Cuando los Magos se hicieron Reyes
La escena de la adoración de los Reyes Magos ha cambiado mucho". Los magos se han hecho Reyes, y en general ya no buscan a Jesús, sino que que representan el gozo de la fiesta de la vida, que se abre con ilusión para los niños.
La llegada de los Magos está vinculada con el oriente y el desierto, con estrella en la noche, y la luz de la vida. Pero, en los últimos tiempos (y en especial este año) han surgido por voces de crítica y de crisis, con el replanteamiento de la fiesta:
1. Es fiesta de magos, no de reyes…. La Biblia no habla de Reyes (con el simbolismo de ese nombre), sino de magos, es decir, de sabios que buscan a Jesús (rey bueno), en contra de Herodes (rey malo).
2. El primero que pensó que estos magos podían ser reyes fue Cesáreo de Arlés (en el siglo VI, en la actual Francia), pero sólo en el siglo XII los magos se volvieron reyes, personajes poderosos, que mantienen el orden de la tierra (aunque nunca pierden su rasgo de magos). Esa visión de los magos como reyes triunfó en tiempo de las cruzadas, cuando Barbarroja, el gran cruzado alemán, llevó los pretendidos “restos” de los magos (que habían sido traídos de Oriente) desde Milán a Colonia.
3. He visto estos días en la prensa varios estudios de astronomía-astrología, queriendo demostrar que en tiempo de Jesús hubo una supernova, un planeta errante que se hacer a la tierra… o una conjunción de Marte con Jupiter… Pero el sentido de esta fiesta no está en los astros exteriores, sino en la estrella interior que guía nuestra vida hacia la Verdad de Dios (hacia el Dios de Jesús).
4. El tema acaba siendo de política social. En mi niñez no había entre nosotros más cultura (permitida) que la cristiana, ni más fiestas que las de la Iglesia. Pero con el paso de los años las “procesiones/ cabalgatas” de Reyes se han independizado del evangelio y de la iglesia. La procesión de la víspera de Reyes no es ya una procesión cristiana, sino civil… laica (y a veces anticlerical). El tema está en si nosotros, los cristianos, que hemos dado esta fiesta de los “reyes” al mundo, podemos volver al sentido fuerte de los magos del evangelio.
— SENTIDO BÁSICO:
Vienen los magos a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos...
Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (y especialmente al salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz. Esa luz atrae a los "magos", que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad, como indicará al final del evangelio Mt 28,16-20.
Mateo afirma que “Jesús nació en Belén de Judea, en los días del rey Herodes” y añade que “unos magos vinieron a Jerusalén... preguntando por el lugar del nacimiento del rey de los judíos”. Los sacerdotes responden que en Belén, según la profecía de Miqueas (cf. Mt 2,1-6). Mateo destaca así, en sentido simbólico de Belén (que físicamente debió nacer en Nazaret), como lugar del rey verdadero, de la línea de David, en oposición a Herodes, rey ilegítimo. La historia de su nacimiento de Jesús está contada desde las profecías, como muestran las citas de cumplimiento que jalonan el evangelio de la infancia: “esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho…” (cf. Mt 1, 22-23; 2, 5-6.15.18.23).
Tenemos aquí una "lucha de reyes": Herodes rey malo quiere matar a Jesús, rey niño bueno... Y tenemos unos magos que descubren la verdad de Jesús, no la de Herodes...
A Mateo no le importan los sucesos externos sin más, sino la verdad de lo sucedido, como cumplimiento de la Escritura, pues ella define el sentido de Jesús... Por eso sitúa en el nacimiento de Jesús la "estrella de Dios", que ilumina el camino de los hombres. Por eso carece de sentido preguntar a los astrónomos, pidiéndoles que estudien cuándo pudo haber aparecido por aquellos días una “estrella nueva” o algún tipo de asteroide, como el que se evoca en la historia de los magos (cf. Mt 2,9-10).
El autor de estos capítulos (Mt 1–2) no está interesado por datos astronómicos, ni por la exactitud externa de los hechos. No vino a Belén o a Nazaret, para investigar lo que pasó físicamente, sino que fue a la Biblia, para descubrir lo que estaba prometido y lo que debió pasar. De esa forma dijo su verdad, la verdad del evangelio, para anunciar con ella el sentido de Jesús según las esperanzas de Israel. Quien diga que Mateo mintió no entiende la historia. No estamos ante unos hechos brutos, sino ante la verdad del sentido de los hechos.
Los magos preguntan por el mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio:
La “evangelio” de los magos brota de la tradición israelita: los pueblos paganos de Oriente vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos. Ellos, los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta. Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo). Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar parte del pueblo judío, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales.
Este pasaje evoca y anticipa el tema del envío final de Jesús a todos los pueblos (Mt 28,16-20), pero ese envío invierte y completa el sentido del pasaje anterior: no son ellos (magos gentiles) los que deben buscar en Jerusalén al Rey israelita, para encontrar al Niño de Belén y marchar por otro camino hacia su tierra; son los mismos cristianos quienes deben expandir la experiencia mesiánica ia todos los pueblos de la tierra, como enviados del Cristo pascual, desde la montaña de su resurrección (en Galilea, no en Jerusalén).
De esa forma se distinguen y completan los dos tipos de misión que han definido el comienzo de la iglesia: una centrípeta (los gentiles vienen a adorar al Dios israelita, revelado en su mesías) y otra centrifuga (los enviados del Cristo pascual salen a ofrecer en todas las direcciones su visión del discipulado). La primera tradición (Mt 2) es más judía y puede entenderse como principio del evangelio. La segunda (Mt 28, 16-20) es más pascual, expresando mejor la novedad cristiana. Entre ambas se extiende el evangelio, que ahora interpretamos como relato de transformación cristológica y misionera. Ambos modelos resultan paradójicos:
Los magos (gentiles) buscan en Jerusalén al Rey de los judíos, como suponiendo que deben aceptar sus leyes nacionales (la forma de vida israelita). Vienen pero no encuentran al Rey en Sión, sino en Belén; no lo descubren honrado y victorioso, sino escondido y perseguido; por eso tienen que volver a su país, no pueden quedarse en Judea, ni cultivar de una forma nacional el mesianismo. Ese retorno de los magos es un signo del carácter todavía incompleto de la vida y obra de Jesús .
Los discípulos de Jesús llevan su mensaje y vida (su discipulado), pero no desde Jerusalén sino desde la montaña de la pascua. No van para retornar a Jerusalén (donde estaría el centro de la iglesia establecida), sino para ofrecer su fermento de vida (su discipulado) en todos los pueblos de la tierra. Son portadores del mensaje-vida de Jesús, pero no una forma nacional judía (o cristiana) de existencia, de manera que deben aceptar el esquema de vida (cultura, religión fundante) de los pueblos hacia donde se dirigen.
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