Constituciones 24:
Obediencia y autoridad
En el servicio al bien común practicamos con sencillez de corazón la obediencia y la autoridad, como dos modos de participar en la misma ofrenda de Cristo que se complementan, no por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino para hacer de corazón la voluntad de Dios, cual conviene a los que Cristo llama hermanos en su propia familia.
El Superior gobierna a los hermanos como a hijos de Dios y con respeto a su persona; fomenta su obediencia voluntaria por razón sobrenatural; valora su justa libertad; los escucha y estimula a que colaboren para el bien del Instituto y de la Iglesia; ejerce su autoridad con sentido evangélico, pero quedando en firme su potestad para decidir y mandar lo que debe hacerse, pues sobre él pesa la última responsabilidad de discernir y manifestar con autenticidad la voluntad de Dios.
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