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Domingo del Bautismo del Señor, c

INTRODUCCIÓN A LA FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS
Fray Pedro Fernández Rodríguez, Convento Santa María Maggiore, Roma

Hoy la Iglesia celebra el Bautismo de Jesús; es la cumbre del tiempo de Navidad. Este domingo se nos presenta todo el misterio que hemos celebrado en las fiestas navideñas: Dios con nosotros y nosotros con Dios. Dios ha nacido para estar siempre con nosotros: es el “Emmanuel”. La pregunta es si nosotros estamos con Dios. En concreto, si nos dejamos guiar por Dios; si aceptamos su palabra, sus mandamientos y, sobre todo, si conocemos a Dios por experiencia y no sólo de oídas. No es fácil vivir la fe en la situación del mundo actual. Los gobiernos, cuya misión es proponer y aplicar al menos la ley natural, toleran y legislan comportamientos contrarios a la razón, una vez perdido el sentido del pecado. La situación es tan difícil que algunos son tentados de paralizarse o de pactar con el mal. En este contexto, la fiesta de hoy nos presenta a Jesús, comenzando su ministerio público. La Iglesia continúa esta misión de Cristo, evangelizando de nuevo el mundo en el que estamos, pues cuando se celebra el misterio de Jesús en la Santa Misa se proclama su muerte y resurrección a todos. No olvidemos que la evangelización no es transmitir ideas, sino hacer posible el encuentro con Cristo y poder gozar de la vida que él nos ha dado. Esta misión la realizan los enviados por Jesucristo que viven según la forma apostólica y se posicionan a favor del bien y en contra del mal. La evangelización la hacen los santos, no los maestros. No se trata de medios exteriores, sino de vida interior.

PRIMERA LECTURA:
Isaías 40:1-5.9-11
 
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el dereho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas

SE REVELARÁ LA GLORIA DEL SEÑOR
P. Julio Gonzalez Carretti O.C.D.


El profeta abre este capítulo, presentándonos al Siervo y Ungido del Señor, personaje misterioso, que encierra en sí los rasgos más sobresalientes, tanto del pueblo, como de algunos personajes históricos. Estamos en el primero de los cuatro Cánticos dedicados a este Siervo doliente, escritos por un discípulo del Deuteroisaías, en los años del des-tierro. Este Siervo es presentado como un nuevo  Adán: “Yo Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé” (v. 6).  Tiene la misión de crear un mundo nuevo, un nuevo orden de las cosas, a través de una Nueva Alianza realizada con su pueblo. Con Él todo será nuevo: los ciegos o  paganos abrirán sus ojos a la revelación; los pre-sos será liberados de las tinieblas del error y del destierro. Otro aspecto de su misión será implantar el derecho, o sea, la Toráh con las características propias de un Rey, Profeta y Sacerdote. Como Rey, la justicia y el derecho serán implantados en toda la tierra, muy superior a lo conocido, puesto que implica una actividad salvífica, cimen-tada en la voluntad de Dios. Como Sacerdote, también vela por implantar el derecho; como Profeta, anuncia la voluntad de Dios al pueblo y a todas las naciones. Muy distin-to a todos los Reyes, Profetas y Sacerdotes del momento. Es la manifestación humilde de Dios que, por medio de este Siervo, transforma el interior de los hombres, reviviendo la llama que está a punto de extinguirse, hasta conseguir la  transformación de los co-razones y de la sociedad deseada por Dios, por medio del derecho, la justicia y la paz. 

Este Siervo, será continuamente sostenido por la acción del Espíritu: en el bautismo y en la transfiguración de Jesús se ve cumplida esta profecía. Hoy es la Iglesia, desde Pentecostés, la comunidad de salvación universal.    

SEGUNDA LECTURA:

Tito 2:11-14; 3:4-7
 
La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, entregado a practicar el bien. Al manifestarse la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor por los hombres, él nos salvó, no porque nosotros hubiéramos hecho algo digno de merecerlo, sino por su misericordia. Lo hizo mediante el bautismo que nos regenera y renueva por la acción del Espíritu Santo, a quien Dios derramó abundantemente sobre nosotros, por Cristo, nuestro salvador. Así, justificados por su gracia, nos convertiremos en herederos cuando se realice la esperanza de la vida eterna.

