Mt 21,28-32: Martes de la 3 Semana de Adviento
1. Studium
Estamos ante la presencia de Jesús que nuevamente habla en parábolas; esta es muy sencilla, clara, pero a su vez exigente. Dirigida en especial a “los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo”, que lo acosan cuando se acerca al templo. Según el relato, un padre pide a dos de sus hijos que vayan a trabajar a su viña. El primero dice que “no” pero al final va a trabajar. El segundo dice que “sí” pero realmente no va.
Ante la pregunta de Jesús: ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre? La respuesta de los oyentes fue clara: “El primero”. Lo original es la aplicación que, según el evangelista Mateo lanza Jesús a los dirigentes religiosos de aquella sociedad: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”.
Los escribas hablan constantemente de la ley: el nombre de Dios está siempre en sus labios. Los sacerdotes del templo alaban a Dios sin descanso. Nadie dudaría de que estén haciendo la voluntad del Padre. Pero las cosas no son siempre como parecen. Los recaudadores y las prostitutas, según Jesús, van por delante de los sumos sacerdotes y escribas en el camino del reino de Dios.
Sabemos que el evangelio de Mateo tiene un centro, el evangelio del Reino. Las discípulas y discípulos “del Reino de los cielos” están llamados a seguir a Jesús con hechos y no solo con palabras.
Jesús no puede ser más duro. Estas palabras sólo las recoge el evangelista Mateo, pero no hay duda de que provienen de Jesús. Sólo él tenía esa libertad frente a los dirigentes religiosos.
Jesús conoció una sociedad dividida por barreras de separación y atravesada por complejas discriminaciones. En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto; personas “puras” con las que se puede tratar y personas “impuras” a las que hay que evitar; hombres “piadosos” observantes de la ley y “gentes malditas” que ni conocen ni cumplen lo prescripto; personas “sanas” bendecidas por Dios y “enfermos” malditos que no tienen acceso al templo. Jesús va a transgredir estas barreras, se acerca precisamente a los más discriminados y se sienta a comer con los “prohibidos”.
2. Meditatio
La voluntad del padre de la parábola es claro: que los hijos vayan a trabajar a la viña. La viña hoy la podemos entender como el mundo, la historia, nuestro contexto. Dios está sin dudas actuando en nuestra historia. Este es el tiempo del actuar del Espíritu de Jesús. Su Iglesia necesita estar muy atenta a este actuar del Espíritu en la historia, en el cosmos. La acción remite a su fuente última que es el Espíritu Santo. Estamos llamados a la acción, que de ninguna manera quiere ser un “activismo”.
Ir realmente a trabajar a la viña ¡de eso se trata!... De no quedarnos en palabras y declamaciones, sino de actuar en comunión con el Espíritu y en fraternidad con las mujeres y varones de nuestra sociedad y de nuestro tiempo. Una “Iglesia en salida”, nos dice el Papa Francisco (EG 20). ¿Qué puede estar significado hoy esta invitación?
Por el Espíritu nos volvemos capaces de crear actos totalmente nuestros, únicos como nosotros somos únicos y que al mismo tiempo manifiestan algo de la plenitud de Cristo, pero en la dimensión humana y en los múltiples diferentes contextos. Imitar a Jesús en el Espíritu es crear actos enteramente inéditos y totalmente condicionados por el preciso momento histórico, totalmente personales y que, no obstante, redescubren el mismo sentido y la misma inspiración que los de Jesús.
La aplicación novedosa que hace Jesús de la parábola es iluminadora también para nuestra realidad: “los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”. Hay muchas fronteras que derribar en nuestras sociedades donde la inequidad y la exclusión son causales de violencia (EG59); necesitamos tejer muchos puentes y generar nuevas relaciones para que realmente podamos vivir según el querer de Dios: “Que todos sean uno, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21).
3. Oratio
Espíritu Santo te recibimos y acogemos porque sabemos que solo desde tu fuerza y luz podremos vivir la misión que nos tienes confiada. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
4. Contemplatio
Hoy y siempre, la verdadera voluntad del Padre la hacen aquellos que traducen en hechos el evangelio de Jesús y aquellos que se abren con sencillez y confianza a su perdón.