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Lc 1,39-45: 21 de diciembre

Studium

En el Nuevo Testamento, el evangelista Lucas nos narra (Lc 1,39-56) la visita de María a Isabel. La respuesta de María al ángel fue la de cumplir con el mandato implícito de visitar a Isabel. Estas dos mujeres presentan características diferentes y elementos comunes.

Detrás del rostro envejecido de Isabel se perfilan largos siglos de preparación para la vida. María era plenamente joven y radiante, sin mancha ni arruga, y en espera del cumplimiento de la promesa de Dios. Pero las dos mujeres comparten su esperanza y la maternidad, y sobre todo el hecho de que su maternidad las involucra plenamente con el plan de Dios. Sus dos hijos son hijos de lo imposible: Isabel era considerada una mujer estéril, mientras que María había decidido permanecer virgen.

Durante su encuentro, Isabel, con una gran exclamación proclama lo que el Espíritu viene de revelarle y su clamor es una doble bendición "Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre ". De hecho, se dio cuenta de que María iba a ser la madre del Mesías, y se regocijó debido a su visita. Ella también alabó a María por haber aceptado la palabra del ángel. Las alegrías del niño en su seno constituyen ya una respuesta a la llegada de María. Con este gesto, ella va a situarse en su propio y legítimo lugar. Ella, la anciana desaparece para dar paso a la joven madre del Mesías, “¿y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?"

El encuentro cara a cara de las dos madres nos manifiesta el encuentro invisible de los dos hijos. Jesús reviste a su madre de su dignidad de madre de Dios, Juan, a su vez mueve a su madre a acoger el misterio de las obras de Dios en el mundo.

Estas dos mujeres son la imagen perfecta del anhelo de felicidad de nuestro mundo. La historia del saludo de Isabel culmina aludiendo precisamente a esa felicidad anhelada: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”

Meditatio

Nada es imposible para Dios. En nuestra vida podemos tropezar con momentos difíciles, caminos de oscuridad y de duda. Sin luz tropezamos, pero con la luz de la fe, vemos más claramente el camino que debemos seguir si queremos estar en comunión con el plan de salvación de Dios en nuestras vidas. Dios muestra que es santo y poderoso salvando a su pueblo, actuando en su favor.

Pero siempre es feliz-bienaventurado aquel que, como Isabel y María, pone su fe en el Señor.

En nuestras sociedades, hay hombres y mujeres que luchan y sufren por un mundo donde reinen la dignidad y la libertad, la justicia y la paz para todos y cada uno. Esto siempre es posible para aquellos y aquellas que creen en el Señor. El que pone su esperanza en el Señor y confía en su palabra verá siempre sus maravillas en su vida.

Oratio

Oh, Señor Dios, te damos gracias por habernos dado a María como la madre de tu Hijo Jesucristo. Danos la gracia de poder escuchar tu palabra y decir "Sí" a tu voluntad. Que nosotros, como María, podamos levantar y cruzar las montañas con fortaleza para ser testigos de tus maravillas en nuestras colinas. Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo, nuestro Salvador.

Contemplatio

Este mundo se nos aparecerá como el surgir de un nuevo día o como una tarde que declina según que lo miremos con los ojos de la fe.

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