Constituciones 47:
Naturaleza y acción misionera del Instituto
La caridad, que hemos de cultivar con mayor perfección por exigirlo nuestra vocación nazarena y nuestra consagración religiosa, nos insta y nos obliga a tener un espíritu y una entrega verdaderamente universales. Por consiguiente, no ponemos ningún limite a nuestra actividad apostólica, antes bien, la extendemos participando, según nuestras fuerzas, en la actividad misionera de la Iglesia, para la extensión e incremento del Reino de Cristo.
Así pues, predicamos a la familia los valores del Reino de Cristo, que adornaron con esplendor a la Familia humana de Dios, germen e inicio de este mismo Reino en la tierra y que son ley y signo de nuestra vida consagrada. De ellas, nuestra familia nazarena es, por el testimonio y la fuerza de la palabra, testigo íntegro y pregonero profético: hace resonar por todo el mundo aquella palabra de salvación que fue recibida en el Hogar de Nazaret con fe y amor, y allí sellando un nuevo y perfecto pacto de amor y comunión con María y José, estableció aquella nueva Tierra en la que habita la justicia.
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