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Noche Buena: Misa de la medianoche

Primera Lectura:

Isaías 9,2-7

Este fragmento está integrado en el Libro del Enmanuel: ¡Dios con nosotros! La liturgia de este noche celebra sacramentalmente y centra su atención en el nacimiento temporal del Hijo de Dios hecho hombre.

• ¡Dios es la luz de los hombres que disipa las tinieblas!

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. El binomio luz-tinieblas está presente en toda la historia de la salvación. En los orígenes las tinieblas lo invadían todo. La intervención creadora de Dios con su Palabra y con su Espíritu será una victoria de la luz sobre las tinieblas. Todo el universo brillaba con luz esplendorosa... Para tus fieles brillaba una espléndida luz... Cuando un silencio apacible lo envolvía todo, y la noche llegaba a la mitad de su veloz carrera, tu omnipotente palabra se lanzó desde el cielo, desde el trono real, cual implacable guerrero... traía como aguda espada un decreto irrevocable (Sb 18,14s).

Con el Nacimiento del Mesías se tiende un puente entre la tinieblas y la luz. En adelante el hombre podrá vivir siempre en la luz. Nuestro mundo actual necesita de la luz como en pocas etapas de la historia. De la luz que viene de Dios y que alcanza a la vida humana en todos sus niveles. Los creyentes somos invitados esta noche a dejarnos empapar de la luz del Mesías que se nos regala y luego ser lámparas encendidas a nuestro alrededor.

• ¡Dios nos hizo para la felicidad y nos quiere felices!

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia. Una lectura atenta de la Escritura, especialmente del profeta Isaías, nos convencerá de la importancia que la alegría tiene en el plan de Dios. Ya desde la creación nos hizo para la felicidad. Dios que es eterno y plenamente feliz proyectó sobre su creación, especialmente sobre el hombre, esta realidad profunda en que Él vive. La venida del Mesías, que restaurará el plan de Dios no podía estar ajena a esta experiencia de alegría y felicidad.

Todos somos conscientes de que vivimos en un mundo muy ruidoso, que acaso ríe a carcajadas. Pero está muy lejano de la verdadera alegría y felicidad que el profeta entiende ha de ser la proyección visible de la que Dios posee. Los creyentes hemos de ir por el mundo irradiando una alegría (muchas veces incomprensible) que nadie nos puede quitar, porque es la que necesita el mundo que nos rodea. Porque, en palabras de la Doctora Santa Teresa, "un santo (discípulo de Jesús) triste es un triste santo".

• ¡Dios entre los hombres: una promesa desbordante!

Porque un niño nos ha nacido... Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Es una de las más bellas profecías mesiánicas. Utiliza imágenes apropiadas enmarcadas, lógicamente, en el mundo religioso y cultural en el que él vive. Todas estas imágenes y calificativos apuntan y convergen en el gobernante ideal que conduce a su pueblo hacia la paz.

Esta palabra, “paz”, que aparecerá de nuevo a lo largo de este tiempo navideño, engloba según la comprensión bíblica todos los bienes de salvación que Dios ofrece al hombre: desde los más espirituales hasta los más tangibles y experimentables. El mundo cuenta, entre sus tesoros más inapreciables, la presencia siempre actual del Príncipe de la paz que quiere conducirlo hacia ella. Necesitamos tomar más en serio la paz y la equidad en el mundo. En todas sus manifestaciones: la paz íntima del corazón zarandeado por innumerables preocupaciones, en las familias, en la convivencia cotidiana, en las relaciones públicas nacionales o internacionales. La paz que está amenazada por todas partes. Dios es un Dios de paz no de aflicción.

Segunda Lectura:

Tito 2,11-14

Dirige la mirada y la atención hacia los deberes en los diferentes estados de la vida. Precisamente las palabras que vamos a proclamar expresan el fundamento de estas exigencias.

• ¡Dios ofrece gratuitamente la salvación a todos los hombres!

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres. Toda la Escritura, desde la primera promesa de salvación (Gn 3,15) pasando por la promesa hecha a Abrahán (Gn 12,1ss) y realizada en plenitud en Jesucristo es una proclamación del proyecto universal de Dios en favor de todos los hombres de todos los tiempos.

