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24 de julio: ADJUTORIO BALADA SALVA (1891-1962)

ADJUTORIO BALADA SALVA (1891-1962)

Sacerdote


Nacimiento: SANT MARTI SURROCA (Barcelona), 6-8-1891

Inicio noviciado: BLANES, 3-6-1909

Primera profesión: BLANES, 4-6-1910

Profesión perpetua: SANT JULIA DE VILATORTA, 29-10-1916

Ordenación sacerdotal: VIC, 20-3-1920

Defunción: BUENOS AIRES, 24-7-1962


Adjutorio Balada, hijo de Juan y de Antonia, nació en Sant Martí Surroca (Barcelona) el día 6 de agosto de 1891.


Exalumno del colegio San Ramón, de Vilafranca del Penedés, ingresó en el colegio Nazareno, de Blanes, en calidad de aspirante al sacerdocio y a la vida religiosa. Vistió el hábito de la Congregación el 3 de junio de 1909 y profesó el 4 de junio de 1910, ya en plena restauración teatina. No consta que hubiese emitido los votos solemnes ni siquiera resulta en ninguna estadística de comunidades o en las listas de los religiosos que firmaron las preces y fueron interrogados por D. Luis Mª Albert. Sin embargo, en septiembre de 1916, cuando visitó el colegio de Sant Julia el arzobispo de Tarragona, Antolín López Peláez, el hermano Balada estaba allí. Precisamente en Sant Julià hizo los votos perpetuos el 29 de octubre de 1916.


Residiendo todavía en Sant Julià, fue promovido a las órdenes sagradas en la diócesis de Vic: el 23 de diciembre de 1916 recibió la tonsura y órdenes menores; en las témporas de la Santísima Trinidad, junio de 1919, el subdiaconado; el 8 de diciembre del mismo año el diaconado, y fue ordenado sacerdote el 20 de marzo de 1920, cantando su primera misa solemne en la capilla del colegio de Sant Julia, el día 25 del mismo mes.


En 1922 fue destinado al colegio San Miguel Arcángel, de Molins de Rei, como ecónomo, pero el 31 de julio del año siguiente, salió de Barcelona con destino a las misiones de Estados Unidos, a la parroquia de Del Norte en concreto, en donde estaría apenas 3 años. De estos años del P. Balada en Estados Unidos, el P. José Cubells recuerda: «El P. Balada era la medalla al revés del P. (Ramón) Altimiras. Hombre reservado, quieto, de finos modales, la cabeza bien puesta sobre los hombros, pacífico, de pocos pero buenos amigos, de una piedad de un místico y la bondad de un santo. Tenía el físico de un actor de cine pero sin maquillaje. He visto yo pocos hombres de una hermosura tan varonil y atrayente. La cara rosada, llena y perfecta, de perfil helénico. Enseñaba a las socias de la Visita Mensual Domiciliaria a cantar el himno a la Sagrada Familia: “Jesús, José y María —de miel divino panal— si del hogar fuérais guía —la tierra sería —mansión celestial». En varios meses de ensayo no pasaron del divino panal. “Padre, me decían ellas, no podíamos. Mirando extasiadas aquella cara de ángel, no acertábamos ni a abrir la boca».


Regresó de Estados Unidos en el verano de 1926 y fue destinado al colegio Santa María de Blanes, desde donde acudía al noviciado para confesar a los aspirantes. El curso siguiente estuvo en Sant Andreu, pero ya en abril de 1928 embarcó hacia la delegación argentina. «Despidiéndome de Barcelona —escribía al año siguiente al P. Antonio Abella, en catalán —iba rezando el santo rosario para rectificar mi intención, purificar mis afectos y consolidar mis propósitos». Aunque, según el BOC, iba destinado al colegio de González Chaves, su destino final fue el nuevo colegio Sagrada Familia de Juárez, como ecónomo, en donde estuvo hasta 1931 en que, acompañando al P. Antonio Samá, formó parte también de la primera comunidad de la parroquia Jesús de Nazaret, de Buenos Aires, en dónde permanecería ya hasta al final de sus días. De esta comunidad fue, por lo general, vicario y secretario, menos en 1939 que fue superior por breve tiempo. Fue también vocal de la delegación y capellán de Nuestra Señora de Pompeya y confesor de varias comunidades religiosas femeninas.


A través de la correspondencia del P. Balada que se conserva en la curia general, se revela un verdadero Hijo de la Sagrada Familia, amante de la vida regular y de la austeridad religiosa y preocupado por mantener el espíritu de Nazaret y de familia «como es nuestro deber, siguiendo los pasos de nuestros santísimos Padres y Patronos de Nazareth. En cada una de las cartas dirigidas al P. Antonio Samá, ya superior general y antiguo párroco de Buenos Aires, le da cuenta del movimiento parroquial y económico y, al final del año, un resumen global y completo también de la comunidad.


