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Novena en honor de San José Manyanet. Día Cuarto: Modelo de Prudencia y Justicia

* En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

V/. Sea por siempre bendita y alabada la Santísima Trinidad y Jesús, María y José

R/. Sea por siempre bendita y alabada la Santísima Trinidad y Jesús, María y José

V/. Que San José Manyanet nos conceda la gracia de imitarle en la práctica de las virtudes cristianas y bendiga a nuestras familias.

R/. Amén.


- Dispongámonos a celebrar esta novena en honor de San José Manyanet pidiendo antes perdón a Dios por nuestras faltas de fidelidad a su amor y a la gracia recibida en nuestro bautismo que nos llama a una vida santa en nuestro propio estado y en nuestra familia.


- Pidamos a Dios, nuestro Padre, que la santidad de San José Manyanet, apóstol de la Sagrada Familia y profeta de la familia, forjada por la práctica de las virtudes, nos ayude a crecer en nuestra vida cristiana según el propio estado mirando siempre el modelo dado por Dios en la Sagrada Familia de Nazaret.


- Pidamos también que, si es voluntad de Dios, por la intercesión de San José Manyanet, alcancemos la gracia que necesitamos y pedimos... (indíquese la gracia que desea pedirse).


Oremos


Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de todo corazón os adoramos,

alabamos y bendecimos. Por medio de María Inmaculada y del Patriarca San José, que

con Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre, formaron la bendita Trinidad de Nazaret, os

pedimos la gracia de practicar esta novena con ánimo bien dispuesto para procurar

vuestra gloria y la imitación de las virtudes que practicó en la tierra San José Manyanet,

a fin de que, llegando a ser verdaderos hijos vuestros, consigamos como él la eterna

bienaventuranza. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Que San José Manyanet nos guíe y acompañe con su palabra y ejemplo. Amén.


A continuación, se leen la reflexión y demás textos de cada día de la novena.



SAN JOSÉ MANYANET, MODELO DE PRUDENCIA Y DE JUSTICIA



Reflexión


La prudencia del cristiano que, en palabras de San Bernardo, regula los afectos y es la maestra de las costumbres, fue singular en San José Manyanet. Fue un modelo de hombre perfecto, sencillo como la paloma y prudente como la serpiente. Ya desde sus primeros años fue un modelo de prudencia y discreción, indicio claro de la especial vocación a la que estaba llamado. Esta virtud resplandeció en todos sus actos.


Era considerado un confesor prudente, hombre de consejo, y era consultado por muchos sacerdotes y personas de autoridad. Su obispo lo estimaba como el familiar más prudente que había tenido. De hecho tenía fama de hombre prudente entre los sacerdotes y otras personas.


La virtud de la justicia regula las relaciones del hombre con Dios, a quien debe amar sobre todas las cosas; consigo mismo, a fin de dirigirse constantemente a la consecución del fin; y con el prójimo, para amarlo por Dios. San José Manyanet vivió plenamente esta triple relación: amó a Dios sobre todo y procuró la gloria de Dios con todas sus fuerzas; vivió siempre alejado de todo pecado voluntario y defendió con energía los derechos de todos.


Poseía de tal forma la virtud de la justicia, que se rebelaba como por instinto ante lo que consideraba injusto, pareciéndole imposible que el corazón humano pudiese albergar cualquier sentimiento no conforme a la justicia y a la equidad.


La escuela de estas dos virtudes para San José Manyanet fue la Casa de Nazaret, pues la Sagrada Familia nos enseña el modo admirable cómo debemos practicarlas para con Dios y para con el prójimo.


De los escritos de San José Manyanet


«La discreción fundada en la prudencia, la primera de las virtudes cardinales, que son como la base de todas las otras virtudes, tiene por objeto dar a todas las cosas aquel justo valor o peso que les corresponde según la recta razón y conforme a la ley de Dios, sin concederles más ni menos, ni por exceso ni por defecto. De donde se infiere que la misma justicia, segunda de las virtudes cardinales, no sería tal en su aplicación, no yendo precedida y acompañada de la primera, y en faltando la primera, ¿cómo se llamaría virtud?


