Llamándose Bonifacio (Bienhechor) no le quedaba más remedio que ser santo, aunque en realidad su nombre de pila era más sencillo, Winfrido nada menos, pero el papa san Gregorio II cuando lo envió de misionero le dijo “como enviado de Cristo te llamarás Bonifacio”, pero no adelantemos acontecimientos.
Era inglés y entró muy joven en la abadía de Nursling y ahí escribió la primera gramática latina que se conoció en Inglaterra, se ordenó sacerdote a los 30 años y poco después el Papa lo envió a Evangelizar Alemania. Aquello resultó comer y cantar gracias a sus dotes de misionero y, sobre todo, a su santidad. Las conversiones se dieron por miles.
Nuestro santo, nombrado metropolitano para todo el territorio con potestad de crear obispados y nombrar obispos, se dedicó en cuerpo y alma a esa labor hasta que el 5 de Junio de 754, mientras se preparaba para celebrar unas confirmaciones, un grupo de paganos hostiles acabó con su vida. Sus últimas palabras fueron “Dios salvará nuestras almas”
Una vez más el obispo dejó de serlo entre nosotros para convertirse para siempre en “El Apóstol de Alemania”
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