«He pensado muchas veces tales hechos —escribía al P. Samá el 2 de marzo de 1937. refiriéndose a algunas inobservaciones— y otros por el estilo; pero según lo que he visto en otras Congregaciones religiosas, me parece que sin observancia es imposible atraernos las bendiciones del cielo sobre el aumento, desarrollo, prosperidad y prestigio de nuestra amada Congregación, la más simpática y hermosa y atrayente por cierto, propagar el culto e imitación de nuestros santísimos Padres Jesús, María y José, la Sagrada Familia de Nazaret... No he tenido la dicha de tratar al Padre Fundador mas procuro leer su santa vida; estuve unos seis años con el P. Buenaventura Mullol, de santa memoria, tan amante de la regular observancia, aquellas pláticas fervorosas, repletas de sentencias de la Sagrada Escritura y santos Padres; si uno tiene mucho talento pero le falta la observancia tanto peor, si lo ponen de superior, echará a perder la comunidad porque no cuidará la observancia y entrará la relajación; si ponen otro de superior no querrá sujetarse, criticará sus actos y hará fracasar sus proyectos...»


El mismo P. Samá agradecía estas reflexiones del P. Balada y apreciaba su celo y bondad. Con él compartía también los duros momentos de la guerra civil española y le animaba a la fidelidad: «Referente a lo nuestro —decía el P. Samá en marzo de 1937— es lamentable que no se cumpla: no podremos atraernos las bendiciones del cielo sin las cuales imposible será levantarnos después del batacazo recibido. Supla S.R. con su acreditada observancia y conocido fervor las deficiencias para que por el ejemplo se vaya restaurando y vigorizando la regular disciplina».


«No dejen de ayudarnos con algún envío en metálico —le decía en otra del 5 de abril de 1938—debo afrontar imperiosas necesidades. Tengo 14 aspirantes (en Roma) y estoy fabricando el nido (en Pálmoli) para mayor número que solicita a diario la admisión. Sin seminario no hay plantel, sin plantel no hay planta, y sin plantas no hay bosque donde puedan cobijarse las avecillas del cielo que Dios quiera enviarnos. Los bosques de allá han sido talados; urge la repoblación: es deber nuestro, mío sobre todo, pero sin medios no es posible y luchar entre el deber y la impotencia es exponerse al aplastamiento moral. Dios sobre todo. Hasta hoy, nuestros Padres se me portan como Ellos son: buenísimos, y nuestros mártires trabajan desde el cielo. Procuraré que la inobservancia no sea obstáculo a los favores que nos dispensan, ni neutralice las oraciones que les dirigimos, ni frustre la actividad que por la Congregación desplegamos en estas horas de prueba sin precedentes».


El mismo P. Balada le comentaba en septiembre del mismo año: «Me da alegría grande saber que aumentan los aspirantes. Esto consuela y anima, pues por otra parte ya vé cómo nos hacemos viejos y pronto no podremos trabajar: varios de mis compañeros han desaparecido ya; con las nuevas vocaciones subsistirá y prosperará la obra de nuestro querido Padre Fundador y la devoción a la Sagrada Familia».


En realidad, la salud del P. Balada no era muy buena. En 1952, debido a la debilidad de la vista, pidió y obtuvo la conmutación del Breviario, y en 1954 la facultad para poder celebrar cada día la misa votiva de la Virgen María.


En julio de 1962, ante los repetidos fallos del corazón y por no poder ser atendido debidamente en casa, fue internado en el policlínico italiano. «Durante estos últimos días—refería el P. José Pairó— lo más interesante era la espiritualidad. Comulgaba. Al iniciar la hora de la crisis final, le administré la unción de los enfermos y le impartí la bendición apostólica. Con toda la comunidad le hicimos la recomendación del alma. Tuvimos el consuelo de acompañarle en el último momento».


Falleció en el citado policlínico el día 24 de julio de 1962, a consecuencia de una parálisis progresiva. Contaba 71 años de edad y 52 de profesión religiosa. Sus restos mortales fueron inhumados en el cementerio de Flores, de Buenos Aires.



Fuentes: Documenta n.2 Album de Familia

Expediente personal y correspondencia.

BOC 7 (1923, 4º) 12; 12 (1928, 3º) 6; 24 (1940, 4º) 8; 47 (1963, 1º) 9.

La Sagrada Familia 23 (1921) 11; 1962, X, 14; 1968, IV, 108.

Correspondencia del P. Antonio Sama (1936-39).

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