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13 de noviembre (1936): Martirio del P. Roberto Montserrat Beliart,por el P. Josep M. Blanquet SF

13 de noviembre (1936):

Martirio del P. Roberto Montserrat Beliart

por el P. Josep Maria Blanquet SF


El 13 de noviembre celebramos el aniversario del martirio del Beato Roberto Montserrat Beliart (1911-1936). Era natural de Reus (Tarragona) y fue bautizado en la Parroquia Prioral de San Pedro de la ciudad el día 25 de junio de 1911, y fue confirmado en mayo de 1919. Fue alumno del colegio San Pedro Apóstol de Reus de nuestro Instituto y en 1922, a los once años, ingresó en el colegio Nazareno de Blanes para ser religioso y sacerdote.


Desde muy niño quería ser "pescador de almas". Siendo religioso y completados los estudios eclesiásticos, fue ordenado sacerdote el 7 de marzo de 1936 en Girona. Desde esta misma ciudad mandó una postal a sus padres diciendo: "Ya soy sacerdote, gracias a Dios, in aeternum! Estoy satisfecho como nunca en mi vida. Soy feliz. Ya os escribiré más detenidamente".


Era además buen músico. "Quisiera para mí la mitad de sus manos", decía el P. Antonio Samá. En 1936 fue destinado a la Delegación del Instituto en Argentina, pero no pudo embarcar debido a la guerra civil y persecución religiosa. Estuvo escondido en varias casas de Barcelona y, dada la ocasión, celebraba la Misa y administraba los sacramentos...


Finalmente se hospedó en una pensión en la Gran Vía hasta que fue detenido con otros dos sacerdotes y el dueño de la pensión, siendo conducidos todos a San Elías. El Sr. fue liberado pero los tres sacerdotes, conducidos al cementerio de Montcada, fueron fusilados allí. Era el 13 de noviembre de 1936. Unos meses antes, el 18 de agosto, lo habían sido también su padre, Victor, y su hermano, Victorino, en Alcover (Tarragona) por tener un sacerdote en la familia.


El testimonio que sigue, de 1939, es precisamente del dueño de la pensión que responde a las iniciales J.E.:

«Este Crucifijo había servido al P. Roberto Montserrat en sus últimos días en la checa, antes de ser martirizado, para sus funciones sacerdotales, bendiciendo, absolviendo, dando esperanza a los desesperados allí prisioneros de los perseguidores que iban asesinándolos sin tregua.


El P. Montserrat no perdía la serenidad, y en esos días juntos me dio ejemplo de pastor bueno que ofrece su vida sin dejar de recibir amenazas, golpes e insultos de los milicianos que nos custodiaban como criminales. Antes de marchar me lo entregó diciendo “yo ya no lo necesitaré, en horas lo tendré cara a cara”...».




¡Que el Beato nos conceda vivir siempre con la misma ilusión y satisfacción nuestra vocación y cometido!

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