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El Propósito de la Educación Integral. La Propuesta Manyanetiana

La importancia de la escuela y la parroquia en la formación de personas y comunidades estables, reflexivas, creativas, proactivas, pacíficas, solidarias, inclusivas..., no consiste solamente en enseñar a leer y a escribir, en expresarse en varias lenguas, en resolver operaciones matemáticas, en tocar un instrumento musical y hacer deporte.


Después de la familia, la escuela y la parroquia son lugares donde los niños y jóvenes aprenden a desarrollar sus capacidades (dones), a relacionarse con los demás, a compartir, a corregir errores, a contribuir a mejorar sus condiciones de vida y, consecuentemente, las vidas de los demás; por tanto, la escuela y la parroquia no son lugares donde solamente “aprendemos a aprender”, sino que, como en el hogar familiar, también hemos de “aprender a vivir”.


La pedagogía y la espiritualidad manyanetianas apoyan su propuesta educativa en un rasgo de nuestra condición humana: las personas no somos islas, necesitamos de los demás para alcanzar un nivel de estabilidad y madurez en el que nos sintamos realizados.


Hay individuos y grupos que, en lugar de favorecer el crecimiento de sus semejantes, lo entorpecen y obstaculizan, pero este hecho, no solamente no contradice sino que confirma el respeto que hemos de tener hacia el lugar y las personas con las que convivimos; y es que no podemos llegar a ser nosotros mismos sin la ayuda de los demás y un medio vinculante y benigno.


La escuela y la parroquia manyanetianas fomentan el aprendizaje personalizado sin soslayar la importancia que esta formación tiene para todos: la familia, la comunidad y la sociedad, en la que convivimos. No tenemos vidas paralelas o separadas. Se trata de evitar una interpretación parcial, sesgada, individualista e interesada, de los hechos que vivimos, los saberes que aprendemos, las situaciones que compartimos, los desafíos y los conflictos que ponen a prueba nuestros valores y convicciones.


El arte de educar había puesto el acento en el conocimiento, pero desde hace tiempo viene ganando importancia el modo como se transmite el conocimiento y sus consecuencias en la vida de las personas y el resto de los seres vivos.


Es evidente que a veces nos comportamos como si no fuésemos merecedores de nuestro conocimiento. Incluso la manera como hemos llegado a justificar el mal uso que hacemos de él, cuestiona nuestra preparación para utilizar los medios que tenemos a nuestro alcance. Una educación responsable tiene que tener en cuenta todo esto.


Finalmente, la escuela y la parroquia manyanetianas fundamentan su propuesta humanizadora en algo más que en el cultivo del conocimiento, las experiencias, y aprender a convivir. Esto es un punto de partida. A medida que crecemos nos damos cuenta de que nuestras expectativas y deseos no se apagan. Disfrutamos de momentos de realización plena pero son fugaces. Nuestra percepción y capacidad para interiorizar lo que vivimos difiere de la percepción del mundo natural y sensible que compartimos con otros seres vivos; por eso, en nuestra formación hay espacio para Dios: un Dios distinto a los dioses de las mitologías antiguas; un Dios que no se impone a las personas sino que las ama, las acompaña e, incluso, sufre con ellas; un Dios nada esotérico, accesible a los sencillos y humildes.


Limitarnos a un acercamiento meramente intelectual y social de la realidad que vivimos sería como prescindir de una parte esencial de nosotros mismos puesto que no comprendemos la necesidad que tenemos de respirar, pensar, movernos, bailar y amar, describiendo procesos químicos y físicos; estos han de venir acompañados de sentido y propósito, sobre todo cuando más difícil se nos puede hacer respirar, pensar, movernos, bailar y amar.

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