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25 de marzo:

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR, Solemnidad 

El ritmo del año litúrgico de nuestra vida comunitaria está en total armonía con las orientaciones de la Iglesia pero, fiel a las exigencias de nuestro carisma y a las enseñanzas de nuestro Fundador, pone de relieve aquellos aspectos que se refieren al misterio de la vida oculta de Jesús y no se celebran explícitamente en el calendario general. El misterio pascual de Cristo el centro de nuestra vida cristiana y religiosa, pero lo vivimos desde la luz que dimana de Nazaret. Así, aunque la meta o culmen es el triduo pascual o la totalidad del misterio de Cristo, ponemos un acento especial en los tiempos de Adviento y Navidad, que prepara o celebra la Encarnación del Señor, y hacemos memoria de aquellos santos que estuvieron más vinculados a este misterio de Cristo o lo ayudaron a descubrir y a vivir a nuestro Fundador. Calendario Propio de los Hijos de la Sagrada Familia, Presentación, pág.7 (ed. 1986)

Carl Heinrich Bloch Frederiksborg Palace

LA ANUNCIACIÓN

por Celestino Hueso SF

Al hombre le sobraba Dios y se lo quiso sacar de encima. Y se quedó sin paraíso porque sin Dios no hay paraíso. Es lo que significa el relato de Adán y Eva. 
Una vez que Dios ya no está porque el hombre se ha alejado, el que estorba es el prójimo, el hermano, así es que hay que eliminarlo también. Es el relato de Caín y Abel. 
En realidad todos preten-demos ser el ombligo del mundo. O más que el ombligo. Primero yo, des-pués yo y siempre yo. Ya tenemos la Torre de Babel. No se entienden porque todos tienen vocación de ombligo. 
Negro panorama se le presenta a la humanidad. Luchas y rivalidades de todo tipo. Tumbar al otro para medrar yo. Y eso a nivel individual y colectivo.

 

¡Menos mal que Dios viene al rescate! ¡Menos mal que decide encarnarse en el ser humano para enseñarle que el camino de la felicidad pasa por recono-cer el error, pedir perdón, tender la ma-no y devolver al otro el sitio que le co-rresponde que es justo el primer pues-to!

 

Para eso Dios necesita de una mujer. La busca y la encuentra. María es justo lo opuesto a Adán y Eva. Para María pri-mero es Dios, después Dios y siempre Dio. Y ella… cuando Dios quiera y para lo que Dios quiera. Siempre al servicio de Dios.

 

También necesitará Dios de un hombre con la misma disponibilidad que María. Ese hombre será José.

 

Al arcángel Gabriel le ha tocado la lo-tería. Ya puede regresar contento a la presencia de Dios. Con el sí de María, con el sí de José nace la Sagrada Fami-lia y se abren nuevamente para el ser humano las puertas del paraíso. El ángel del Señor anunció a María. Y ella concibió por obra del Espíritu Santo. El SÍ con mayúsculas que hace posible la Redención.

CALENDARIO PROPIO DE LOS HIJOS DE LA SAGRADA FAMILIA, Ed. 1986 

Es una fiesta del Señor porque el contenido de la celebración es un misterio de Cristo, el ingreso del Verbo eterno en este mundo, aunque los textos siguen siendo preponderantemente marianos. 

En las iglesias antiguas esta fiesta se celebraba antes de Navidad. San Agustín es el primero que habla de este día como de la concepción del Señor en las entrañas de la Virgen María. Dios Padre, que durante siglos había manifestado su amor a los hombres de muchas maneras, ahora, en la culminación de su obra de bondad, nos ha enviado a su propio Hijo. María, la mujer fiel, la esposa de José, que acepta también el misterio, hace posible con su disponibilidad la venida al mundo de Jesús.

 

Pablo VI en la Marialis cultus menciona este día como una de las cuatro fiestas nucleares de la Virgen (Inmaculada, Maternidad, Anunciación y Asunción) pero el nuevo Calendario la titula "Anunciación del Señor", tal como ya en el siglo VII la recibió la Iglesia de Roma. 

Efectivamente, el hogar de Nazaret, la casa de María y de la Sagrada Familia después, fue la casa del sí a la voluntad de Dios: sí del Hijo, sí de la Madre, sí de San José. Manyanet predicó en muchas ocasiones esta actitud de obediencia incondicional de María y José, que se emularon en la imitación de la humildad, disponibilidad y obediencia de Jesús. La oración del Angelus, que rezamos tres veces al día, nos evoca la actualidad de este misterio y el origen espiritual de nuestra familia religiosa.

 

Todo como en el Misal Romano.

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