Constituciones 16:
La pobreza, entrega gozosa de nosotros a Dios y al hermano
Cada uno de nosotros es el primer responsable de vivir con gozo la pobreza consagrada. Vigila para no ceder, poco a poco, al deseo de bienestar y comodidad, lo cual es una amenaza a nuestra fidelidad y generosidad en la vida común y en el apostolado. Y si esta vida de pobreza nos ocasiona alguna incomodidad o sufrimiento, nos alegramos de poder participar con los pobres de la bienaventuranza prometida por el Señor.
Por la pobreza consagrada, nosotros, que lo dejamos todo para seguir a Cristo, experimentamos que sin Dios, en cuyas manos estamos en todo, nos sentimos necesitados e inútiles. Y sabiendo que nosotros mismos somos un don de Dios, por la pobreza sentimos la urgencia de ofrecerlo todo a los demás, con ánimo alegre: las cosas, el tiempo, el talento, las cualidades, incluso a nosotros mismos.
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