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Mt 9,27-31: Viernes de la 1 Semana de Adviento

“Pronto, muy pronto”

Cuando oímos a Isaías proclamar “pronto, muy pronto” vendrá el Mesías con las maravillas que anuncia de que todo el que sufra algún mal se verá liberado de él, y luego echamos una mirada al mundo que nos rodea, nos viene la duda de si Isaías se equivocó.

Con la venida de Jesús, el Mesías, y con todo lo que nos predicó y vivió, los teólogos han acuñado la conocida frase “ya, pero todavía no”, que nos sirve para afirmar que Isaías no se equivocó. Jesús anunció a los cuatro vientos la llegada del Reino de Dios, y con él la desaparición del mal, porque si reina Dios no reina el mal.

Esta realidad, la realidad de Dios reinando “ya” empieza en este mundo, pero “todavía no” del todo, porque al mismo tiempo persisten otros reinados, como el reinado del mal en todas sus manifestaciones. Jesús nos aclara que el reinado de Dios en su plenitud, Dios reinando en todo y en todos, se va a dar después de nuestro trayecto terreno, en “el cielo nuevo y la tierra nueva”, cuando Dios sea “todo en todos”. Entonces las palabras de Isaías se cumplirán en su totalidad y plenitud.

A nosotros nos toca, mientras vivimos en esta tierra, luchar para que Dios reine “ya” en nuestro corazón y en nuestra sociedad, ansiando la llegada de su plenitud.

“Hablaron de él por toda la comarca”

Totalmente humanas, lógicas, nos parecen las dos reacciones de los dos ciegos del evangelio de hoy. La primera, piden a Jesús que les haga ver, que cure sus tinieblas, porque sin luz se camina mal. Qué más normal que el deseo de un ciego de querer ver. “Ten compasión de nosotros, Hijo de David”.

La segunda, los dos ciegos, después de ser curados por Jesús, “hablaron de él por toda la comarca”. La que nos parece más enigmática es la petición de Jesús a los curados: “¡Cuidado con que lo sepa alguien!”. Los teólogos llaman a esta actitud el deseo de preservar “el secreto mesiánico”. No entremos ahora en este tema. Y sigamos diciendo que nos parece humana, lógica, normal la respuesta agradecida de los dos ciegos, proclamando ante todos que fue Jesús quien les curó.

Como la palabra de Dios es proclamada para los que la oyen, en este caso, para nosotros, podemos seguir el ejemplo de los ciegos y vivir sus dos actitudes. Pedirle al Señor que abra bien los ojos de nuestra cara, de nuestra inteligencia y de nuestro corazón para ver claro qué tenemos que hacer como seguidores suyos. Y que no dejemos nunca de ser agradecimos y reconocer y publicar todas la maravillas que Dios ha hecho y sigue haciendo con nosotros.

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