GUÍA PARA EL ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL DE LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR
Obispos de Alberta: Los divorciados y «casados» otra vez sólo pueden ser admitidos a la Comunión si practican la continencia.
En sus orientaciones pastorales los obispos de Alberta y Northwest Territory, Canadá afirmaron que la Iglesia Católica no ha modificado su práctica ante los católicos divorciados y casados de nuevo por lo civil.
Es «erróneo» concluir que los católicos divorciados y casados de nuevo civilmente puedan recibir la Sagrada Eucaristía «simplemente por mantener una conversación con un sacerdote», señalan dichas orientaciones, firmadas por los seis obispos responsables de más de 1.000.000 de católicos de cinco diócesis.
El documento de diez páginas «pretende atender al llamamiento realizado por el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica, Amoris Laetitia, de ayudar a los sacerdotes en su deber de acompañar a los católicos divorciados que, sin haber obtenido la nulidad, se han casado de nuevo», ha indicado el Arzobispo de Edmonton, Richard Smith, presidente de los obispos de Alberta-Northwest Territory.
En el capítulo 8 de Amoris Laetitia (AL), el Santo Padre aclara que los sacerdotes de la Iglesia deben acompañar a los divorciados y casados de nuevo con un «discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar y sobre todo a integrar».
La carta de los obispos de Alberta resulta muy significativa porque no menciona la famosa nota 351 del apartado 305 de Amoris Laetitia, en la que el Papa señala que «en ciertos casos», esa integración de los católicos divorciados y vueltos a casar «podría incluir también la ayuda de los sacramentos».
Sin embargo, teólogos y canonistas han insistido en que Amoris Laetitia no puede cambiar y en realidad no cambia la tradición de la Iglesia de no admitir a la Comunión a los divorciados y casados otra vez.
Según las orientaciones de los obispos de Alberta, los sacerdotes siempre deben remitir a las parejas divorciadas y casadas de nuevo que pretendan reconciliarse con la Iglesia a «nuestro Tribunal Matrimonial Interdiocesano para que examine su caso».
Asimismo, los sacerdotes deben ayudar a las parejas a «examinar su conciencia» a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, lo cual puede requerir un tiempo «considerable» y muchas reuniones, durante las que el presbítero ha de intentar, «con delicadeza, gradualmente y por etapas, llevarles a una comprensión de su situación».
Cabe que esta tarea resulte dificultosa puesto que puede que algunas parejas mantengan una «postura contraria al ejercicio legítimo de la autoridad eclesiástica» por haber sido «educadas en una cultura de exaltación de los derechos individuales, que no están ya moderados por una concepción adecuada del bien común».
Si el tribunal matrimonial declara la nulidad del matrimonio anterior, la pareja ha de comprender la necesidad de contraer matrimonio eclesiástico.
Si el tribunal matrimonial «confirma la validez de la primera unión, la fe obediente en la indisolubilidad del matrimonio, tal como fue revelada por Cristo, les iluminará sobre los actos que deben seguir. Están obligados a vivir conforme a las consecuencias de esta verdad como parte de su testimonio de Cristo y de sus enseñanzas sobre el matrimonio». Por ejemplo, si «no pueden separarse por razón del cuidado de los hijos, deberán abstenerse de la intimidad sexual y vivir en castidad como hermano y hermana (cf. Familiaris Consortio, 84)», explicaron los obispos.
«Esta resolución firme de vivir conforme a las enseñanzas de Cristo, confiando siempre en la ayuda de su gracia, les abre la posibilidad de celebrar el sacramento de la Penitencia, que a su vez puede llevar a la recepción de la Eucaristía en la Santa Misa».
Los casos que el tribunal no pueda examinar por diversas causas, como la imposibilidad de obtener documentación, se remitirán al obispo.
— Enseñanza de Cristo y la Iglesia
Las orientaciones comienzan reiterando la enseñanza de la Iglesia acerca de la indisolubilidad del matrimonio y sobre las disposiciones necesarias para que un católico reciba dignamente la Sagrada Eucaristía.
El magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio se basa en las palabras de Cristo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio» (Marcos 10, 2-12; cf. Mateo 19, 2-9).
Estas palabras «plantearon problemas» y dificultades en la época de Jesucristo y también en la actualidad, añadieron los obispos. Ahora bien, «como subraya continuamente el Papa Francisco, Jesús es el rostro misericordioso del Padre. Los mandamientos del Señor, por tanto, proceden del corazón de Dios, ‘el Padre de las misericordias’ (2 Cor 1, 3), y pueden aceptarse con confianza en la sabiduría y el amor de Dios».
Además, según las enseñanzas de San Pablo, «el matrimonio es un gran misterio que manifiesta la comunión de amor entre Cristo y la Iglesia (cf. Efesios 5, 31-32)». El matrimonio es, «pues, un sacramento, una institución pública que tiene como misión dar testimonio del amor fiel de Cristo», explicaron los obispos.
«Por consiguiente, para los cristianos bautizados, el adulterio no es sólo una vulneración de uno de los diez mandamientos, es también un antitestimonio público de la auténtica naturaleza de la Iglesia: la unión conyugal entre Cristo y los bautizados».
El Sacramento de la Eucaristía celebra y profundiza «precisamente esta unión entre Cristo y su Iglesia», por lo que «toda ruptura grave de dicha unión, como el adulterio, debe ser sanada antes de la recepción de la Sagrada Eucaristía».
Esto significa que el católico «ha de confesar en el sacramento de la Penitencia todos los pecados graves de los que tenga conocimiento» antes de recibir la Comunión. «Esta confesión debe estar motivada por una verdadera contrición, que necesariamente entraña un sincero arrepentimiento, una renuncia al pecado y un firme propósito de enmienda de la propia vida».
Los obispos destacan que los sacerdotes y laicos católicos tienen que «estar preparados a llevar a cabo la imprescindible misión de acoger a estos hermanos y hermanas nuestros» que se apartaron de la Iglesia a raíz del divorcio y un ulterior matrimonio civil. Se espera que, a través de la acogida, estas parejas «se abran a comprender su situación a la luz de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesús y de su Iglesia».
Los obispos han publicado también orientaciones acerca de la recepción de los sacramentos por quienes contemplan el suicidio asistido o la eutanasia.
«El objetivo último de estas orientaciones es ayudar a los fieles a entender las bellas enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio sacramental, la dignidad de la persona y la santidad inviolable de la vida humana», declaró el Arzobispo Smith.
«Sabemos que muchos católicos, a menudo como consecuencia de los mensajes que reciben desde la cultura secular, han llegado a caer en graves errores en materia de vida y familia».