Constituciones 70:
Morir es una ganancia para quien vivir es Cristo
Los hermanos asisten con solicitud y con cuidados intensísimos al hermano enfermo de gravedad, le sirven y le confortan en el Señor con la oración y la caridad: “Aquél a quien Jesús ama está enfermo”.
Para el hermano, para quien vivir fue Cristo, morir es una ganancia. Le está reservada la corona de la vida porque luchó el buen combate, alcanzó la meta, guardó intacta la fe. Por la consagración religiosa se puso totalmente al servicio de Dios, amado sobre todas las cosas, y se incorporá al misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Con ello, al salir de este mundo, imita por última vez, la obediencia de Cristo por la entrega suprema de sí mismo, obediencia que glorificó al Padre, exaltó al Hijo y redimió al mundo.
El Hijo de la Sagrada Familia, el cual muere en el Señor, es recibido por Jesús en la mansión eterna y le salen al encuentro los gloriosa Virgen María y San José.
La memoria de los hermanos difuntos une a los que aún peregrinamos con los que ya descansan en Cristo en la caridad que no acaba. Oramos por ellos con los sufragios propios del Instituto, y su testimonio de vida es para nosotros un estímulo para permanecer también fieles en nuestra misión hasta la muerte.
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