Constituciones 36:
Nazaret, casa de oración
La oración es la ciencia de la salvación eterna, la base y alimento de la vida espiritual, el principio y sostén de la virtud. Es en verdad la ciencia de los santos, más aún la ciencia del mismo Dios, ya que por la oración nos acercamos a Dios y somos iluminados por Él.
Tenemos necesidad del hábito de oración para que, al crecer en la ciencia de Dios, vivamos de una manera digna de Dios y le agrademos en todo.
La Virgen María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, es nuestro modelo de unión íntima con Dios. Ella ilumina nuestra vida por la fidelidad con la que acogió la Palabra de Dios, la guardó meditándola en su corazón y la entregó al mundo como a Salvador. José, varón justo, que con Jesús y María formó perfecta comunidad de oración, nos mueve con su ejemplo a escuchar con religioso silencio y trabajo asiduo la Palabra de Dios, a guardarla y a ponerla en práctica.
Todos los días con María y José contemplamos con devota aplicación de mente y de corazón los misterios de la vida de Cristo mediante la recitación del Angelus domini y del Rosario, para que, con su ayuda, imitemos lo que estos misterios contienen y consigamos lo que prometen.
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