falleció el día 22 de enero de 1939 a consecuencia de un ataque de apoplejía. Contaba 72 años de edad y 50 de profesión religiosa. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Les Llosses.


«El Señor tendrá en su santa gloria al Hno. Antonio (Buira), escribía el hermano Buenaventura Doménech al P. Samá el 29 marzo 1939, que tanto trabajó para la Congregación, a la que dedicó su vida entera. Han sido tantas y tan continuas las penas que se han sucedido en estos dos años, que si cada una de ellas se clava en el corazón, no sé ya si en él queda ni un espacio insignificante sin huellas de las heridas. No olvido ni olvidará al buen hermano en mis pobres oraciones. R.i.p.a.»




Fuentes: Expediente personal y correspondencia.

BOC 9 (1925, 4") 3; 10 (1926, 1") 1; 23 (1939, 2") 39.

Epistolario del Padre Fundador (1888-89).

Positio super virtutibus (Roma 1980) pp. 101-109.

La Sagrada Familia 14 (1912) 280.

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