Constituciones 18:
Comunión y comunicación de bienes
Por nuestra forma de vida, el bien de cada uno se convierte en el bien de todos y cada uno acepta depender de la Comunidad en todas las cosas.
A ejemplo de la Iglesia primitiva, ponemos en común los bienes temporales y el fruto de nuestro trabajo y los compartimos con los hermanos. También ponemos a disposicion de la Comunidad nuestras energías, cualidades y talentos. Esta comunión de bienes no tiene por fin la búsqueda de una seguridad económica, sino que se convierte en un testimonio de caridad fraterna y de confianza en Dios.
Cada Comunidad expresa su pobreza con una forma de vida sencilla.
Todo cuanto tenemos lo compartimos fraternalmente con todas las casas de la Congregación y, como testimonio de caridad y pobreza, hacemos de buena gana y según nuestras posibilidades aportaciones y limosnas para las necesidades de la Iglesia y el sustento de los pobres.
La pobreza consagrada nos llama a participar en la misión que la Iglesia se esfuerza por realizar entre los hombres de hoy: imbuir la vida individual, familiar y social del espíritu de las bienaventuranzas.
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