top of page

16 de mayo:

ANIVERSARIO DE LA CANONIZACIÓN 

DE SAN JOSÉ MANYANET 

n.jpg
187443568_309120920654236_87618038020343

LA ESCUELA DE NAZARET: 

Desideria o la santidad de Manyanet


De la escuela de Nazaret, el padre Man-yanet deduce lecciones para sí mismo,

en su condición de sacerdote y religioso comprometido en un seguimiento radical de Cristo por los votos de castidad, po-breza y obediencia, por la vida en común y la regla de un instituto.

La Autobiografía que Manyanet redactó a petición de su confesor, se perdió quema-da probablemente en el incendio que du-rante la Semana Trágica sufrió el colegio de Sant Andreu. Se conservan algunos fragmentos publicados en la primera biografía del padre Franquesa. Pero nos ha quedado una verdadera autobiografía espiritual del padre: es el libro La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia, publicado en Barcelona, en 1895.

 

Se trata de un libro que recuerda el titulado Introducción a la Vida Devota, de san Francisco de Sales. La Escuela de Nazaret es una introducción a la vida de perfección evangélica enseñada por Jesús, María y José, en un diálogo que mantienen con Desideria, una joven, hija de la Sagrada Familia, que acude a visitar a la Sagrada Familia y se hace discípula —testigo— de la escuela de la familia nazarena.

El subtítulo de la obra indica que se trata de una “materia utilísima a toda clase de personas, así seglares como religiosas, que quieran de veras saborear el espíritu que reinaba en aquella santa morada e imitar las virtudes y ejemplos que en la misma resplandecían”.

Desidera es el alma de José Manyanet, que “desea” la perfección, que vive en anhelo de la santidad, que se abre al don de Dios hasta el fin de su vida. 

 

Pedagogo y maestro, Manyanet pone las enseñanzas en boca de Jesús, en boca de María —que ratifica y profundiza la doctrina de Jesús—, en boca de José —que sintetiza lo dicho por uno y otra en forma de sentencias claras y consejos prácticos—. 

Manyanet, como escritor, habla por boca de los tres sagrados personajes; pero acaso habla, sobre todo, por boca de san José, en cuanto éste da consejos prácti-cos de vida religiosa y de vida cristiana, mientras que Jesús y María toman sus palabras de las páginas del Evangelio. El padre Manyanet lo afirma en el prólogo de su obra:

 

“Lo que aquí se dice es doctrina tomada del sagrado Evangelio y distinguidos maestros en la ciencia de los santos;

suyo es, pues, el mérito; para mí solo pido indulgencia por mi extremada pobreza”.

 

A través de estas visitas podemos acer-carnos a Desideria, que revela el alma de Manyanet. Un alma sencilla y pobre, pero que aspira —“desea”— la perfección:

“A mi Hijo Jesús —dice María a la joven Desideria—, mejor le placen los religiosos humildes y observantes que los sabios y muy habilitados si carecen de estas virtudes”.

 

La visión del padre Manyanet de la vida de la Familia de Nazaret es realista, tanto para los religiosos y religiosas como para los laicos y para sus mismos colegios. To-dos pueden aprender lecciones concretas de la Sagrada Familia, pues ni las comu-nidades religiosas, ni las familias cristia-nas, ni los colegios son realidades idíli-cas. Por eso propone imitar las virtudes que facilitan la creación de comunidades inspiradas en el amor, la humildad, la sencillez, la alegría.

 

Dice María a Desideria:

 

“Como ya has podido comprender, en dos palabras puede compendiarse nuestra doctrina, que son: humildad y amor. Es la humildad base y fundamento de toda virtud. [...] Amor. El alma enamorada de Jesús, ¿qué es lo que deja de hacer para agradarle? Ella vigila y está siempre apercibida contra las asechanzas y embestidas [ataques] de los enemigos para que no la sorprendan ni le roben su tesoro; y cuanto mayor es el amor, tanto más solícita es la vigilancia, con cuyo continuo cuidado se hace más difícil la sorpresa y casi imposible la caída”.

