La verdad es que ni se llamaba Antonio ni era de Padua. Su nombre de pila es Fernando y es portugués; al hacerse fraile franciscano es cuando toma el nombre de Antonio. Y lo de Padua le viene…
Bueno, todos sabemos que Dios escribe recto con líneas torcidas. Resulta que nuestro santo se fue al norte de África a convertir moros pero se enfermó de mala manera y tuvo que regresar, el barco tuvo un tropiezo y fue a parar a Mesina y allí se quedó.
Seguramente habría pasado como un frailecillo más si no hubiera sido porque se presentó una ordenación sacerdotal en Forlì, lugar donde se encontraba. Franciscanos y Dominicos no se pusieron de acuerdo sobre quien predicaría y el uno por el otro la casa sin barrer, se llegó la hora y nadie había preparado nada. Le tocó la china a nuestro santo y ahí se descubrió que era un predicador formidable. De ahí a Padua donde murió; pero antes de morir hizo mucho bien ocupándose de los pobres y con su predicación.
También alcanzó fama de milagrero. Se cuenta, por ejemplo, que en una ocasión en que nadie acudió a escucharle, impedidos por los herejes, Antonio se paró en la orilla del mar y dijo “Oigan la Palabra de Dios, ustedes, los peces del mar ya que los pecadores no la quieren escuchar” y aquello se convirtió en un hervidero de sardinas, boquerones, langostinos y hasta algún tiburón había. Ante tal prodigio también llegaron los pecadores.
ES el patrono de los pobres, de ahí que a algunas limosnas especiales que se dan para alcanzar su intercesión, se les llama “Pan de los pobres”.
Hace años, allá en Medellín, una chica me preguntó “Padre ¿qué hago para conseguir novio?” Me pilló en fuera de juego y tuve que decirle “yo de eso y de castrar ranas sé lo mismo”, supongo que lo mismo le debe pasar a San Antonio por eso no sé porque se le invoca para esos menesteres; debe ser porque como decía el Papa León XIII, San Antonio es el Santo de todo el mundo.
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