Constituciones 68:
Perseverancia en la vocación
La promesa hecha a Dios y sellada por el vínculo sagrado de la consagración religiosa es una respuesta perpetua de amor a la vocación divina, por la que Dios, por un misterioso designio, nos llama a Sí como amor supremo, nos elige y nos envía a realizar su plan de salvación en Cristo y en la Iglesia. Nuestra respuesta se convierte en un vigoroso testimonio de filiación nazarena.
Nuestra generosidad crece de día en día por la vocación divina que recibimos agradecidos y por los dones que la vida de comunión fraterna nos ofrece.
No faltan, con todo, las dificultades: con frecuencia estamos expuestos a las tentaciones, las cuales son ocasión para purificarnos; sabemos de nuestras limitaciones. Incluso nuestra fuerza se consolida y perfecciona por la gracia y el poder de Cristo. Siendo constantes en una oración humilde, vigilamos y caminamos con cuidado para que, al aflojar nuestra vida de perfección, no lleguemos a perder el primer fervor.
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