Norberto siguió desde joven la vida religiosa, llegando a recibir, incluso, lo que se llamaban órdenes menores, pero él no quería ser cura ni atado. Lo que quería era simple y llanamente prosperar en la sociedad aprovechando, además, que venía de familia noble.
Un buen día que Santa Bárbara estaba de vacaciones, se desató un tormentón de esos que le dan un susto al miedo y un rayo cayó a los pies de su caballo, derribando al jinete que perdió el conocimiento; el conocimiento que recuperó era otro pues se le oyó decir como San Pablo “Señor ¿qué quieres que yo haga?” La respuesta que escuchó son las palabras del salmo 37 “Apártate del mal y haz el bien”.
Y a partir de ahí comienza la historia auténtica de San Norberto. Su primer propósito fue vivir el Evangelio y hacerlo llegar a todo el mundo, se hizo cura de los de verdad y fundó los premonstratenses que le ayudaron a llevar a cabo sus propósitos. Nombrado obispo de Magdeburgo se dedicó a poner firme al clero y al pueblo creyente porque algunos sacerdotes llevaban una vida demasiado alegre y algunos fieles se dedicaban a robar todo lo que podían pescar.
Le hicieron la guerra y a través de inventos y falsedades lo pusieron en tanto peligro que tuvo que abandonar la diócesis.
Salir el obispo y comenzar a caer males sobre la ciudad, todo fue una, parecía que hubiera pasado por allí el judío errante. No les quedó más remedio que agachar la cabeza, acudir al santo y pedirle que volviera. Lo hizo porque con la gracia de Dios ya había conseguido amansar a las fieras.
Además de eso todavía tuvo fuerzas para conseguir que regresara a Roma el Papa Inocencio II que había sido expulsado de la Santa Sede. Terminada su labor, el 6 de Junio de 1134, a los 53 años de edad, se nos fue para el cielo.
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