17 de diciembre
• “Recordad el pasado, vivid el presente y preparad vuestro futuro”
Este penúltimo capítulo del Génesis nos describe las bendiciones de las Tribus de Israel y data de la época monárquica, otorgando la realeza a Judá. El Patriarca “bendice a cada uno de sus hijos, con su bendición correspondiente” revelando así a sus hijos su destino, pero el texto que nos ocupa da la primacía a Judá.
Que un padre llame a sus hijos y les hable es digno de admirar, y lo que les dice es más admirable: “Recordad el pasado, vivid el presente y preparad vuestro futuro”. De la Tribu de Judá desciende José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, y en estos versículos leemos que ante la tribu de Judá “se postrarán todos los hijos de tu madre”, por la fe experimentamos que estos hijos somos nosotros como hijos de la Iglesia.
El Salmo 71 designa al rey ideal, el rey prometido, el rey mesiánico que anuncian los profetas; el rey que gobierna rectamente al pueblo, que defiende a los humildes, que salva al pobre, que aplasta al opresor, al que bendicen todos los pueblos, al que proclaman dichoso todas las naciones, que su nombre es eterno: Jesucristo, el Señor.
• Genealogía de Jesucristo
El Evangelio de San Mateo comienza explicando la genealogía de Jesús, sin seguir criterios históricos aunque ciertamente nombra personajes de la historia de Israel, y lo hace mediante una triple lista con 14 nombres de hombres (tres listas agrupando tres etapas), cada una para significar que Jesucristo tiene una historia, “un hombre sin historia es un hombre sin esperanza” y Él forma parte de la historia del pueblo israelita y en Él está la plenitud: Jesucristo es “nuestra esperanza”.
Esta genealogía de Mateo (en los Evangelios encontramos otra en Lucas) sigue una sucesión dinástica y aunque entre los hombres que menciona hay santos y pecadores, señalo las influencias por parte de las mujeres.
Sabemos que:
Tamar es una tramposa
Rajab es prostituta
Rut es extranjera
María, esposa de José, una judía ejemplar
Su finalidad no es otra que indicarnos que todos los hombres y mujeres estamos llamados, por gracia, a la Salvación universal.
Dios Padre quiso que su Hijo se encarnase en las entrañas de María y sigue queriendo encarnarse cada día en nosotros: justos y pecadores.
Adviento es tiempo de esperanza, una esperanza fundada en la Palabra de Dios; es tiempo en que esperamos y nos preparamos para la venida del Salvador: Solemnidad grande. Todas las grandes fiestas vienen precedidas por unas celebraciones previas (faltan nueve días para la Natividad del Señor) y comenzamos lo que se llaman “días de feria Mayor” en los cuales la Iglesia reza “las antífonas de la OH” que destacan títulos mesiánicos tomados del A.T., y las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre.
“Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación”.
Es imposible tener fe y no recitar estas bellas palabras con lo que expresan, uniéndonos a los sentimientos de los Patriarcas. Estas antífonas manifiestan perfectamente las diversas necesidades del ser humano, que camina, con fe y esperanza en busca de la felicidad.