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Lucas 3,10-18: Domingo de la 3 Semana de Adviento

Parte integrante del mensaje evangélico de Lucas es la necesidad de la conversión; metanoia, o sea, el cambiar la propia mentalidad por el modo de pensar y obrar de Dios.

Muchas veces encontramos en el Evangelio de Lucas escenas en la que la misericordia de Dios se manifiesta en Jesucristo para los pobres y los humildes de corazón (Lc 1, 46-5; 2, 1-20; 5, 12-31; 6, 17-38). Estas escenas contrastan con el tratamiento severo reservado a los ricos y orgullosos que tienen el corazón duro y cerrado para Dios y para el prójimo necesitado (Lc 16, 19-31; 17, 1-3).

El texto que nos propone la liturgia dominical, nos presenta esta temática. El pasaje 3,10-18, es parte de la exposición lucana de la predicación del Bautista como preparación al ministerio de Jesús. Juan Bautista anuncia la venida inminente del día del Señor: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?” (Lc 3,7).

Los profetas habían anunciado la llegada de este día de ira y de salvación, como también la venida de un mensajero reconocido como Elías (Sir 48,11), que preparase el camino delante del Señor (Mal 3, 1-5).

En la tradición cristiana Juan Bautista es el mensajero que prepara el día de la llegada del Señor, el Mesías: “Viene uno que es más fuerte que yo” (Lc 3,16). El ministerio de Juan de hecho se desarrolla en un tiempo de grandes expectativas mesiánicas: “El pueblo estaba expectante” (Lc 3, 15) y pregunta al Bautista si era él el Mesías. Esta pregunta se hará también a Jesús (Lc 9,7-9; 18-21) que en seguida revela su identidad con la confirmación implícita de la profesión de fe de Pedro.

En los versículos 3,1-18 del evangelio de Lucas, tenemos todo cuanto se refiere al ministerio y la misión de Juan Bautista. Él ha sido enviado para bautizar en señal de arrepentimiento y de predicar la conversión que lleva la salvación: “haced pues obras dignas de conversión” (Lc 3,7); “yo os bautizo con agua” (Lc 3,16).

Con su predicación, Juan “anunciaba la buena noticia” (Lc 3,18), que la salvación no estaba reservada para algunos elegidos, sino que se ofrece a todos, incluso a los publicanos y soldados (Lc 3, 10-14) y a todos los que obran con justicia y caridad. Jesús a su vez aclarará más esta verdad con su comportamiento misericordioso hacia los publicanos, los pecadores y los marginados (Lc 7,1-10, 36-50; 17,11-19; 18, 9-14).

El tema de la salvación está en los hechos estrictamente ligados a la venida del Reino de Dios, que está en medio de nosotros (Lc 17, 20-21) y tiene una implicación social de justicia, de igualdad entre todas las personas (Lc 3,10-14), por tanto la salvación no es solamente una realidad abstracta e individual, sino real y colectiva.

Esta salvación nos viene ofrecida por Dios en aquel que nos bautiza en Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16b). “Él tiene el bieldo para limpiar su era y para recoger el trigo en el granero; pero la paja, la quemará con fuego que no se apaga” (Lc 3,17).

Muchas veces con el transcurrir del relato evangélico, Jesús hará símiles referencias en su predicación sobre la venida del Reino, con amonestaciones y parábolas (Lc 13,1-5; 17, 22 – 37). Se puede decir que al tratar del ministerio y la misión de Jesús, Lucas nos hace ver el perfeccionamiento de la predicación y del anuncio de Juan. Aquí se puede hacer referencia a lo que Jesús dice en la sinagoga de Nazaret: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oídos con vuestro oídos”. (Lc 4,21)

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