SALMO 103:

Bendice, alma mía, al Señor
 
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
R. Bendice, alma mía, al Señor
 
Extiendes los cielos como una tienda,
construyes tu morada sobre las aguas;
las nubes te sirven de carroza,
avanzas en las alas del viento;
los vientos te sirven de mensajeros;
el fuego llameante, de ministro.
R. Bendice, alma mía, al Señor
 
Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hicistes con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen, sin número,
animales, pequeños y grandes.
R. Bendice, alma mía, al Señor
 
Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes.
R. Bendice, alma mía, al Señor
 
Escondes tu rostro y se espantan:
les retiras el aliento y expiran

y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
R. Bendice, alma mía, al Señor

BAUTISMO DE PERUGINO.jpg

LA GRACIA DE DIOS, SALVACIÓN DE LOS  HOMBRES, Tito 2,11-14
Fray Miguel de Burgos Núñez, Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se habla de la “gracia de Dios” como salvación de todos los hombres. Dios, nuestro Salvador, ha mani-festado su bondad y su ternura con los pecadores. Esta lectura pretende ser, en la litur-gia de este domingo, como la forma práctica de entender el bautismo cristiano: un modo de participar en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto de vida que se fun-damenta en una vida justa y religiosa; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como regalo, y no por nuestros méritos.

La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la fiesta del Bau-tismo de Jesús marca expresamente la dimensión que llama al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra de Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir bajo esa conciencia de ser hijos de Dios, esta-mos expuestos a vivir sin identidad en nuestra existencia.

EVANGELIO:

Lucas 3:15-16, 21-22


En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.» Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»

EN LA FILA COMO UNO MÁS
Jesús Sanz Montes, ofm, Arzobispo de Oviedo

Le vimos venir escogiendo su modo de nacer humano y nos dejó sorprendidos. Tanto que no coincidirá tal vez con nuestros gustos refinados, o con nuestras ideas  perfeccionistas, o con nuestras eficacias infalibles. O ¿es que no nos sorprende que Dios haya que-rido venir a nosotros desde el  “escándalo” de una familia peregrina, al abrigo de la buena-de-Dios? O ¿es que ya no nos conmueve que aquel divino mensajero pasase la mayor parte de  su vida “como si nada y como si nadie”, aprendiendo a vivir humanamente, para poder enseñarnos luego para siempre qué es eso de vivir con humana dignidad?  Y así llegó el día, el fruto maduro, el tiempo del estreno. Pero este Jesús, hombre-Dios, tampoco ahora realizará algo espectacular para dar comienzo a su ministerio público. No convocará ruedas de prensa ni hará declaraciones. Como uno más de aquel pueblo (aunque su hogar era la humanidad), como uno más entre aquellos pecadores (aunque El no conoció pecado), como uno más de aquellos que oraban al Dios buscado (aunque Él era una sola cosa con el Padre). Aparentemente nada especial, pero allí estaba todo en esa triple solidaridad de Dios que se une sin ceremonias a un pueblo, que aparece como un pecador, que tiene necesidad de orar. Y triple será también la respuesta del Pa-dre: abrirá los cielos, bajará el Espíritu, se escuchará la confesión de un amor predilecto. Por Jesús, en la fila común como uno de tantos, podemos entrar en la morada de Dios, que Él abrió para nosotros. Por Jesús, en la fila de los pecadores, el pecado no será la última  palabra que nuestra vida podrá escuchar como algo fatal y sin salida. Por Jesús, en la fila de los que buscan a Dios para orarle y escucharle, descenderá el Espíritu como en el día primero de la creación, transformando todos nuestros caos en belleza y armonía. El bautismo de Jesús, después de aquel primer acto en su Natividad, será el 2º gesto de abrazar a nuestra humanidad. El último acto será la donación suprema de su vida en el drama de la cruz, el testimonio más alto de un amor que no evitó querernos hasta el dolor, hasta la muerte, hasta el final resucitado. Nosotros, hermanos y discípulos de tal Señor, estamos llamados a hacer cola también, en la comunión solidaria con todos los hombres. Los cristianos también queremos ponernos en la fila de los que no renuncian a la paz. En la espera de algo nuevo que cada día nace.

PONERSE

EN LAS MANOS

DE DIOS

NO GUARDEMOS A DIOS EN LA CAJA DE LOS ADORNOS NAVIDEÑOS

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