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Presentación del

Plan Pastoral Congregacional

(2002)

“Cualquier Plan Pastoral ha de tener como meta irrenunciable la santidad de todo cristiano” (Juan Pablo II, A los Obispos de Ecuador, 20 mayo 2002).


El XX Capítulo General, al hacer referencia a la misión apostólica del Instituto, nos pidió elaborar un Plan Pastoral Congregacional, que diera unidad a todo nuestro apostolado en las diversas formas en que este se expresa. Este Plan Pastoral contiene el fruto de todas las aportaciones de los hermanos, las experiencias y las realidades de nuestro trabajo, así como la ilusión y el ánimo que se pueden leer entre líneas de todos los que han trabajado y miran al futuro con esperanza.

 

Se han omitido muchos detalles prácticos para que las líneas maestras den paso a la creatividad de cada lugar, cultura y ambiente religioso en el que la comunidad se encuentre.

 

Todo agente de pastoral, según el Padre Fundador (El Espíritu de la Sagrada Familia, II, 4 y 8), para que su trabajo pueda dar fruto y a la vez consistencia y credibilidad a su ministerio, debe tener presente la necesidad y el deber de:

1. Cultivar su formación, y
2. Ofrecer el testimonio de su vida.

No podemos olvidar que para ser eficaces en el apostolado, no basta la buena voluntad sino que hay que estar preparados ante los desafíos de un mundo en cambio, cada vez más plural.

 

Hay que vivir la espiritualidad en la misma labor pastoral, estar abiertos y disponibles para compartir nuestra vida, nuestros ideales, nuestro carisma; hemos de estar profundamente identificados con la comunidad en la cual vivimos; ser verdaderos animadores, acompañadores, no tanto líderes u organizadores, aunque son cualidades muy valiosas.

 

Debemos ser capaces de reflexionar sistemáticamente sobre la acción, trabajar en equipo y actuar con mentalidad basada en un proyecto que nos organiza, nos hace avanzar y nos ayuda a conseguir las metas propuestas.

 

El animador, el director, el pastoralista, el párroco, motiva, personaliza, forma y ayuda. Crea comunión en torno a valores y proyectos compartidos, favorece la comunicación y la corresponsabilidad, coordina y convoca, pone confianza en toda persona y en sus fuerzas de bien.

 

Tengamos presente que los Hijos de la Sagrada Familia, en nuestra pastoral, somos un don para la iglesia y su misión: “La vida consagrada no sólo ha desempañado en el pasado un papel de ayuda y de apoyo a la Iglesia, sino que es un don precioso y necesario también para el presente y el futuro del Pueblo de Dios, porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión” (VC 3).

Sentimos como misión propia, el ser depositarios fieles del carisma del Padre Manyanet. Somos llamados y enviados en nombre de la Iglesia a conducir al hombre y a la mujer hacia el misterio de vida y de comunion con Dios, el cual ha querido hacerse presente entre nosotros en su encarnación en Nazaret. Así pues, haciendo nuestro el ideal del Padre Fundador, nos sentimos hijos, testigos y apóstoles de este evangelio de vida y comunión humanas, esto es, de la familia, y por ella y con ella proponemos el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret.

Queremos renovar el mundo reuniendo a todos en una gran familia de los hijos e hijas de Dios. Así como única es nuestra consagración religiosa, así lo es también nuestra misión dentro del marco de nuestra especificidad carismática en la Iglesia. Nos dicen nuestras Constituciones: “Al encarnar la vida de la familia humana de Dios, nos esforzamos en promover con esmero su honor, imitación y culto. Lo anunciamos a la sociedad doméstica como el ejemplo absoluto de perfección, procurando con solicitud la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y de la juventud y por el ministerio sacerdotal. Al cumplir esta misión bajo la guía de Maria y de José, continuamos en el mundo la obra redentora de Cristo y hacemos junto con Él, el camino de nuestra salvación” (C 2).

Cada una de nuestras comunidades religiosas, las obras de apostolado y cualquier actividad realizada por los Hijos de la Sagrada Familia, expresa y manifiesta esta misión del Instituto y somos enviados en su nombre. Por esta unicidad será preciso que los criterios propios de nuestra acción pastoral desplegada en todos los campos del apostolado sean los del Instituto, de tal forma que a través de la diversidad de las iniciativas, de personas, de situaciones y de lugares, se refleje la riqueza del carisma de Nazaret. (VC 72). Todo en comunión y en diálogo con las otras instancias eclesiales (VC 74).

Hay un estilo, un dinamismo propio, que se manifiesta en cualquier campo de apostolado y en las personas que lo realizan, es el espiritu nazareno familiar propio de nuestra Congregacion, el espiritu que anima a la familia, a la comunidad cristiana, al colegio, a la parroquia y les ayuda a vivir y a celebrar la vida de la fe, convirtiéndose todas ellas en comunidades evangelizadas y evangelizadoras en sus personas, en sus proyectos y en todas las actividades que alli se desarrollan.

 

Cada entidad —comunidad religiosa, colaboradores, familias, niños y jóvenes—, está llamada a vivir la fe y a transmitirla con la palabra y su testimonio de vida. Esta es nuestra misión y esto es con lo que nuestra Congregación enriquece a la misión de la Iglesia, siempre al servicio del Reino en la perspectiva de la gratuidad y del amor, dones típicamente nazarenos.

Invitemos a todos aquellos que quieran compartir nuestro ideal y nuestra misión, a formarse con nosotros y a sentirse uno de nosotros. Formemos con ellos equipos animadores de esta pastoral que se nos propone en el marco de la espiritualidad manyanetiana, haciendo realidad el ideal del Padre Fundador: “Un Nazaret en cada hogar”, educando la familia, desde la familia, con la familia y para la familia, siendo la Sagrada Familia nuestra inspiración.

Dificultades siempre las habrá, como siempre las ha habido. Esto no nos tiene que desanimar, sino todo lo contrario, pues es en la dificultad donde se nos abre el campo misionero, nuestro campo de apostolado. Soluciones rápidas no se encuentran: la paciencia, el tesón, el trabajo callado, la constancia, el buen ejemplo y la fidelidad a la Palabra serán la clave de esta evangelización.

¡Caminemos con esperanza! Nos ha dicho el Papa. “Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso, en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios que se encarnó hace dos mil años, por amor amor al hombre, realiza hoy también su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y sobre todo, tener un corazón grande para convertirnos nosotros en sus instrumentos” (NMI 58).

Agradezco de todo corazón a todos los que han colaborado, de una manera y otra, a hacer realidad este Proyecto Pastoral Congregacional que ahora os presento. Espero y deseo que sea de gran utilidad para nuestro apostolado y un punto de referencia. Y lo que es también muy importante, que sirva también para la animación de todos los colaboradores que son ya parte de este apostolado y de los que en un futuro lo van a ser.

Que la Familia de Nazaret os bendiga a todos.

 

P. Lluís Picazo, S.F.
Superior General

Dado en Barcelona, 8 de diciembre de 2002.
Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

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