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¿Sigue vigente la Humanae Vitae?


En conversaciones frecuentes con sacerdotes, teólogos o seglares, se encuentra la opinión de que la Humanae Vitae es una doctrina que no va más allá del magisterio ordinario de un Papa y que, por tanto, podría cambiar con otro que viniese después.

¿Magisterio definitivo?

Todavía recuerdo una conferencia del padre de Lubac en Roma (1968), poco después de la publicación de la encíclica. El teólogo francés, entonces con fama de progresista, había sido invitado probablemente para que formulara una opinión contraria a la encíclica. Pero aquel teólogo, conocedor como pocos de la Escritura y la Tradición, dejó atónito al auditorio al decir que el Papa no puede cambiar una Tradición de veinte siglos ni tiene poder para ello. Pablo VI se quedó solo e incomprendido por su fidelidad a la Tradición.

Juan Pablo II volvió a recalcar la doctrina de la Humanae Vitae en numerosas ocasiones, y la misma ha sido recogida en el nuevo Catecismo (nn. 2366-2372). Conocedor e impulsor del Vaticano II, ha venido a decir también que "cuanto ha sido enseñado por la Iglesia sobre la contracepción no pertenece a la materia libremente disputada por los teólogos. Enseñar lo contrario equivale a inducir a error a la conciencia moral de los esposos" (5-6-1987).

Al mismo tiempo señaló que "dicha doctrina pertenece a la doctrina moral de la Iglesia, que ésta ha propuesto con ininterrumpida continuidad tratándose de una verdad que no puede ser discutida. Por ello ninguna circunstancia personal o social puede convertir un acto así (de contracepción) en un acto justo en sí mismo" (14-3-1988).

La doctrina de una encíclica pertenece al magisterio ordinario, pero, si se hace de una forma continua y definitiva, resulta irreformable, aunque no sea infalible.

¿Qué antropología?

Frecuentemente se ha tachado a la Humanae Vitae de confundir persona con naturaleza, y de sustentar una antropología no personalista.

Es cierto que tenemos que distinguir la persona (el yo que actúa) de la naturaleza; pero nunca puede existir una persona que no actúe en el marco de una naturaleza. En este sentido la Veritatis Splendor, que ha venido a recalcar la necesidad de una moral basada en la verdad objetiva, enseña que la moral nace y radica en la dignidad de la persona humana; de modo que ha venido a enseñar Juan Pablo II que "en el origen de toda persona humana hay un acto creador de Dios; ningún hombre viene a la existencia por azar; es siempre el término del amor creador de Dios.

De esta verdad de fe y de razón resulta que la capacidad procreadora inscrita en la sexualidad humana (en su verdad profunda) es cooperación con la potencia creadora de Dios. Por ello la contracepción jamás puede justificarse por razón alguna" (17-9-1983).

De nada vale apelar a que ha de ser la conciencia de cada uno la que decida sobre el asunto, pues como bien explica la Veritatis Splendor, la conciencia no es la fuente de la moral, sino un instrumento que Dios nos ha dado, para buscar la verdad. Una conciencia que no quisiera buscar la verdad objetiva sería una conciencia moralmente culpable. No olvidemos que también los terroristas pretenden basarse en su propia conciencia. Pretender que la contracepción sea un mal menor justificable es algo que, a juicio del Papa, no se puede admitir, dado que lo intrínsecamente malo no puede ser justificado por ningún fin.

Métodos naturales

La Iglesia, en cambio, sigue aceptando los métodos naturales como método de regulación de nacimientos dentro de una paternidad responsable. Ellos permiten usar el matrimonio durante el periodo infértil, en el que no se da la oposición a la acción creadora de Dios.

Naturalmente, sólo se pueden emplear dentro de una paternidad responsable y no por egoísmo. Habiendo razones para ello, están justificados. Habría que pensar por ello en una catequesis a fondo en este sentido, como se da, de hecho, en otros países.


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