Cuando el rey Mwanga subió al trono de Uganda la situación de los cristianos mejoró y parecía que comenzaba una época de paz para la Iglesia en aquel país pero ¡cá!
No tardaron en torcerse las cosas porque el monarca era homosexual y ahí ardió Troya pues comenzó una persecución contra los cristianos de su propio palacio que no quisieron seguirle el juego. El primero en caer fue José Mkasa, su mayordomo que, incluso le había salvado la vida, pero se atrevió a echarle en cara su pecado por haber matado a un misionero protestante.
Para sustituirlo el rey colocó en su lugar a Carlos Lwanga, que hizo todo lo que pudo por mantener a los pajes alejados del rey, pero no le sirvió de mucho porque el rey llamó a un muchacho que se negó a sus propuestas y Mwanga se descontroló totalmente hasta el punto de dar muerte él mismo al catequista Daniel.
Después de esto reunió a toda su corte y pidió a los cristianos separarse del resto diciendo “quienes no rezan colóquense a mi lado, quienes rezan vayan allá”, después les preguntó si querían seguir siendo cristianos y como eran creyentes de oro de ley los condenó a muerte.
Murieron 13 católicos, entre ellos el hijo del verdugo que rechazó todas las oportunidades que le dieron para salvarse renegando de su fe. Se mantuvo firme porque Cristo y el tesoro del Reino de los Cielos valen infinitamente mas que todos los reinos de la tierra juntos. También ganaron la palma de la victoria once anglicanos. A la cabeza de todos, dándoles ánimos hasta el final estaba San Carlos Lwanga que dejó de ser ministro para convertirse en santo.
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