Lc 1,39-45: Domingo de la 4 Semana de Adviento
En el Evangelio de Mateo la infancia de Jesús se centra en torno a la persona de José, padre putativo de Jesús. Y a través de “José, esposo de María” (Mt 1,16) es como Jesús llega a ser descendiente de David, capaz de cumplir las promesas hechas a David.
En el Evangelio de Lucas, al contrario, la infancia de Jesús se centra en torno a la persona de María, “esposa de José” (Lc 1,27). Lucas no habla mucho de María, pero lo que dice es de una gran profundidad e importancia. Presenta a María como modelo de vida de las comunidades cristianas.
La clave de este modo de mirar a María es la Palabra de Jesús con respecto a su madre: “Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,28). En el modo en el que María se comporta con la Palabra de Dios, Lucas ve la actitud más correcta por parte de la comunidad para relacionarse con la Palabra de Dios: acogerla, encarnarla, interiorizarla, rumiarla, hacerla nacer y crecer, dejarse plasmar por ella, aunque muchas veces no la entendamos y nos haga sufrir.
Esta es la visión que hace de telón de fondo en los capítulos 1 y 2 del evangelio de Lucas, que hablan de María, la Madre de Jesús. O sea, cuando Lucas habla de María, piensa en las comunidades cristianas de su tiempo que vivían dispersas en las ciudades del Imperio Romano. María es el modelo de la comunidad fiel. Y, fiel a esta tradición bíblica, el último capítulo de la “Lumen Gentium” del Vaticano II que habla de la Iglesia, representa a María como modelo de la Iglesia.
El episodio de la visita de María a Isabel indica otro aspecto típico de Lucas. Todas las palabras y actitudes, sobre todo el Cántico de María, forman una gran celebración de alabanza. Parece la descripción de una liturgia solemne. Lucas evoca un doble ambiente: el ambiente orante en el que Jesús nace y crece en Palestina, y el ambiente litúrgico y celebrativo en el que las comunidades cristianas viven su fe. Enseña a transformar una visita de Dios en servicio a los hermanos.
• Lucas 1,39-40: María va a visitar a Isabel
Lucas pone el acento en la prontitud de María para responder a las exigencias de la Palabra de Dios. El ángel le anuncia que Isabel está encinta e inmediatamente María se pone en camino para verificar lo que el ángel le ha anunciado. Sale de casa para ir a ayudar a una persona que tiene necesidad de ayuda. De Nazaret hasta las montañas de Judea son casi más de cien kilómetros No existían ni autobuses ni trenes. María escucha la Palabra y la pone en práctica de la forma más eficiente.
• Lucas 1,41-44: El saludo de Isabel
Isabel representa al Viejo Testamento que termina. María el Nuevo que empieza. El Viejo Testamento acoge al nuevo con gratitud y confianza, reconociendo en él el don gratuito de Dios que viene a realizar y a completar todas las esperanzas de las gentes. En el encuentro entre las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu que hace saltar de gozo al niño en el seno de Isabel.
La Buena Noticia de Dios revela su presencia en una de las cosas más comunes de la vida humana, como es, dos mujeres de casa que se hacen una visita para ayudarse. Visita, alegría, gravidez, hijos, ayuda mutua, casa, familia: y es en esto en lo que Lucas quiere que las comunidades (y todos nosotros) sintamos y descubramos la presencia del Reino.
Hasta hoy, las palabras de Isabel, forman parte del salmo más conocido y más recitado en todo el mundo, a saber, el Ave Maria.
• Lucas 1,45: El elogio de Isabel a María
“Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”. Es el mensaje de Lucas a las Comunidades: creer en la palabra de Dios, que tiene la fuerza de realizar lo que nos dice. Es la Palabra que crea. Genera vida nueva en el seno de una virgen, en el seno del pueblo pobre y abandonado que la acoge con fe. Este elogio que Isabel hace a María se completa con el elogio que Jesús hace de su madre: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,28).
Lucas 1 y 2: Fin del Viejo Testamento, comienzo del Nuevo Testamento
En los dos primeros capítulos de Lucas, todo gira en torno al nacimiento de dos criaturas: Juan y Jesús. Los dos capítulos nos hacen sentir la espiritualidad del Evangelio de Lucas. En ellos el ambiente es de alabanza y de ternura. Del principio hasta el fin, se alaba y se canta la misericordia de Dios que, finalmente, irrumpe para cumplir sus promesas. Y las cumple a favor de los pobres, los anawin, de aquellos, que saben esperar su venida: Isabel, Zacarías, María, José, Simeón, Ana los pastores y los tres magos.
El primero y el segundo capítulo del Evangelio de Lucas son muy conocidos, pero poco meditados con profundidad. Lucas escribe imitando los escritos del Viejo Testamento. Es como si los dos primeros capítulos de su evangelio fuesen los últimos del Viejo Testamento, abriendo así la puerta para la venida del Nuevo. Estos dos capítulos son el umbral entre el Viejo y el Nuevo Testamento. Lucas quiere mostrar a Teófilo que las profecías se está realizando. Jesús cumple el Viejo y da comienzo al Nuevo.
Estos dos capítulos del Evangelio de Lucas no son historia en el sentido de como hoy nosotros entendemos la historia. Funcionaban, mucho más como un espejo, en el cual los destinatarios del evangelio, los cristianos convertidos del paganismo, descubrían que Jesús había venido a cumplir las profecías del Viejo Testamento y a responder a las más profundas aspiraciones del corazón humano. Eran también el símbolo de lo que estaba sucediendo en las comunidades del tiempo de Lucas. Las comunidades venidas del paganismo nacieron de las comunidades de judíos convertidos. Pero serán diversas. El Nuevo no corresponde del todo a lo que el Viejo imaginaba y esperaba. Era “signo de contradicción” (Lc 2,34), causaba tensiones y era fuente de mucho dolor. En la conducta de María, Lucas presenta un modelo de cómo reaccionar y perseverar en el Nuevo.