 

Como ejemplos de la visión no idílica de la vida de Jesús con María y José en Nazaret podrían aportarse citas sobre virtudes aparentemente pequeñas, pero decisivas para garantizar una buena convivencia en los tres ámbitos en que Manyanet deseaba ver realizado el espíritu de Nazaret: sus congregaciones religiosas, las familias cristianas, los colegios, Estas virtudes son: la mortifica-ción, la veracidad, la discreción, etc.


Fuente: José Manyanet. Profeta de la Familia. J.M. Blanquet - J. Piquer.

BULA DE CANONIZACIÓN DE SAN JOSÉ MANYANET
Carta Decretal con la que se asignan al Beato José Manyanet y Vives

los honores de los Santos

“Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo” Génesis 12,3.

Como Abraham, que fue llamado por Dios para iniciar al nueva familia de los hijos de Dios, el beato José Manyanet y Vives consagró toda su vida a fomentar y defender la dignidad del matrimonio y de la familia según el plan de Dios, cuyo cometido es la edificación de la familia de Dios, que es la Iglesia. Él contribuyó de tal modo a la renovación de la vida familiar en la España del siglo XIX, que fue llamado “verdadero apóstol de la familia”.

Este ferviente hijo de la Iglesia nació el día 7 de enero de 1833 en Tremp, en la diócesis de Urgel, en España, en el seno de una familia numerosa y cristiana. Presintiendo su vocación al sacerdocio, en 1845 ingresó en el colegio de la Escuela Pía de Barbastro. Completó su formación filosófica y teológica en los seminarios diocesanos de Lérida y Urgel y el día 9 de abril de 1859 fue ordenado sacerdote de esta última diócesis.

Fue un colaborador estimado del obispo de Urgel en varios oficios de la curia diocesana y en el desempeño de su ministerio sacerdotal, hasta que se sintió llamado por Dios para presentar al mundo los ejemplos de la Sagrada Familia de Nazaret y promover la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción eminentemente católica de los niños y los jóvenes. “¿Qué hacer —decía— para devolver a las familias su dignidad, la paz y tranquilidad de que hoy día carecen? No hay nada más que señalarla y aficionarla a imitar el perfectísimo modelo de la Sagrada Familia, y de seguro se reformará, y reformada ella, quedará sanerada la sociedad” (Camareros S.F., 1868, I,6).

Con este fin, movido por el Espíritu, en 1864, fundó el Instituto de los Hijos de la Sagrada Familia, Jesús, María y José y, en 1874, el de Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. “La educación e instrucción de la niñez y la juventud —escribía— puesta en manos de sacerdotes y estos religiosos, es el medio más apto... y de resultados más positivos para reformar la familia y con ella la sociedad” (Carta, marzo 1889).

Fruto de la oración y de su sensibilidad eclesial, en 1869, propuso la idea de levantar un templo expiatorio para que fuera el símbolo visible y el hogar espiritual de las familias de todo el mundo.

De esta inspiración nació el Templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, obra insigne del arquitecto siervo de Dios Antonio Gaudí.

El día 2 de febrero de 1970 hizo la profesión religiosa como Hijo de la Sagrada Familia y recibió la de los primeros compañeros. A lo largo de su vida, vivió esta consagración como respuesta a la llamada de Dios en un clima sobrenatural y con una fidelida heroica.

Trabajador modelo por el Reino de Dios en Cristo, llevó a cabo una admirable actividad apostólica en favor de la promoción del matrimonio y de la familia cristiana, principalmente con la predicación, escribiendo libros, abriendo escuelas, colegios y centros de pastoral para la formación de los padres y de los hijos, especialmente de los más necesitados. Quería familias como escuelas y escuelas como familias. En todas estas actividades proponía el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, desde cuyo hogar y escuela Jesús, el hijo de Dios, proclamó el Evangelio de la Familia como Nos mismo hemos escrito en la Carta a las familias, 23.