La indiscreción, como no se fija en las circunstancias de las cosas, ni reflexiona lo suficiente los resultados, ni acomoda a cada uno lo que le corresponde, es de suyo perturbadora y causa inmediata de serios errores y males no pocas veces difíciles de remediar. Esta es la razón por la que muchas cosas, buenas en sí mismas, dejan de serlo por no estar hechas o aplicadas con la debida discreción. Y si no, dime, ¿quién puede calcular las funestas consecuencias de una palabra dicha fuera de sazón y según las personas que la oyen? ¿Cuántos disgustos, riñas, enemistades y otros gravísimos males no ha producido y puede causar una noticia o secreto comunicado a otro u otros sin la debida discreción? Conviene, pues, que antes de hablar se piense lo que se propone decir, a fin de evitar lo que pueda ser causa de disensiones y quebranto de la caridad; así como antes de obrar es preciso calcular el bien o el mal que pueda resultar de aquella obra» (Cf. «La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia»: Obras Selectas (Madrid 1991) p. 198-199).


Breve reflexión personal y comentario


Compromisos


— Tratemos de ser sencillos y prudentes con todos tanto con las palabras como con las acciones y evitemos toda precipitación e indiscreción.


— Procuremos ser fieles a Dios y a las llamadas que nos hace a lo largo de nuestra vida, y ser exactos cumplidores de todos nuestros compromisos con el prójimo y según nuestro estado y oficio.



Preces


Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos enseñe a servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días, aclamémosle, diciendo: Tú sólo eres santo, Señor.


Señor Jesús, que has querido asociarnos a tu familia como hermanos,

— haz que imitando tu ejemplo crezcamos siempre en edad, sabiduría y gracia.


Padre santo, que por medio de San José Manyanet, has hecho resplandecer de modo admirable el misterio de la Familia humana de tu Hijo,

— haz que todas las familias vivan y se alegren siempre de ese resplandor.


Señor Jesús, que viniste al mundo para servir, y no para que te sirvieran,

— haz que, como San José Manyanet, sepamos servirte a ti y a nuestros hermanos con humildad.


Señor Jesús, que nos has llamado a formar parte de tu Familia de Nazaret y a imitar el estilo de vida casta, pobre y obediente que compartiste con María y José,

— concédenos, por intercesión de San José Manyanet, la gracia de progresar siempre por caminos de santidad.


Señor Jesús, que quieres que toda la humanidad, instruida con los ejemplos de tu Familia nazarena, forme la familia de los hijos de Dios,

— haz que, por intercesión de San José Manyanet, todas las familias sean santuarios de amor y de vida.


Padre nuestro


Ya que por Jesús nos llamamos y somos hijos de Dios, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro.


Oración


Dios y Padre nuestro, que has otorgado a San José Manyanet el don de encarnar las virtudes de la Familia humana de tu Hijo, y con la gracia del Espíritu Santo le has llamado a vivir y a anunciar, con la palabra y el testimonio, el Evangelio de la familia, proclamado desde Nazaret; concédenos, por su intercesión, la gracia de vivirlo en nuestros hogares. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


O bien:


Dios y Padre de todos los hombres, que has suscitado en la Iglesia a San José Manyanet para hacer presente el misterio de vida y santidad de la Familia humana de tu Hijo y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación de la juventud; te rogamos humildemente que, por su ejemplo e intercesión, podamos imitar las virtudes de Jesús, María y José y nos concedas la gracia que te pedimos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


Ahora se pide la gracia que se desea alcanzar y se termina con la oración para

todos los días, las jaculatorias a la Sagrada Familia y a San José Manyanet y un canto.



Jaculatorias


Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía.


San José Manyanet, ruega por nosotros y concédenos la gracia de ser tus

imitadores, como tú lo fuiste de Cristo. Amén.



Canto final


Se puede cantar el himno a San José Manyanet u otro canto apropiado.


Himno a San José Manyanet

Profeta de la familia,

San José Manyanet,

hiciste un hogar del mundo,

cada hogar un Nazaret (bis).


(1) María y José te llevaron

con Jesús a intimar

Hijo, testigo y apóstol

de su amor en el hogar.


(2) Pervive en nosotros radiante

tu santidad hoy como ayer.

Sigue brillando la llama

que alumbró en Nazaret.


(3) Nos diste a la Santa Familia

Jesús, María y José.

Ellos serán nuestro guía,

nuestro modelo en la fe.


(4) Tú fuiste profeta y apóstol

que tanto amaste a la niñez.

La educación es camino

hacia el hogar de Nazaret.


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