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Domingo de la 8 Semana del Tiempo Ordinario C

Primera lectura:

Sirácida 27,5-8

 

Al agitar el cernidor, aparecen las basuras; en la discusión aparecen los defectos del hombre. En el horno se prueba la vasija del alfarero; la prueba del hombre está en su razonamiento. El fruto muestra cómo ha sido el cultivo de un árbol; la palabra muestra la mentali-dad del hombre. Nunca alabes a nadie antes de que hable, porque ésa es la prueba del hombre.

Segunda lectura:

1 Corintios 15,54-58

Hermanos: Cuando nuestro ser corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido aniquilada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la ley. Gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Así pues, hermanos míos muy amados, estén firmes y permanezcan constantes, trabajando siempre con fervor en la obra de Cristo, puesto que ustedes saben que sus fatigas no quedarán sin recompensa por parte del Señor.

Salmo 91:

¡Qué bueno es darte gracias, Señor!

¡Qué bueno es darte gracias, Dios altísimo,
y celebrar tu nombre, 
pregonando tu amor cada mañana 
y tu fidelidad, todas las noches!  


R. ¡Qué bueno es darte gracias, Señor!

Los justos crecerán como las palmas,
como los cedros en los altos montes;
plantados en la casa del Señor,
en medio de sus atrios darán flores.  


R. ¡Qué bueno es darte gracias, Señor!

Seguirán dando fruto en su vejez,
frondosos y lozanos como jóvenes, 
para anunciar que en Dios, mi protector,
ni maldad ni injusticia se conocen.   


R. ¡Qué bueno es darte gracias, Señor!

Evangelio:

Lucas 6,39-45

En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: "¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: 'Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo', si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano. No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón".

"¿Puede un ciego guiar a otro ciego?"

por Julio González, SF

 

Podemos pensar que cuando Jesús dijo estas palabras estaba pensando en los demás y, sin embargo, estaba hablando de todos nosotros ya que hemos entrado en este mundo a ciegas. Algunos padres pueden pensar que esa tierna criatura que sostienen en su brazos es perfecta pero a medida que pasen los días, los meses y los años, irán dándose cuenta de que no es tan perfecta como creían. En realidad, los bebés están muy lejos de ser la persona que están llamados a ser, es decir, de ser santos. Entramos en este mundo cegados y necesitamos de la guía de otras personas para ver. Hemos idealizado la niñez y la juventud y, por eso, a algunos les es difícil ver que nacemos ciegos y estamos llamados a salir de este mundo viendo, es decir, siendo santos.

La primera lectura nos ayuda a descubrir cómo se produce este proceso de crecimiento, iluminación y conversión: "En el horno se prueba la vasija del alfarero". Es en la adversidad, en el conflicto, en la debilidad..., cuando des-cubrimos quién soy y quién estoy llamado a ser. Los días en que sentimos nuestra debilidad nos abren los ojos para que purifiquemos nuestra mirada, intenciones y deseos; de ahí, que Jesús diga "saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver". Finalmente, al sacar la viga de nuestro propio ojo nos damos cuenta de lo ciegos que estábamos y, en lugar de juzgar y condenar la ceguera de los demás, deseamos que también ellos puedan ver.

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