Creó otras asociaciones familiares para que imitaran también a la Familia de Nazaret y colaborasen en la tarea educadora de las familias y de los niños y jóvenes. Con este mismo fin fundó la revista titulada La Sagrada Familia para llevar las virtudes y ejemplos de Jesús, María y José a todos los hogares y llegaran a ser verdaderas iglesias domésticas. “La paternidad es como un sacerdocio —escribía el beato Manyanet— y así como es propio del sacerdote exhortar, predicar y rogar, del mismo modo los padres de familia dentro de su casa deben ser celosos vigilantes y constantes, pero prudentes predicadores” (Preciosa Joya de Familia, II, 2, 1889).

Él deseaba ardientemente y trabajó con constante y admirable celo para que “todas las familias de la tierra imiten y bendigan a la Sagrada Familia de Nazaret”. “La Sagrada Familia —escribía— desea ser conocida, el Papa lo suplica, el estado actual de la sociedad lo exige” (Nuestro objeto, 1899).

 

Él, por su parte, habiendo recibido el don de llamarse y ser Hijo de la Sagrada Familia, entregó su corazón a esta Familia Santa y estableció su morada espiritual en la Casa de Nazaret. Allí, mediante la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, alimentó su piedad filial hacia Jesús, María y José, y aprendió a ser testigo y apóstol de la santidad de esta Familia. Identificado con el personaje literario de su autobiografía espiritual llamado “Desideria”, creyó siempre en la posibilidad y necesidad de crecer en la condición de hijo de Dios por el camino de la sumisión y de la humildad, como Jesús, junto a María y José en Nazaret.

Fue un óptimo maestro espiritual tanto de los seglares como de los religiosos. Humilde y obediente siempre a los Prelados, soportó con serenidad, entereza y paciencia muchas contrariedades y sufrimientos.

 

Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años —que llamaba las “misericordias del Señor”— el 17 diciembre de 1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre, en Barcelona, rodeado de niños y jóvenes. Sus últimas palabras fueron esta jaculatoria repetida tres veces: Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía.

 

Aumentando la fama de su santidad, el año 1931 se comenzó la Causa de beatificación y canonización. Habiéndose cumplido todo lo exigido por el derecho, el día 25 de noviembre de 1984 proclamamos solemnemente a José Manyanet beato. El día 20 de diciembre de 2003, en Nuestra presencia, fue proclamado el Decreto sobre un milagro atribuido a la intercesión del mismo beato. Escuchados los pareceres de los Padres Cardenales y Obispos en el Consistorio celebrado el día 19 de febrero del año siguiente, con los pareceres a favor, decretamos que el rito de la canonización se celebrase en Roma el día 16 de mayo siguiente.

 

Y hoy, en la solemne celebración de la Eucaristía en la plaza de San Pedro, pronunciamos esta fórmula:

 

“En honor de la Santísima Trinidad,
para exaltación de la fe católica e incremento de la vida cristiana,
con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo,
de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y Nuestra,
habiendo meditado largamente e invocado repetidamente la ayuda divina
y habiendo recibido el parecer de muchos Hermanos nuestros en el episcopado,
declaramos y definimos Santos a los Beatos Luigi Orione, Annibale Maria Di Francia,
José Manyanet y Vives, Nimatullah Hassab Al.Hardini, Paola Elisabetta Cerioli
y Gianna Beretta Molla, les inscribimos en el catálogo de los Santos
y establecemos que en toda la Iglesia sean piadosamente honrados entre los Santos.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Cuanto por las presentes Letras hemos establecido, ordenamos que ahora y por siempre sea ratificado y afirmado, sin que obste nada en contrario.

 

Dado en Roma, en San Pedro, el día 16 de mayo de 2004, vigésimo sexto de nuestro Pontificado.

 

Yo Juan Pablo
Obispo de la Iglesia Católica

Leonardo Erriquenz,
Protonot. Apost.

bottom of page