Historias del economato parroquial: meses sin probar el pescado
Hace mucho que no les cuento cómo va el economato de Cáritas parroquial. Se lo cuento hoy aprovechando que acabamos de firmar un año más, creo que este es el cuarto, la renovación del acuerdo que mantenemos con Natixis, financiera francesa, que es quien nos garantiza unos importantes ingresos cada mes que salen en un buen porcentaje de los propios empleados (ahora es cuando salen dos o tres puristas con eso de bancos inmorales y financieras al paredón).
Se comenzó el proyecto atendiendo a sesenta familias de la parroquia y parroquias del entorno y ahora, gracias a Dios, a la generosidad de Natixis y de otros muchos benefactores, particulares y empresas, y al eficacísimo trabajo de los voluntarios, hemos alcanzado y superado el listón de las cien familias.
El asunto ya lo conocen: una tienda solidaria en la que se pueden adquirir productos de alimentación, aseo personal y limpieza del hogar, aproximadamente a un 25 % del precio normal de esos productos en cualquier centro comercial. La filosofía es sencilla: garantizar la dignidad de las personas, que, en lugar de venir a por la limosna en forma de alimentos, acuden a hacer su compra, la suya, aunque esté en su mayor parte subvencionada. Tiene además la ventaja de que al aportarse una pequeña cantidad se valora más lo que se llevan e incluso tienen que buscarse la vida para sacar al menos esos euros necesarios. La experiencia, hasta hoy, extraordinaria.
Lo que me maravilla es la cantidad de gente que nos pide, desde los lugares más recónditos de Madrid, desde pueblos alejados a muchos kilómetros, la posibilidad de acudir a comprar a nuestro economato. Tampoco faltan los espabilados. Hace meses nos llamaron de una asociación evangélica de Madrid que reparte alimentos gratuitos a familias necesitadas, solicitándonos comprar en nuestro economato. Es decir, que, en lugar de acudir a centros comerciales, mejor se lo vendiéramos nosotros que tenemos mejores precios. Tontos parecían.
Hace unos días llegó a la parroquia digamos que Manuel. Un hombre que vive prácticamente en la calle. Vive básicamente de pedir limosna a la puerta de una parroquia madrileña y no precisamente cercana a nosotros. Se enteró de lo del economato y aquí se presentó una mañana pidiendo por favor que le permitiéramos venir a hacer su compra. Imposible, se le dijo. Los ingresos son los que son y nos estamos limitando a acoger familias derivadas por las parroquias del entorno con las que tenemos ya un convenio previo.
Yo quería hacer la compra solo por una cosa, me dijo. Llevo meses y meses sin probar el pescado.
Es de esas cosas que te rompen el alma. Ni pescado, ni un yogur, ni tantas cosas, porque el que vive en la calle termina alimentándose de bocadillos y pan duro. Era día de apertura y lo hablé con los voluntarios: va a entrar una persona, Manuel, que va de mi parte. Ya os contaré. Pues nada, que venga. (Los voluntarios saben que a veces tengo que entrar al economato por mi cuenta, sin decirles nada, en casos muy especiales, o que hay alguna persona que compra sin más aval que el que yo le envío. Casos vergonzantes, que se decían).
Me contaron que Manuel salió llorando con su pescado, sus yogures y alguna cosa más que hacía tiempo que no comía, que hasta aprovechó para llevarse unas cuchillas de afeitar nuevas. En fin, cosas del día a día que te ablandan por dentro.
Con motivo de la inauguración del economato, hace ahora tres años, nos hicieron reportajes en prensa, radio y television. Si quieren conocer un poco más de lo que es esta obra, basta que acudan a google y en el buscador escriban “economato mogas". Encontrarán reportajes, fotos, entrevistas e incluso algún video sacado de la tele.