De párrocos y vicarios. Por si sirve, por el P. Jorge González Guadalix
Con mi post de ayer se abrió el melón de las no siempre fáciles relaciones entre párroco y vicario parroquial, lo que en tiempos se denominaban coadjutores. Muchos estereotipos. De un lado el párroco mandón que tiene al pobre cura joven asustado, en un puño, que no le deja respirar y que hasta le mantiene asfixiado económicamente. También podría darse el extremo del vicario parroquial poco amigo de trabajar, que hace lo que le viene en gana y que necesita para sus labores pastorales más presupuesto que la catedral de la Almudena. O el párroco progre pasado de rosca que todo lo sabe o el vicario puntillista que se escandaliza ante una genuflexión no exctamente bien ejecutada. O a la vicevrsa.
En medio de estos dos extremos, podemos colocar todas las matizaciones que consideremos oportunas y sacar a colación una multitud de casos particulares. Más que eso lo que pretendo es hacer una pequeña reflexión sobre algunas cosas que yo creo que habría que tener en cuenta para que párroco y vicarios parroquiales puedan vivir como hermanos y colaborar y ayudarse en el trabajo pastoral y a ser buenos sacerdotes.
Habría que empezar por entender que el objetivo final de la pastoral parroquial es que todos se conviertan a Cristo, vivan con la dignidad material y moral de hijos de Dios y que un día lleguen al cielo. Malo si los curas, párrocos o vicarios, entendemos por parroquia dar un servicio de misas, confesiones y catequesis y atender un despacho. En ese caso, nada de lo que diga sirve.
Párroco y vicarios no son más que hermanos en el sacerdocio y responsables de una tarea común en la que a uno le ha tocado ser hermano mayor y animador del equipo. Si además el vicario es joven, toca ayudarle a descubrir la grandeza del sacerdocio y de la entrega por los demás hasta dar la vida. Nada menos, sobre todo cuando uno es pecador, flojea y anda un poco cansado.
Dicho esto, la forma de trabajar debe venir marcada indudablemente por lo que la Iglesia pide y enseña. En la formación, el catecismo como base y referencia. En las celebraciones, los libros litúrgicos. El temas administrativos, lo que exija el derecho. En la caridad con los pobres los programas y el apoyo de Cáritas, y la predicación y aplicación de la doctrina social de la Iglesia.
Me cuesta hablar de horario de trabajo a un sacerdote. Solemos tener un día libre a la semana para cuestiones personales. Fuera de eso cualquier sacerdote con un mínimo de celo por las almas que se decía tendrá más trabajo del que pudiera imaginar. Entre celebrar, confesar, las catequesis, visitas a las familias, preparar proyectos, acoger en el despacho, visitar enfermos, atender a los pobres, organizar actividades diversas… las horas se pasan volando. Cualquier sacerdote con un mínimo de celo pastoral, y más habida cuenta de que no tenemos responsabilidades familiares, echa horas y horas y encima le parecen pocas.
Cuando a un sacerdote hay que recordarle que tiene que echar horas para ganarse el sueldo ¡ojo tener que recurrir a lo de ganarse el sueldo!, o hay que marcarle un horario de presencia en la parroquia porque si no se limita a lo mínimo y desaparece, es que estamos ante sacerdotes que han perdido el celo por el ministerio. Desgraciadamente me ha pasado ante un vicario que no encuentra nada que hacer tener que marcarle un horario de despacho.
¿Y económicamente? Porque los curas no vivimos del aire. En Madrid al menos los sacerdotes tenemos garantizada una nómina igual para todos seamos párrocos o vicarios con la única diferencia de unos trienios que me parece nos pagan a cinco euros. Otra cosa es luego por ejemplo temas como la vivienda parroquial. Hay párrocos que las viviendas de los vicarios se las entregan sin amueblar, sin una lavadora siquiera. Pobre cura joven que tiene que pedir a sus padres o a los vecinos una cama y una mesa. No suele ser lo habitual. Pero se da.
Yo creo que el ideal es que las casas parroquiales estén dotabas de lo básico en la cocina y en los muebles de la vivienda, y sin distinciones entre párroco y no párroco. Así al menos lo hicimos en la parroquia.
¿Fuera de eso? Respeto, perdón, cariño. El párroco animar, ayudar, corregir con caridad. Los vicarios colaborar, ayudar, preguntarlo que no entiendan sugerir… Debería ser suficiente.
Y una cosa para acabar que es también clave y se la escucho a los compañeros párrocos. Que aprendamos todos que, aunque uno tenga una responsabilidad especial, la parroquia es de TODOS, globalmente. Me contaba un compañero que un día hubo una gran avería de agua en su iglesia. Y el vicario no hizo nada ni avisó siquiera porque él no se ocupaba de esas cosas. Pues eso…
Fuente: infocatolica.com