Constituciones n. 17:
El trabajo, expresión y signo de la pobreza
Cada uno de nosotros se siente obligado a la ley común del trabajo, a imitación de Jesucristo, el hijo del carpintero, que se ejercitó en un oficio manual y anunció el Evangelio nazareno del trabajo; de María, su Madre, y de San José, que tuvieron que valerse de su trabajo para atender al diario sustento.
Por el trabajo nos realizamos a nosotros mismos como personas y servimos al bien de los hermanos a los que ayudamos a llevar sus cargas. Nos hacemos solidarios con los más necesitados que viven de su propio trabajo, nos asociamos a ellos y les ayudamos; además damos testimonio a los hombres de hoy del sentido humano y cristiano del trabajo.
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