2 de febrero:
ANIVERSARIO DE LA PROFESIÓN RELIGIOSA DE SAN JOSÉ MANYANET
Y PRIMEROS HIJOS DE LA SAGRADA FAMILIA
por el P. José María Blanquet SF
El día 2 de febrero de 1870, el sacerdote José Manyanet, debidamente autorizado por el obispo de Urgell, José Caixal, hizo la primera profesión religiosa como Hijo de la Sagrada Familia en la capilla del colegio San José de Tremp (Lleida). Luego recibió la profesión de los primeros cuatro compañeros: Juan Barber y Aumatell (1842-1902), Miguel Lledós y Mir (1843-1922), José Mir y Gassa (1844-1912) y Marcos Pallerola y Marqués (1840-1898?).
En agosto del mismo año profesó Buenaventura Mullol y Baulíes (1853-1935). Fue el nacimiento formal de la nueva Congregación religiosa en la Iglesia y en la sociedad.
En noviembre de 1871, todos renovaron sus votos ante el obispo Caixal, ya de regreso del Concilio Vaticano I.
El grupo de sacerdotes y clérigos, presididos por el joven fundador, llevaba apenas cinco años ensayando la vida en común y la pastoral educativo-familiar según el carisma que había recibido “en las largas horas de las noches transcurridas en oración en el palacio episcopal en la Seu d’Urgell”, pero José Manyanet deseaba ardientemente consagrarse más plenamente al Señor.
La fecha fue una elección personal y providencial. Pues, aunque entonces la fiesta del 2 de febrero era considerada una fiesta mariana, a José Manyanet no le pasó por alto la escena central del día: la presentación de Jesús en el Templo, es decir, su dedicación a las “cosas o casa” del Padre, como dirá más tarde. Y creyó que esta consagración de Jesús, acompañada de la de María y José, era el prototipo de la consagración de los que iban a ser llamados Hijos de esta misma Familia, hermanos de Jesús, el “Primogénito” entre muchos hermanos.
El primer texto de las “Reglas y Constituciones” (1870) contiene la “Votorum seu actus consecrationis formula”, o sea la “fórmula de los votos o acto de consagración”. En ella se indica la motivación de la misma: después de la llamada de Dios, “por el amor de una mayor perfección”, “maioris perfectionis amore”, como si dijera “para seguir la caridad perfecta por los consejos evangélicos” (Perfectae caritatis 1).
En la “Suma de las Reglas y Constituciones” (1882) la expresa con otra fórmula que puede considerarse complementaria: “movido del deseo de serviros”, “motus tibi serviendi desiderio”. De hecho, en el primer texto de las “Reglas y Constituciones” de las Religiosas (1874), dice “movida del deseo de mi mayor perfección”. Amor y deseo se alimentan y complementan recíprocamente.
Y respecto al “servicio”, en el “Monitum” o exhortación que antepuso a la “Suma de las Reglas”, afirma: “Todos los que, con la gracia del Señor, han sido llamados a esta Congregación tengan siempre muy presente y bien grabado en su corazón que, a ejemplo de Jesús, María y José, no han venido a ser servidos, sino a servir… para ganar a todos a Jesucristo”. Este servicio, por tanto, no es solamente en un sentido caritativo o social, sino una entrega total y absoluta a la voluntad del Padre, como hicieron Jesús, María y José.
Es un aniversario para el agradecimiento y la profundización en las raíces propias de nuestra consagración.
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