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La historia de la tumba de Jesús dejó dos siglos de huellas en el edículo que la protege


El 22 de marzo del 2016 se vivió una extraña escena en la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén: representantes de los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa y de las comunidades greco-ortodoxa y armena se unían para una ceremonia poco habitual: la bendición de unos andamios.

Un acuerdo alcanzado con gran discreción

Durante los últimos meses, en secreto, los responsables de las Iglesias de Tierra Santa que custodian la basílica de la Resurrección han trabajado promoviendo una serie de estudios sobre la posibilidad de restaurar la Tumba de Cristo. Sin embargo, no es ningún secreto para nadie que la tumba, situada en el centro de la rotonda del Santo Sepulcro, está en un estado de deterioro avanzado.

Los trabajos y consultas han dado lugar a una conferencia a principios de marzo en Atenas en presencia de distintos ministros del gobierno griego, de los patriarcas greco ortodoxos de Atenas y de Jerusalén, Teófilo II, del custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, y del patriarca armenio Nurhán Manuguián, así como de un centenar de invitados. Durante el encuentro, la doctora Antonia Maropoulou, profesora de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, presentó los resultados del estudio dirigido por ella sobre el estado del edificio. El estudio, multidisciplinar, ha estado realizado en colaboración con muchos otros científicos griegos.

La profesora Moropoulou puso en evidencia los defectos estructurales del edificio desde su construcción. Además, reveló que algunos factores contemporáneos contribuyen a hacerlo todavía más frágil.

Importantes factores de deterioro

En primer lugar está la gran afluencia de peregrinos y turistas a la basílica. La causa principal de la torsión de los bloques de mármol se debe a la alteración de la argamasa, causada por la humedad creciente producida por la condensación de la respiración de los visitantes. Además, el estudio termográfico del lado Sur del edículo ha mostrado que el uso de las velas, consumidas durante horas a pocos centímetros de la estructura (si es que no la tocan directamente), son causa de las fuertes presiones térmicas sobre el mármol.

A todo esto se añade el humo, que provoca una acumulación de depósitos negros y oleaginosos que deterioran el mármol creando las condiciones para que se produzcan reacciones físico-químicas que aceleran la oxidación y el deterioro de las superficies arquitectónicas.

Los trabajos esperarán a que finalicen las fiestas de la Pascua católica y empezarán después de las fiestas ortodoxas. Previstos para una duración de al menos ocho meses, terminarán a comienzos de 2017, es decir setenta años después de la colocación de la armadura metálica, instalada durante el Protectorado británico. Los trabajos de restauración se documentarán continuamente por un equipo compuesto por cerca de treinta profesores de distintos departamentos de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, así como otros expertos por parte de los católicos y de los armenios que formarán parte del equipo.

El acuerdo al que han llegado las distintas Iglesias es el de llevar a cabo una restauración para su conservación. Se intentará desmontar el edículo para reconstruirlo de forma idéntica. Solo las partes más frágiles o rotas serán sustituidas. Las piezas de mármol que se puedan conservar serán pulidas y la estructura que las soporta se verá consolidada.

Los trabajos van a estar financiados por las tres confesiones cristianas del Santo Sepulcro: los griegos ortodoxos, los franciscanos y los armenios. A ellos se unirá la participación de financiación pública por parte del gobierno griego y benefactores privados. El Fondo Mundial para los Monumentos (World Monuments Fund, WMF) ha manifestado su interés en participar.

El edículo tiene 206 años de edad

Construido en 1809-1810 después del gran incendio de 1808 que dañó todo el conjunto del edificio, el edículo actual –de estilo barroco otomano-, no tardó en mostrar señales de fragilidad. Hasta 1868, la cúpula de la rotonda lo protegía solo parcialmente de la intemperie porque en la parte más alta había un oculus a cielo abierto. Sobre todo, el edículo empezó rápidamente a ceder bajo su propio peso. Lo que puede parecer un defecto de concepción proyectual, en realidad podría ser la opción por parte del arquitecto griego de la época, Nikolaos Komnenos, de conservar los vestigios del, o de los edículos precedentes. Las piezas de mármol habrían sido colocadas, por tanto, como una cubierta. "Como una cebolla", escribe Martin Biddle en su libro La tumba de Cristo.

Construido de forma tan frágil y sobre una estructura inestable, el fuerte terremoto del 11 de julio de 1927 no mejoró la situación. La basílica resistió la fuerte sacudida sísmica de alta intensidad (6,2 en la escala de Richter). El único daño visible se descubrió en la cúpula, sobre el coro de los griegos ortodoxos, que sufrió una gran fisura.

Estando Palestina bajo el Mandato británico, los ingenieros del Departamento de Trabajos Públicos emplearon dos meses para obtener el permiso de las autoridades religiosas para inspeccionar el lugar. El sondeo efectuado sobre la tumba confirmó que la estructura incorporaba restos de un edificio anterior. En aquella época, los responsables de las distintas Iglesias no supieron llegar a un acuerdo satisfactorio. La intemperie y nuevas sacudidas sísmicas, sobre todo en 1934, contribuyeron a un mayor deterioro del edificio.

De la iglesia más importante para la cristiandad quedaba solo un horrible bosque de andamios que apuntalaban los distintos muros, muy frágiles ya. Los griegos, los franciscanos por parte católica, y los armenios procedieron a realizar trabajos esporádicos aquí y allá, pero ninguno tocó la tumba.

Cuando, en marzo de 1947, los británicos asumiendo su autoridad apuntalaron el edículo con vigas de acero (sobre las cuales todavía se puede leer: «Steel Company of Bengal»), no tuvieron tiempo sin embargo para conseguir la adhesión de las Iglesias a una restauración definitiva. El Mandato británico concluyó en mayo de 1948.

En 1959, las tres principales confesiones llegaron a un acuerdo para poner en marcha una gran obra de restauración. Cada una de ellas llevó a cabo las labores en su espacio y, juntas, trabajaron en la restauración de la cúpula de la rotonda. Los trabajos finalizaron en 1966, pero la tumba en su lamentable estado no se benefició de ninguna rehabilitación. ¡Y esto es lo que se va a hacer finalmente ahora!

El edículo a lo largo de los siglos

La tumba de Jesús fue excavada en el flanco de una colina, en una cantera de piedra abandonada. El «Jardín de la Resurrección» y la tumba fueron sepultados en torno al 135 bajo un templo erigido por el emperador Adriano. Hacia el 324, el emperador Constantino pidió al obispo de Jerusalén, Macario, que encontrara la tumba de Cristo y construyera en su lugar una basílica. Se erigió así la primera iglesia del Santo Sepulcro.

Se excavó alrededor de la cámara funeraria, donde había reposado el cuerpo de Jesús, para liberar espacio. La roca original fue recubierta de mármol con decoraciones constantinianas. Se erigió así el primer edículo.

Parcialmente dañado por los persas en el 614 y nuevamente saqueado y destruido a mazazos en 1009 bajo las órdenes de Al Hakim ben Amralá, conocido por los cristianos como Hakim el Loco, fue sustituido por un edículo de factura romana hacia el 1014.

Esta obra mostró a su vez señales de deterioro por los mismos factores –intemperie, incendios y saqueos- que causan los mismos efectos hoy. El edículo fue sustituido en 1555 por una estructura muy parecida a la anterior, pero caracterizada por su influencia de estilo gótico. Este edículo, erigido por el custodio de Tierra Santa fray Bonifacio de Ragusa, no resistió el incendio de 1808 y fue sustituido por el actual.

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