21 de diciembre
Las lecturas de este miércoles nos hablan de una bellísima idea: el amor verdadero es aquel amor que espera. De las lecturas parece brotar la idea de que el Amor esta relacionado con la espera. Esperar a la persona a quien amas se convierte en sí en un acto de amor, en un hecho lleno de paciencia, de ganas de besarla, de abrazarla… El Amor es paciente, dice San Pablo en otro lugar.
El encuentro entre dos personas que se aman es un momento lleno de novedad, de fuerza, de vida, de alegría, de calor. El encuentro entre dos personas es el encuentro de vidas, de corazones, de pensamientos. El encuentro con las personas a las que amas se ansia; el ansia por el encuentro hace a uno querer acelerar el tiempo para que llegue el Encuentro.
Son los dos encuentros que nos encontramos en las lecturas de este miércoles. En la primera lectura del Cantar de los Cantares es el encuentro entre los que se aman: entre el amado y la amada. El amado, con ansia, dice a modo de melodía: ¡Levante y Ven.! Las ganas de encontrarse con la amada lo empuja a repetir: ¡Ven!
En el Evangelio encontramos el encuentro entre María y su prima Isabel. Un encuentro que Isabel no se esperaba y que la llena de alegría. Con grande fuerza en la labios, en el corazón y en toda su persona Isabel proclama: ¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
Nosotros nos encontramos a la puerta del encuentro con el Señor, un encuentro futuro que nos llena de ansias ahora, en el presente. Un encuentro que se producirá en nuestra propia vida porque el Señor se encarna en nosotros, si nosotros le dejamos.
Pensamos que la encarnación de Dios es algo ajeno a nosotros, algo exterior, algo que se produce en las vidas de los otros, pero no en la mía. NO! Dios no tiene otra carne que nuestra carne, que nuestra vida para hacerse carne. Dios quiere encontrarse con nosotros en nuestra propia vida: en nuestra alegrías y sufrimientos cotidianos. Quiere encontrarse con nosotros como el Amado: ¡Levante, déjame entrar y Ven!