Constituciones 45:
Educación e instrucción cristiana de la niñez y juventud
Para llevar a cabo la misión específica de la congregación y el deber de conformar la vida doméstica al ejemplo de la sagrada familia, creemos que el camino más adecuado es la educación e instrucción cristiana de los niños, en especial de los más pequeños, y de los jóvenes, sean ricos o pobres. Sin embargo, merecen nuestra preferencia particular los más necesitados.
Ayudamos de tal modo a los niños y jóvenes a madurar y desarrollar armónicamente las facultades del corazón y de la mente que, superados los obstáculos con grandeza y constancia de alma, cultiven en su vida un sentido más pleno de la responsabilidad y de la verdadera libertad. Les preparamos asimismo para que lleguen a participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana y presten una eficaz colaboración a la consecución del bien común.
Les formamos también, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual.
Dedicamos especial atención a la catequesis, que ilumina y robustece la fe, imbuye la vida de los jóvenes del espíritu de Cristo, les conduce a una consciente y activa participación en el misterio litúrgico y les mueve a la acción apostólica.
Aunque se trata de un ministerio difícil y a veces incomprendido, nos consagramos al educación de la juventud contentos, alegres y con ánimo fervoroso: pues es hermosa y de suma importancia la vocación de los que ayudan a los padres –primeros y principales educadores de sus hijos– en el cumplimiento de su deber y en nombre de la sociedad humana, desempeñan la novísima misión de educar en las escuelas.
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