Lunes de la 3 Semana de Adviento
"La esperanza en la misericordia de Dios abre los horizontes y nos hace libres, mientras que la rigidez clerical cierra los corazones y hace mucho mal".
Así lo ha advertido el santo padre Francisco, durante la homilía de la misa celebrada en Santa Marta este lunes por la mañana.
Haciendo referencia a la primera lectura del día, el Pontífice ha señalado que Balaam “tenía sus defectos, incluso pecados. Porque todos tenemos pecados, todos. Todos somos pecadores”. Pero no os asustéis –ha pedido–, Dios es más grande que nuestros pecados.
Asimismo, ha indicado que “en su camino, Balaam encuentra al ángel del Señor y cambia el corazón”. No cambia de partido sino que “cambia del error a la verdad y dice lo que ve”. El Pueblo de Dios mora en tiendas de campaña en el desierto y él “más allá del desierto ve la fecundidad, la belleza, la victoria”. Ha abierto el corazón, “se convierte” y “ve lejos, ve la verdad” porque “con buena voluntad siempre se ve la verdad”. Es una verdad --ha asegurado el Papa-- que da esperanza.
De este modo, Francisco ha explicado que “la esperanza es esta virtud cristiana que nosotros tenemos como un gran don del Señor y que nos hace ver lejos, más allá de los problemas, los dolores, las dificultades, más allá de nuestros pecados”. Nos hace ver la belleza de Dios, ha indicado.
Y así, ha contando que cuando él se encuentra con una persona que tiene esta virtud esperanza y es un momento difícil de su vida --sea una enfermedad sea una preocupación por un hijo o una hija o alguno de la familia o cualquier cosa– pero tiene esta de la virtud, en medio del dolor tiene el ojo penetrante, tiene la libertad de ver más allá, siempre más allá. Y esta es la esperanza. Y esta es la profecía que hoy la Iglesia nos dona: se necesitan mujeres y hombres de esperanza, también en medio de los problemas. La esperanza abre horizontes, la esperanza es libre, no es esclava, siempre encuentra un lugar para arreglar una situación.
Por otro lado, el Francisco ha subrayado que en el Evangelio, están los jefes de los sacerdotes que preguntan a Jesús con qué autoridad actúa: “No tienen horizontes”, son “hombres cerrados en sus cálculos”, “esclavos de la propia rigidez" y los cálculos humanos “cierran el corazón, cierran la libertad” mientras que “la esperanza nos hace ligeros”.
A propósito, el Santo Padre ha observado cuánto es bella la libertad, la magnanimidad, la esperanza de un hombre y una mujer de Iglesia. Sin embargo, “qué feo es y cuánto mal hace la rigidez de una mujer y de un hombre de Iglesia, la rigidez eclesial, que no tiene esperanza”.
El papa Francisco ha explicado que en este Año de la Misericordia, hay estos dos caminos: quien tiene esperanza en la misericordia de Dios y sabe que Dios es padre; Dios perdona siempre, pero todo; más allá del desierto del abrazo del Padre, el perdón. Y también, están esos que se refugian en la propia esclavitud, en la propia rigidez, y no saben nada de la misericordia de Dios. “Estos eran doctores, habían estudiado, pero su ciencia no les ha salvado”, ha advertido el Santo Padre.
Para finalizar la homilía, ha contado un hecho sucedido en 1992 en Buenos Aires, durante una misa por los enfermos. Llevaba varias horas confesando, cuando llegó una mujer muy anciana, de más de ochenta años, “con los ojos que veían más allá, con los ojos llenos de esperanza”. Y el Papa le dijo: ‘Abuela, ¿usted viene a confesarse?’, porque él se estaba ya levantando. Y ella le respondió ‘sí’. ‘Pero usted no tiene pecados’. Y ella le dijo: ‘Padre, todos los tenemos’. ‘Pero, ¿quizá el Señor no los perdona?’ ‘Dios perdona todo’. Francisco le preguntó cómo lo sabía, y ella respondió ‘porque si Dios no perdonara todo, el mundo no existiría’.
Delante de estas dos personas --el libre, la esperanza, lo que te lleva a la misericordia de Dios y el cerrado, el legalista, el egoísta, el esclavo de la propia rigidez-- el Papa ha pedido recordar esta lección que esta anciana le dio: “Dios perdona todo, solamente espera que tú te acerques”.