Lc 7,19-23: Miércoles de la 3 Semana de Adviento
En la primera lectura del profeta Isaías palpamos cómo hay un leitmotiv que se mueve a lo largo de toda la lectura: “Yo soy el Señor” . ¿Por qué Isaías repite tantas veces esta frase en tan pocos versículos?
Nuestra incapacidad para reconocer al Señor y nuestra facilidad de irnos “con el mejor postor” parece ser la razón de esta insistencia. El Señor, con palabras, afirma: "Yo soy el Señor y no hay otro: artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz, creador de la desgracia; yo, el Señor, hago todo esto. Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia; yo, el Señor, lo he creado."
En el pasaje evangélico de este miércoles encontramos una idea en relación con la primera lectura. Juan el Bautista no se encontraba muy seguro de que Jesús era Aquel que esperan los judíos. Por ello, manda a dos de sus discípulos a preguntarle: ¿Eres tu, si o no? Esta pregunta nos pone en evidencia el mismo problema que encontramos en la primera lectura: La incapacidad de los ojos del Bautista para reconocer al Señor. Ante tal incapacidad Jesús no responde con palabras sino con obras: Y en aquella ocasión Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista.
Tras haber manifestado quién era, Jesús envía de vuelta a los discípulos de Juan con la respuesta: "Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio”
El Pasaje del evangélico se cierra con una bienaventuranza: “Bienaventurados los que no se escandalicen de mi” . Es decir, bienaventurados aquellos que son capaces de ver la realidad completa de Jesús.
En este tiempo de Adviento se nos llama a reconocer al Señor tanto en su Palabra como en sus obras. Las obras de Dios ocurren en nuestra vida cotidiana, las cuales podemos verlas con ayuda de la Palabra de Dios. Nosotros…. ¿somos capaces de ver la realidad completa del Señor? ¿somos capaces de no quedarnos sólo con lo que nos interesa, sino con el todo? Quedarse con una parte de Jesús, sea sólo la humana como sólo la divina, es una visión incompleta de Jesús, una visión ciega, incapaz de ver más allá y de escuchar en profundidad.