Dios no tiene acepción de personas, no excluye a nadie del banquete festivo de su Reino. Y se ha cumplido con la Encarnación de Jesucristo, consumado plenamente en el misterio pascual. Esta oferta de Dios tiene consecuencias concretas y exigentes. Si este es el proyecto de Dios –Padre de todos–, todos los creyentes han de ir por el mundo proclamando con sus vidas esta realidad. Es necesario romper fronteras y derribar obstáculos que surgen por todas partes.

Hoy experimentamos a todos los niveles la grave realidad de los racismos y discriminaciones de todo género. Navidad es la realización del recorrido de Dios (infinito) al hombre finito. Y es una invitación urgente a que todos realicemos el recorrido que va de mí a mi hermano y de mi hermano a mí.

• ¡La gratuidad de Dios exige una respuesta convincente!

El autor de la Carta a Tito se encuentra en un momento en el que los cristianos parecen perder el primer frescor del evangelio. La Iglesia padecía crisis muy alarmantes tanto en el ámbito doctrinal como práctico. El autor de esta carta se ve en la obligación pastoral de llamar la atención.

Ciertamente Dios ha puesto toda la creación al servicio del hombre, de todos los hombres. Hoy se nos invita a vivir en el tiempo presente con moderación y justicia. La utilización de los bienes de la naturaleza y de los recursos exige la justa distribución de los mismos.

Navidad debería ser un momento privilegiado para que los creyentes reflexionasen sobre su actuación en todos los ámbitos: laboral, nacional e internacional para comprobar qué hemos hecho y qué estamos haciendo con los bienes que son de todos.

La contemplación de la escena de Belén plantea graves y urgentes interrogantes y está clamando por profundas y serias actuaciones de los discípulos de Jesús.

• ¡El proyecto de Dios sobre los hombres es único en sus etapas!

Aguardamos la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. El misterio que celebramos esta noche nos invita a dirigir la mirada en tres direcciones: futuro, presente y pasado.

El futuro de la vuelta gloriosa del Señor es un acicate para el presente de la historia de la salvación que se apoya en el pasado de las maravillas de Dios que ahora actualizamos. La Escritura nos urge a vivir aquel pasado como una actualización de lo que aquello significó y sigue significando.

Esta noche santa, que no debe esfumarse en una inoperante memorización, debe urgir al creyente a contemplar aquel acontecimiento y por qué se ha producido. En silencio junto a José y María es necesario y urgente meditar en lo sucedido. Dios, infinitamente rico, pobre. Dios, infinitamente santo, asume la naturaleza humana menos en el pecado. Algo debería cambiar en nuestra vida.

Evangelio:

Lucas 2,1-14

La conjunción de unas circunstancias históricas, aparentemente fortuitas, y el proyecto de Dios dan como resultado el nacimiento del Mesías en Belén. Roma decide ordenar en todo el imperio un censo y todos deben empadronarse en su lugar de origen. Sea lo que sea el censo de Quirino, la realidad es que Jesús, naciendo en Belén, muestra su pertenencia a la Casa de David.

• ¡El nacimiento de Jesús en medio de la historia:

Dios realmente entre los hombres, entre los pobres!

Salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.... Historia y proyecto de Dios. La Escritura nos invita a contemplar siempre el proyecto de Dios inmerso en la historia de los hombres. No permite la huida de esta historia, aunque parezca desconcertante. Esta es la característica de la fe cristiana que es histórica, es decir, que contempla a un Dios transcendente y poderoso acomodándose pedagógicamente al desarrollo de la historia para realizar su proyecto salvador en favor de los hombres.

El acontecimiento central de esta historia de la salvación se realiza también en un marco histórico concreto y desconcertante. Por mandato de un emperador, usurpador e invasor del país del pueblo de Dios, el Mesías va a nacer en Belén. Dios actúa así. La grave tentación de nuestro mundo es la huída a no sabe dónde. El hombre intenta huir, alejarse de la historia real, porque sospecha, intuye o experimenta, que en el marco de la historia todo es paradójico y desconcertante. Y el creyente está asaltado por esa misma tentación.

