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¿POR DÓNDE EMPEZAR?

— Date a conocer y conoce cómo es la parroquia

Acabo de llegar a mi nueva parroquia, ¿por dónde empiezo a trabajar? Lo que un sacerdote debe hacer al llegar por primera vez a una parroquia es conocerla y darse a conocer. Antes de proponer, iniciar o suspender un programa o actividad debe familiarizarse con la parroquia: con sus familias, sus gentes, sus preocupaciones, sus retos, sus anhelos, sus divisiones, sus talentos... Entonces, empezamos a descubrir cómo es la parroquia.

Es importante identificar el tipo de parroquia a la que he sido enviado; por ejemplo, una comunidad de fe que celebra anualmente muchos bautizos y en la que un gran número de niños y jóvenes se preparan para recibir los sacramentos suele ser una parroquia joven y en crecimiento. Sin embargo, una parroquia con pocos bautismos, confirmaciones y bodas, tiende a envejecer y a disminuir el número de sus miembros. Las prioridades han de tener en cuenta las necesidades reales de las familias y las personas que forman la parroquia.

— Todos hacen falta

Participación, colaboración, equipo, familia de familias... son palabras clave a la hora de implementar los programas de la parroquia. No debemos ser expectadores de lo que otros hacen. Todos nos comprometemos y participamos según los talentos que hemos recibido. Nadie sobra: desde las personas que coordinan los programas festivos, formativos y asistenciales, hasta quienes ayudan a mantener los lugares comunes limpios y en buen estado.

Sería falso afirmar que los Hijos de la Sagrada Familia servimos a la familia si no conocemos a las familias que forman la parroquia, a qué grupo generacional pertenecen la mayoría de sus miembros, cuáles son sus necesidades, cuántas personas suelen colaborar en las actividades parroquiales, qué ingresos y donaciones hay disponibles, cuáles son los gastos...

Sin respuestas a estas preguntas y sin gestos sinceros de amistad y solidaridad nos arriesgamos a convertirnos en meros funcionarios y consumidores del culto y la religión.

Hay personas que son muy activas en la parroquia y hay personas que tan solo aparecen durante una hora a la semana o cuando necesitan algo de los demás; sin embargo, todos sin excepción, también los sacerdotes y diáconos, hemos sido llamados a la conversión. Por eso, los miembros más activos tienen que ser personas de oración y sentirse motivadas por el amor a Dios y al prójimo.

Nunca se ha de caer en la tentación de creer que unos son más importantes que otros, o son más buenos que otros, a no ser que sea para adelantarse en el servicio, la misericordia, el perdón y la acogida de las personas que más necesitan de estos dones.

— Consejo de Pastoral y Consejo de Economía

En la parroquia no debe haber lugar para grupos de presión que intenten imponerse a los demás. Los cauces y medios para que las personas puedan participar en la vida parroquial y expresar sus necesidades espirituales y materiales, han de estar al alcance de todos.

En el Consejo de Pastoral y en el Consejo de Economía deben haber personas que representen a toda la parroquia y no sólo a unas familias y sus preferencias.

— Católicos y universales

La oración y asistencia solidaridarias no deben limitarse a las familias de la parroquia. Con sentido de responsibilidad y espíritu generoso hemos de velar por el bienestar espiritual y material de las familias, católicas o no, que viven en el vecindario donde se erige la parroquia.

El mismo empeño debemos mostrar cooperando en las campañas solidarias que promueve la diócesis o para ayudar al Santo Padre en su misión de Pastor y Siervo de todos.

— Parroquia de familias orientada hacia las familias

La fe, los valores, el estilo de vida que promovemos desde la parroquia tiene su primer templo-escuela en la familia. Por eso, si la religiosidad de los miembros de una familia reproduce las señas de identidad propias de un clan, entonces, la parroquia formada por varios clanes-familias sufre a menudo divisiones y rupturas. Esto no debe desanimarnos porque todo proceso de conversión genera crisis y cambios. A unos las pruebas les ayuda a purificar su religiosidad y recorrer el sendero de la santidad; a otros, sin embargo, les impide avanzar. La parroquia no es ajena a esta tensión. En estos casos se requiere que los sacerdotes que guían a la comunidad parroquial sean personas con experiencia de liderazgo y honda espiritualidad.

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