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Un laico bendice a un cura

por Jairo del Agua


Es una afición piadosa que uno tiene desde hace mucho tiempo: Bendecir. Ya sé que esa función la creen muchos reservada a los curas. Pero no es verdad. Bendecir es función que debemos practicar todos los cristianos por activa y por pasiva.

Hace unos días un sacerdote misionero claretiano me pedía humildemente mi bendición antes de volver a su destino americano. Y qué feliz me sentí de posar suavemente, dulcemente, cariñosamente, mis manos sobre su desértica cabeza y pronunciar mi bendición con los ojos cerrados y el corazón abierto.

Hoy quiero extender esa bendición a todos los curas que quieran ser bendecidos por un laico pecador, por un católico rebelde, empeñado en hacer progresar a sus hermanos y motivarles a dejar las distintas rutinas y miedos que nos paralizan. Los caminos son para caminarlos y yo me siento feliz de ser discípulo ínfimo y rezagado del Camino, la Verdad y la Vida.

Bendecir

+ Te bendigo hermano cura, con mis dos manos de barro abiertas y extendidas, porque vives tu consagración sacerdotal con total entrega al servicio de tus hermanos. Sabes que eres servidor y lo demuestras.

+ Te bendigo hermano cura porque tu voto de castidad no es para ti una cárcel, ni una muralla separadora, ni un desierto afectivo. Sino una fuente gratuita y amorosa que te permite dedicarte exclusivamente a tantos de nosotros resecos y sedientos. Eres el signo de la Fuente eterna a la que nuestra sed nos empuja. Eres el puente para acercarnos a esa Fuente que mana hasta la vida eterna en nuestro interior y a la que tú nos reconduces.

+ Te bendigo hermano cura porque tu celibato nunca te ha impedido amar, abrazar y besar a cuantos te han sido encomendados. Porque no te refugiaste en un puro e intelectual ostracismo, sino que bajas del presbiterio para interesarte por los ancianos, los niños, los enfermos, los necesitados, los pecadores... Y nos haces sentir el calor de un corazón humano libre y voluntariamente entregado.

+ Te bendigo hermano cura porque eres siempre ejemplo de oración, de fidelidad al Padre y al Pueblo de Dios, de humanidad real y humilde. Porque tu fidelidad es auténtica y no te dejas arrastrar por la "rigidez del sábado".

+ Te bendigo hermano cura porque tu cercanía, tu comprensión, tu apertura, me impulsan a imitarte y dejarme instruir. Porque tu alegría y tus risas son un imán que me atrae hacia ese Dios oculto que tú nos revelas. Porque tu misión de servir, alimentar y apoyar la llevas a cabo sin prepotencia alguna.

+ Te bendigo hermano cura porque me haces notar que el Sacramento de la Alegría no es un vertedero donde arrojo mis pecados, sino el camino de vuelta -repetido e insistido- hacia los brazos del Amor que festeja mi regreso. Te bendigo porque siempre me recuerdas que estoy perdonado desde la eternidad y que tú con tu absolución me lo ratificas para que no me aleje de ese eterno perdón y cercanía de Dios.

+ Te bendigo hermano cura porque no me tiras la Comunión, ni la repartes como una baraja. Sino que me entregas sin prisas, con sumo mimo y cuidado, la Persona del Redentor para que me abrace, me sostenga y me confirme en mi camino cristiano. Porque miras con ternura nuestras manos cansadas, arrugadas, agrietadas, endurecidas, temblorosas, cuando las extendemos ante ti para recibir esa Presencia que nos fortalece y vivifica.

+ Te bendigo hermano cura porque cuando me alejé, cuando la duda me zarandeó, cuando la soledad o la tristeza me mordieron, cuando me encontraba perdido o dolorido, supiste dejar las 99 y salir decidido a buscarme. Tu figura caminante de buen pastor me enternece, me consuela y me enamora porque eres la imagen viva del Buen Pastor que te llamó para ser sus manos y sus pies. ¡Bendito seas!

+ Te bendigo hermano cura porque nos haces comprender con tus hechos y palabras que pertenecemos a la religión de la Misericordia. Y que ese es realmente el termómetro de nuestro progreso espiritual.

+ Te bendigo hermano cura porque nunca ocultas tu condición de sacerdote y te identificas, con vestido o signo adecuado, en todo momento y lugar. Porque nunca noté que tu identificación sacerdotal haya sido prepotencia o notoriedad, sino signo claro y humilde de tu condición de servidor.

+ Te bendigo hermano cura porque siempre me permites hablarte con sinceridad, incluso con vehemencia y desparpajo. Porque me haces sentir liberado y comprendido cuando te abro mi corazón o mi mente. Porque sabes escuchar como amigo y no como juez; jamás vi en ti un ápice de juicio, de altanería o superioridad. Porque siempre noté tu apoyo a mis aspiraciones, a mi vocación concreta, a mi camino y a mi fidelidad. Porque siempre me hiciste sentir libre y jamás vi en ti una cadena a mi libertad.

+ Te bendigo hermano cura, te bendigo siempre, porque estás ahí, porque lo abandonaste todo para atenderme a mí, porque vives por y para nosotros. Quiero decirte que lo sé, que lo veo, que lo agradezco. Quiero decirte que me tienes a tu disposición para ayudarte yo a ti en cuanto esté en mi mano. Que no me conformo con invitarte a un café o celebrar tu cumpleaños. Que quiero ser tu compañero, tu amigo, tu hermano, en el que siempre puedas encontrar esa comprensión y esa misericordia que tú nos ofreces permanentemente.

+ Te bendigo hermano mío porque te quiero. Hace mucho que quería decírtelo. No lo olvides jamás.

Así que hoy con devoción infinita e inmenso cariño permíteme posar mis manos mundanas sobre tu cabeza y decirte emocionado:

El Señor te bendice, te guarda

y en sus palmas te lleva tatuado.

Te acompaña en todos los caminos.

Y hace prósperas las obras de tus manos. Amén.

Fuente: religiondigital.com

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