La realidad y el mensaje de esta Noche santa le invita con urgencia a tomar en serio el marco histórico en que le ha tocado vivir. Pablo nos invita a redimir el tiempo y el espacio. Esa es nuestra tarea: hacer de esta desconcertante y escandalosa historia una historia de la salvación en todos los ámbitos en que se desenvuelven nuestras vidas.

• ¡Desconcertante y esperanzador mensaje:

os traigo una gran alegría para todo el pueblo!

No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Son un relato de anunciación, una revelación.

Cuando se hace presente Dios por medio de sus mensajeros, los receptores siempre sienten temor y espanto ante lo inesperado y lo divino. Pero lo importante es el mensaje que se quiere revelar. Es necesario saborear todo el sentido que el Espíritu Santo nos ofrece a través del evangelista. Estos títulos aplicados a Jesús los reveló el Espíritu a la Iglesia después de la Pascua. Pero ahora se anticipan a la Infancia para revelarnos la hondura de la presencia de Dios en aquel marco tan sumamente austero y simple. ¡Dios es así! estamos saboreando la Navidad desde la Pascua y el don del Espíritu. Y esto es la gran Buena Noticia que el mundo necesita.

Debemos prestar hoy especial cuidado al actualizar este acontecimiento. Lo estamos reviviendo desde el misterio pascual. Eso significa para el creyente un compromiso serio frente a la historia que vive. En la Pascua se produjo la gran liberación, para que en la Navidad celebrada hoy se realice de nuevo. No celebraremos bien la Navidad si no se rompe a nuestro alrededor algún lazo esclavizador que imposibilita la verdadera comunión en la familia, en el trabajo, en nuestros compromisos sociales.

•¡Gloria y paz!

Una legión del ejército celestial alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. En el lenguaje de la Biblia la "gloria" designa la manifestación gloriosa de Dios. La gloria se manifiesta en la creación, pero sobre todo en la historia de la salvación (grandes gestas de Dios). Al fin de los tiempos se espera una manifestación definitiva de la "gloria" mediante la salvación de Israel.

Esta Noche, como la de Pascua, son apropiadas para recordar, experimentar, proclamar, y recibir la gloria de Dios. Gloria y paz. La paz es el bienestar en el más amplio sentido de la palabra, la dicha, la salud corporal, la tranquilidad, el entendimiento pacífico entre los pueblos y los hombres, la salvación entendida como una realidad estable. Se participa a la vez en la paz y en los dones salvíficos.

La Escritura testimonia que en estrecha relación con la paz se encuentra la justicia sin la cual aquella es imposible. La gloria y la paz están estrechamente vinculadas entre sí y con el plan salvador de Dios, de tal manera que la paz es la síntesis y la suma de todos los bienes salvíficos que Dios ofrece gratuitamente al hombre y en cuya recepción y proclamación se manifiesta la gloria de Dios.

El profeta Isaías proclamaba: “Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas. No alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra” (Is 2,4). Esta palabra nos urge hoy a educarnos para la paz y no para la guerra. Los acontecimientos que se agolpan parecen desmentir este proyecto amoroso de Dios. Las naciones se preparan cada vez más para la guerra. Pero la verdadera paz no se construye sólo desde arriba. El edificio de la paz se comienza a construir desde abajo: nuestra propia intimidad y nuestra comunión con el Príncipe de la paz hasta alcanzar a las múltiples relaciones sociales y humanas.

La paz es muy frágil y muy necesaria para los hombres. ¡Así se celebra bien el Nacimiento del Príncipe de la paz! Los creyentes debemos, esta Noche, asumir gozosamente la misión de hacer sensible y tangible al mundo la gloria de Dios respondiendo a su proyecto salvador y asumiendo el compromiso de llevarlo a los demás mediante la construcción de la paz. Dichosos los que promueven la paz porque ellos son hijos de Dios (Mt 5,9). Es el resultado del misterio pascual de Cristo: Por medio de él quiso reconciliar consigo todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra, trayendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz (Cl 1,20).

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